miércoles, 29 de julio de 2020

Paul Krugman sobre la teoría del ciclo económico austriaca: Nada nuevo por acá.


¿Krugman refutó la teoría del ciclo austriaca? 

Se oye un mito por ahí, según el cual, muy, pero muy presuntamente, vale aclarar, el nobel de economía, Paul Krugman fue capaz de rebatir la teoría del ciclo económico austriaca ¿lo hizo en verdad? habría que examinarlo a detalle. La supuesta refutación de Krugman aparece en 1998. Por aquellos años, un bastante más joven Paul Krugman publicaba un artículo titulado "The Hangover Theory", o en español "La teoría de la resaca", donde criticaba, casi con desprecio, a la teoría austriaca del ciclo económico. Muchos detractores de la economía austriaca sacan a relucir esta "respuesta" como "carta de triunfo". Pero volviendo a la pregunta del inicial ¿lo hizo de verdad? o mejor dicho ¿aportó algo nuevo al debate? esto es lo que vamos a tratar de dilucidar a continuación.

Las dudas de Krugman sobre la teoría austriaca del ciclo económico, se pueden sintetizar con las siguientes citas: "He ahí el problema: como una cuestión de simple aritmética, el gasto total en la economía es necesariamente igual al ingreso total (cada venta es al mismo tiempo una compra y viceversa). Así, si las personas deciden gastar menos en bienes de inversión, ¿no significa eso que deben haber decidido gastar más en bienes de consumo, resultando que una recesión en la inversión deberá estar siempre acompañada del correspondiente boom en el consumo? Y si lo anterior se cumple, ¿por que debería producirse un incremento en el desempleo? (....) Lo mejor que von Hayek o Schumpeter pudieron proponer fue la vaga afirmación de que el desempleo era de tipo friccional, creado cuando la economía transfería trabajadores desde un inflado sector de la inversión hacia el sector de productos de consumo (de ahí su oposición a cualquier intento de incrementar la demanda: esto dejaría sin hacer "parte del trabajo que la recesión debería hacer", ya que el desempleo masivo es parte de proceso de "adaptar la estructura de la producción"). Pero si esto es así, ¿por qué una burbuja en la inversión, que presumiblemente requeriría una transferencia de trabajadores en el sentido contrario, no generaría un desempleo masivo? Y de todas formas, este planteamiento se adapta muy poco a lo que realmente está ocurriendo en la recesión, donde todas las industrias, y no solamente las pertenecientes al sector inversor, normalmente disminuyen su actividad".

Bien, devuelta a las preguntas del principio ¿fue una refutación a la teoría austriaca o al menos planteó algo nuevo al debate? en realidad, yendo al grano, ninguna de las dos cosas. La critica que hace Krugman no es nueva y tampoco es una "refutación" a la teoría austriaca en concreto, sino a una versión muy diferente de ella. Pero veamos porque razón no es nueva primero. Uno de los mejores libros jamás escritos por el economista austriaco Friedrich von Hayek es, con diferencia, Precios y producción. Este se publicó por primera vez en 1931 (la segunda edición es de 1935) y es de lejos, una de las mejores presentaciones de la teoría del ciclo económico austriaca. Una lectura obligada para cualquiera que quiera entenderla. El economista keynesiano Paul Krugman hizo su famosa crítica a la teoría austriaca en 1998, pero Hayek ya había refutado sus críticas en su libro original. Mejor aún, Krugman fue refutado antes de que él naciera.

La respuesta de Hayek... antes de que Krugman naciera.

La crítica de Krugman es respondida en el tercer capítulo del libro, titulado "El funcionamiento del mecanismo de los precios en el transcurso del ciclo del crédito". Recordemos el planteamiento de Krugman: "He ahí el problema: como una cuestión de simple aritmética, el gasto total en la economía es necesariamente igual al ingreso total (cada venta es al mismo tiempo una compra y viceversa). Así, si las personas deciden gastar menos en bienes de inversión, ¿no significa eso que deben haber decidido gastar más en bienes de consumo, resultando que una recesión en la inversión deberá estar siempre acompañada del correspondiente boom en el consumo? Y si lo anterior se cumple, ¿por que debería producirse un incremento en el desempleo?".

Hayek en determinado momento del mencionado capítulo, contesta esta duda diciendo: "Pero aunque los bienes no específicos, en particular los servicios de los trabajadores empleados en esos primeros estadios, han sido así retirados porque su cantidad es insuficiente y sus precios demasiado elevados para que sean rentables los procesos productivos prolongados, no es en modo alguno evidente que todos los que no pueden ser asignados ya a los procesos antiguos puedan ser inmediatamente absorbidos por los procesos más cortos, ahora en expansión. Al contrario: los procesos más cortos deberán comenzar por el principio y sólo absorberán gradualmente todos los bienes de producción disponibles a medida que el producto avance hacia el consumo y a medida que vayan llegando los productos intermedios necesarios. Así, aunque en los procesos más prolongados las operaciones productivas se interrumpen prácticamente en el momento en que dejan de ser rentables por el cambio en los precios relativos de los bienes específicos y no específicos en favor de éstos últimos y el aumento en el tipo de interés, los bienes liberados sólo hallarán empleo otra vez cuando los nuevos procesos más breves se aproximen a su terminación (9). Además, la adaptación final se verá retardada aún más por la incertidumbre inicial con respecto a los métodos de producción que probarán ser rentables en última instancia, una vez que la escasez temporal de bienes de consumo haya desaparecido. Los empresarios, con toda razón, vacilarán antes de efectuar inversiones en este proceso exageradamente abreviado, es decir, inversiones que les permitan producir con un capital relativamente escaso y una cantidad de medios originales de producción relativamente grande".

Por eso no siempre se va a tener un "boom de consumo correspondiente". Y esa es también la razón por la que tendría un aumento en el desempleo. Hayek ya respondió ambas preguntas, sin embargo, no termina ahí. Krugman continúa: "La mayoría de los teóricos de la teoría de la resaca probablemente ni se darán cuenta de que esto es un fallo en su teoría. Tampoco responderán a ésta difícil pregunta esos supuestos sesudos teóricos austriacos. Lo mejor que von Hayek o Schumpeter pudieron proponer fue la vaga afirmación de que el desempleo era de tipo friccional, creado cuando la economía transfería trabajadores desde un inflado sector de la inversión hacia el sector de productos de consumo (de ahí su oposición a cualquier intento de incrementar la demanda: esto dejaría sin hacer "parte del trabajo que la recesión debería hacer", ya que el desempleo masivo es parte de proceso de "adaptar la estructura de la producción"). Pero si esto es así, ¿por qué una burbuja en la inversión, que presumiblemente requeriría una transferencia de trabajadores en el sentido contrario, no generaría un desempleo masivo? Y de todas formas, este planteamiento se adapta muy poco a lo que realmente está ocurriendo en la recesión, donde todas las industrias, y no solamente las pertenecientes al sector inversor, normalmente disminuyen su actividad".

Si puede ver arriba, en algún momento de la cita de Hayek, hay una nota al píe de página, dicha nota recalca: "(9) La razón de esta asimetría entre la transición hacia procesos productivos más prolongados, que no tiene por qué suscitar ninguna de estas perturbaciones específicas, y la transición hacia procesos más breves, que será acompañada regularmente de una crisis, resultará quizás más evidente si se considera que en el primer caso habrá necesariamente tiempo para amortizar el capital invertido en la estructura existente antes de que se complete el nuevo proceso, mientras que en el segundo caso esto será evidentemente imposible y por tanto una pérdida de capital y una reducción de ingresos serán inevitables. (En todas estas discusiones se supone que el conocimiento técnico no cambia; un estrechamiento en la estructura de la producción debida al progreso técnico tiene una significación completamente distinta de la derivada de un incremento en el consumo)".

Hayek respondió la crítica de Krugman 63 años antes. Es irrelevante si Krugman está satisfecho con la respuesta de Hayek o no. Lo importante es que, si hubiera leído el libro, nunca habría hecho las preguntas en primer lugar. En este sentido, Joseph Salerno tiene toda la razón, Krugman nunca leyó la teoría del ciclo económico austriaco de sus fuentes originales (Hayek, Mises, Rothbard). Leyó la "teoría neoclásica de la variedad de jardín" de Haberler. De hecho, Salerno menciona como la critica de Krugman no es más que una repetición de la critica del propio Heberler en el 39: "Es un poco difícil de entender... por qué la transición a un proceso de producción más indirecto debería asociarse con la prosperidad y el retorno a un proceso menos indirecto, sinónimo de depresión. ¿Por qué la expansión inflacionaria original de la inversión no debería causar tanta dislocación en la producción de bienes de consumo como se dice que el aumento posterior de la demanda de los consumidores causa en la producción de bienes de inversión?".

Entendiendo la teoría del ciclo correctamente. 

Los neoclásicos, como Haberler, hacen gran énfasis en solo dos sectores: consumo e inversión. Olvidando un hecho fundamental: la estructura y horizonte temporal de la producción. Huerta de Soto, en Dinero, crédito bancario y ciclos económicos recalca este hecho fundamental que viene arrastrándose desde el origen de los debates entre Hayek y Keynes, y que tanto keynesianos y monetaristas comparten: "Por su parte, Hayek, ya desde la contundente crítica que realizó a los dos volúmenes del Treatise on Money (1930) de Keynes, acusó a este autor de no tener en cuenta para nada la teoría del capital y del interés, particularmente tal y como la misma había sido desarrollada por Böhm-Bawerk y el resto de los teóricos de la Escuela Austriaca. Esto, de acuerdo con Hayek, explicaba que Keynes no considerara la existencia de diferentes etapas en la estructura productiva (como tampoco la tuvo en cuenta Clark ni la tendría Knight) y que, en última instancia, no se diera cuenta de que la decisión esencial de los empresarios no es si se debe invertir en bienes de consumo o en bienes de capital, sino más bien si se debe invertir en procesos productivos que darán lugar a bienes de consumo en un periodo de tiempo más o menos alejado en el futuro. Considerar, por tanto, una estructura productiva constituida únicamente por dos etapas (una de bienes de consumo y otra de bienes de capital), sin tener en cuenta la dimensión temporal de esta segunda, ni las sucesivas etapas en que se divide, es lo que hace que Keynes caiga en el error de la "paradoja del ahorro o frugalidad", cuya falaz fundamentación teórica ya hemos demostrado en el capítulo V".

Rothbard en su tratado de economía menciona que "El mercado libre, la tasa de interés constituye una guía indispensable para la dimensión temporal con respecto a la urgencia de las apetencias de los consumidores", y en su libro sobre la Gran Depresión resume perfectamente como influye el factor temporal en la producción: "(...) Imaginémonos una economía con unas existencias determinadas de dinero. Parte de ese dinero se gasta en consumo, el resto se ahorra y se invierte en una poderosa estructura de capital, en diversas órdenes de producción. La proporción del consumo en relación al ahorro y la inversión está determinada por la preferencia temporal de las personas; es decir, por el grado en que estas prefieren satisfacción presente a satisfacción futura. Cuanto menos la prefieran en el presente, menor será su preferencia temporal y menor será entonces el tipo de interés puro, que está determinado por las preferencias temporales de todos los individuos en la sociedad. Una preferencia temporal menor se verá reflejada en una proporción mayor de la inversión respecto del consumo, un alargamiento de la estructura productiva y un proceso de acumulación de capital. Una preferencia temporal más alta, por otro lado, se reflejará en un tipo de interés puro más elevado y una proporción menor de inversión en relación al consumo. El tipo de interés final de mercado refleja el tipo de interés puro con el agregado de componentes propios del riesgo empresarial y del poder adquisitivo del dinero. Los diversos grados de riesgo empresarial dan lugar a una estructura de tipos de interés en lugar de a un tipo de interés único, y el componente propio del poder adquisitivo refleja los cambios en el poder adquisitivo del dólar así como los de la posición específica del empresario en relación con esos cambios. El factor clave, sin embargo, es el tipo de interés puro. Este tipo de interés se manifiesta primero en el tipo natural, o lo que generalmente se conoce como la tasa de beneficios actual. Esta tasa se refleja en el tipo de interés en el mercado de préstamos, un tipo que está determinado por la tasa de beneficios actuales".

Continúa: "¿Ahora bien, qué sucede cuando los bancos imprimen dinero nuevo (ya sea en forma de billetes de banco o de depósitos bancarios) y se lo prestan a las empresas? El nuevo dinero ingresa en el mercado de préstamos y reduce el tipo de interés. Ahora parece que la oferta de fondos ahorrados para inversión se ha incrementado y el efecto es el mismo: la oferta de fondos para inversión aparentemente crece y el tipo de interés se reduce. Los empresarios, en pocas palabras, creen erróneamente, por culpa de la inflación bancaria, que la oferta de fondos ahorrados es superior de lo que realmente es. Ahora, cuando los fondos ahorrados se incrementan, los empresarios invierten en períodos de producción más prolongados, es decir, la estructura productiva se alarga especialmente en los niveles de orden superior que se encuentran más alejados del consumidor final. Los empresarios llevan sus fondos recientemente adquiridos y presionan al alza los precios del capital y otros bienes de producción y esto estimula un cambio en las inversiones que migran desde los órdenes inferiores (próximos al consumo) hacia los superiores (alejados del consumo); dicho de otra forma, desde las industrias de bienes de consumo hacia las industrias de bienes de capital".

Por supuesto: "Si este fuera el efecto de una caída genuina en las preferencias temporales y de un incremento en el ahorro, todo estaría muy bien y la nueva y alargada estructura productiva podría sostenerse indefinidamente. Pero esta modificación es resultado de la expansión crediticia de los bancos. Rápidamente, el nuevo dinero se propaga hacia abajo desde los empresarios endeudados hasta los factores de producción en la forma de salarios, rentas e interés. Ahora bien, a menos que la preferencia temporal haya cambiado, y no hay motivo para pensar que esto realmente haya sucedido, la gente saldrá corriendo a gastar sus nuevos ingresos de acuerdo a la vieja proporción consumo-inversión. En pocas palabras, la gente se apresurará a restablecer la proporción anterior y la demanda migrará de nuevo desde los órdenes superiores hacia los órdenes inferiores. La industria de bienes de capital descubrirá que sus inversiones eran erróneas: que lo que pensaban que sería rentable en realidad es un fracaso debido a la falta de demanda por parte de sus clientes. Los órdenes superiores de producción ahora resultan ser un desperdicio, y las malas inversiones deben ser liquidadas"

En definitiva, como recalca Rothbard, la intervención del banco en el mercado ocasiona la disrupción de ese precio libre (tasa de interés o tasa de preferencia temporal) y deja a los empresarios en la imposibilidad de satisfacer apropiadamente los deseos de los consumidores, sin poder efectuar la debida estimación de la estructura de producción más provechosa. Tan pronto como pueden, o sea, apenas llega a sus manos el dinero, incrementado, los consumidores restablecen sus preferencias temporales (las proporciones antiguas en cuanto a diferenciales, inversión y consumo). El exceso de inversión en las etapas más alejadas y la inversión insuficiente en las más cercanas quedan ahora al descubierto. Siguiendo el ejemplo de Mises, Rothbard culmina explicando que: "La situación es análoga a la de un constructor que ha creído erróneamente que tiene más material de construcción que el que en realidad posee y que luego descubre que ha usado ya todos sus materiales para hacer sólidos cimientos (etapas más alejadas) sin que le queden los suficientes para completar la casa. Es claro que la expansión crediticia bancaria no puede aumentar la inversión de capital en un ápice. La inversión solamente proviene del ahorro previo".

Conclusión.

Krugman jamás entendió lo que con tanto empeño criticó, de hecho, y lo que es peor aún, critica algo sin haber corroborado las fuentes originales, y cuando se le apuntan dichos errores, su última línea de defensa es la siguiente: "Esa es mi experiencia con los austriacos: cada vez que tratas de precisarlos, insisten en que no entiendes sus ideas profundas". Claramente, como vimos, no entiende lo que critica. La economía como ciencia viene decayendo, y los nobeles no ayudan ciertamente ¿Cómo explicamos que alguien que dice que la guerra trae prosperidad, o menciona que "si el problema consiste en que de forma generalizada las personas quieren conseguir más dinero, ¿por qué no incrementar la cantidad de dinero?" pueda tener un nobel bajo el brazo? antes de abolir los bancos centrales, los premios nobeles de economía podrían ser un buen premio consuelo.

Referencias:

-La teoría de la resaca - Paul Krugman
-La falacia de la neutralidad del dinero - Manuel Llamas
-Yes, Paul Krugman, Booms Are Unsustainable - William L. Anderson
-Precios y Producción - Friedrich von Hayek
-Dinero, crédito bancario y ciclos económicos - Jesús Huerta de Soto
-La Gran depresión - Murray N. Rothbard
-A Reformulation of Austrian Business Cycle Theory in Light of the Financial Crisis - Joseph T. Salerno

lunes, 27 de julio de 2020

Mises y su "coqueteo" con el fascismo: Mentira, falacia, y estupidez


¿Era Mises fascista?

Más allá de que la izquierda llama a todo el mundo fascista, facho, etc, es común que algunos intenten desprestigiar el trabajo de Mises alegando que él "apoyó" al fascismo. ¿Cuáles son las pruebas de ello? la siguiente cita: "No se puede negar que el fascismo y todas las tendencias dictatoriales análogas están animados por las mejores intenciones, y que su intervención ha salvado por el momento a la civilización europea. Los méritos adquiridos por el fascismo permanecerán por siempre en la historia".

Pero ¿realmente estaba defendiendo al fascismo? todo parece indicar que si, al menos en esta cita. Para echar luz sobre esta oscura discusión, primero hay que ir a la fuente original de donde proviene la frase en concreto. La cita pertenece a su libro "Liberalismo" que fue publicado en el año 1927, y se encuentra, más concretamente a un segmento bajo el nombre "El argumento de fascismo", siendo la última frase del capítulo. Quien lo haya leído, sabe perfectamente que esta sección es una critica hacia el fascismo y movimientos similares por su métodos, más que una "defensa" o "apoyo", de hecho, se pueden encontrar frases y otras citas como las siguientes antes de la mencionada arriba:

"La idea fundamental de estos movimientos a los cuales, si nos fijamos en el italiano, que es el más orgánico e imponente, podemos atribuir la designación de Fascismo, es, pues, la de emplear en la lucha contra la III Internacional los mismos medios que ésta empleó sin escrúpulos contra sus adversarios. Como la III Internacional trata de exterminar a los adversarios y sus ideas actuando como el patólogo con el bacilo de la peste, y como la misma no se considera vinculada por ningún pacto suscrito con el enemigo y cree que en la lucha todo crimen y toda mentira y difamación son posibles, lo mismo hacen los fascistas, al menos en principio".

Aquí, literalmente dice que los fascistas y los belches utilizan los mismos métodos: la violencia. Luego agrega, por si quedaban algunas dudas, que los movimientos fascistas son antiliberales: "No son pocos los que aceptan los métodos fascistas, porque los partidos fascistas, a pesar de tener un programa de política económica totalmente antiliberal y una política totalmente intervencionista, se cuidan muy mucho de practicar esa política insensata de destrucción a ultranza que imprime sobre los comunistas el sello de enemigos absolutos de la civilización. Otros a su vez, si bien reconocen perfectamente los daños que puede causar la política económica fascista, piensan que el fascismo es por lo menos un mal menor si se compara con el bolchevismo y la práctica política de los soviets. Sin embargo, la mayoría de sus adeptos y admiradores públicos y secretos aprecia precisamente sus métodos violentos".

"El gran peligro que representa el fascismo en la política interior radica en su confianza en el poder decisivo de la violencia. En efecto, éste es su principio supremo: que para vencer seguramente es preciso estar siempre animados por la voluntad de vencer y adoptar los métodos violentos. Pero ¿qué sucede si también el adversario, animado de la misma voluntad de vencer, emplea los mismos métodos? El resultado no puede ser otro que el choque, la guerra civil. Al final, el vencedor de todos los conflictos será quien sea numéricamente más fuerte. A largo plazo será siempre más difícil a la minoría, aunque esté formada por las personas más capaces y enérgicas, resistir a la superioridad numérica. La cuestión decisiva sigue siendo, pues, la relativa al modo de conquistar la mayoría para el propio partido. Pero es una cuestión puramente de orden intelectual, que sólo puede resolverse con armas intelectuales, no con la fuerza. Emplear simplemente métodos de opresión violenta es la vía menos indicada para ganar apoyos para la propia causa. El simple empleo de la violencia, no justificado ante la opinión pública con argumentos racionales, sólo proporciona nuevos apoyos precisamente a aquéllos que se piensa combatir con tales métodos. En la lucha entre violencia e idea, es ésta la que siempre prevalece".

"El fascismo puede hoy triunfar porque la indignación general ante las infamias cometidas por socialistas y comunistas le ha procurado las simpatías de amplios estratos sociales. Pero cuando se haya enfriado la impresión de los crímenes de los bolcheviques, el programa socialista volverá a ejercer su fuerza de atracción sobre las masas. Porque el fascismo, para combatir ese programa, no hace sino perseguir las ideas y a quienes las difunden; si quisiera realmente combatir el socialismo, debería contraponerle sus propias ideas. Pero sólo hay una idea que pueda contraponerse al socialismo: el liberalismo".

"Se ha dicho con frecuencia que para hacer triunfar una causa no hay nada mejor que crearle mártires. Esto no es del todo cierto. Lo que refuerza la causa de los perseguidos no es el martirio de sus adeptos, sino el uso de la violencia en lugar de las armas intelectuales para combatirlos. La represión por la fuerza bruta es siempre una confesión de la incapacidad de emplear aquellas armas intelectuales que son mejores, porque son las únicas que aseguran la victoria. Tal es el vicio de fondo del fascismo, la patología que acabará llevándole a la ruina. La victoria del fascismo en algunos países no es más que un episodio de una larga serie de batallas sobre el problema de la propiedad. El próximo episodio será una victoria del comunismo. Pero el resultado final de estas batallas lo decidirán no las armas sino las ideas. Son las ideas las que agrupan a los hombres en facciones contrapuestas y ponen las armas en sus manos; son las ideas las que establecen contra quién y por quién hay que hacer uso de las armas. Y son sólo las ideas, y no las armas, las que, en definitiva, deciden".

"Baste esto por lo que respecta a la posición del fascismo en política interior. Por lo que atañe a la política exterior, no es necesario demostrar ulteriormente que su fe en el principio de la violencia en las relaciones entre los pueblos no puede menos de provocar una serie infinita de guerras destinadas a destruir toda la civilización moderna. La supervivencia y el ulterior desarrollo de la civilización económica actual precisan de una paz segura entre los pueblos. Pero los pueblos no pueden ponerse de acuerdo si están dominados por una ideología que piensa que la seguridad de la propia nación en el concierto de las demás naciones sólo puede asegurarse mediante la violencia".

Como podemos observar, Mises es critico del fascismo, es más, si vamos aún más allá, y transcribimos la cita por la cual se considera a Mises fascista, de manera completa, y no sacada de contexto como se la cuelga, dice lo siguiente: "No se puede negar que el fascismo y todas las tendencias dictatoriales análogas están animados por las mejores intenciones, y que su intervención ha salvado por el momento a la civilización europea. Los méritos adquiridos por el fascismo permanecerán por siempre en la historia" y agrega al final " Pero la naturaleza de la política que por el momento ha producido efectos positivos no es tal que pueda prometer un éxito duradero. El fascismo fue un arreglo provisional; pensar que es algo más sería un error fatal". 

Mises critica al fascismo, que en ese momento era considerado un movimiento de reaccionarios violentos anti-comunistas sin ninguna idea sostenible, porque sus métodos no diferían mucho de los propios soviets. El llamado "argumento del fascismo" era la violencia, pero como bien señala más adelante, solo se pueden vencer las ideas con otras ideas, no con armas. La violencia solo engendra violencia y vuelve insostenible la cooperación social, que en definitiva, es la base del capitalismo. Mises sostiene este punto durante toda su vida. Por ejemplo, en su libro "Socialismo" del año 1922, fue uno de los primeros en reconocer este hecho en particular cuando afirmó que "La sociedad humana es una construcción del espíritu. La cooperación social es, ante todo, pensamiento y solamente después se convierte en hecho. Son las ideas las que hacen la historia, no las fuerzas productivas materiales, esas entidades nebulosas y místicas del materialismo histórico. Si pudiera vencerse la idea del socialismo y hacer comprender a la humanidad la necesidad de la propiedad privada de los medios de producción, el socialismo se vería obligado a desaparecer. En ello radica todo el problema". En la Acción humana seguiría este punto de vista: "Las doctrinas librecambistas se impusieron en el siglo XIX porque las respaldaban las teorías de los economistas clásicos. El prestigio de éstas era tal que nadie, ni siquiera aquellos cuyos intereses clasistas más se perjudicaban, pudieron impedir que calaran en la opinión pública y se plasmaran en disposiciones legales. Son las ideas las que hacen la historia, no la historia la que engendra las ideas".

El papel de las ideas es fundamental, por eso la necesidad de influir en la opinión pública a la hora de desarrollar una política económica es un factor muy importante. Mises sin duda lo tenía claro expresando que "Si la mayoría de la nación sostiene ideas equivocadas y prefiere candidatos indignos, no hay más solución que hacer lo posible por cambiar su mentalidad, exponiendo principios más razonables y recomendando hombres mejores. Ninguna minoría cosechará éxitos duraderos recurriendo a otros procedimientos".

De hecho, en Socialismo, él afirma que: "Es preciso nunca perder la vista que la filosofía de la violencia, que ha venido a sustituir a la doctrina conciliadora del liberalismo y de la democracia, fue en su origen una filosofía de los sindicatos obreros, como la palabra misma de sindicalismo lo indica. La glorificación de la violencia, que caracteriza la política del sovietismo ruso, del fascismo italiano y del nazismo alemán, y que amenaza en la actualidad a todos los gobiernos democráticos, salió de las lecciones del sindicalismo revolucionario".

También, debería tenerse en cuenta que para Mises, y esto es algo que también lo acompañaría a lo largo de su carrera, los resultados y los medios para alcanzarlos, eran más importantes que las "buenas intenciones". Por ejemplo, en "Planificación para la libertad" explica que: "A pesar de lo buenas que las intenciones puedan ser, nunca pueden transformar en eficaces a medios que no lo son. Debe enfatizarse que estamos discutiendo medios y medidas y no fines. El problema no es si las políticas defendidas por los autoproclamados progresistas son recomendables o condenables, o no lo son, desde un punto de vista arbitrario y preconcebido. El problema esencial es determinar si tales políticas pueden realmente alcanzar los fines que todos anhelamos". 

Esto dice mucho del porque Mises no creía que el fascismo iba a llegar a nada como movimiento, ya que no tenía, para empezar, nada que ofrecer, solo violencia. Era extremadamente escéptico, por eso decía que "La represión por la fuerza bruta es siempre una confesión de la incapacidad de emplear aquellas armas intelectuales que son mejores, porque son las únicas que aseguran la victoria. Tal es el vicio de fondo del fascismo, la patología que acabará llevándole a la ruina. La victoria del fascismo en algunos países no es más que un episodio de una larga serie de batallas sobre el problema de la propiedad. El próximo episodio será una victoria del comunismo". 

Mises dedicó muchos libros a criticar el fascismo y el nazismo: Gobierno omnipotente (1944), Caos planificado (1947), incluso en su obra Socialismo hay algunas criticas, como mencionamos previamente, y hasta en la Acción humana se pueden encontrar criticas y refutaciones a distintos planteamientos sobre estos movimientos. Por otro lado, existe una segunda linea de "defensa" que consiste en acusar o implicar que Mises era o podría haber sido un fascista porque aconsejó a Engelbert Dollfuss, un intervencionista totalitario (aunque no nazi, ya que en realidad fue asesinado por ellos) gobernante de Austria.

Todos saben que en el período de 1918-19 después del caos debido a la derrota en la Primera Guerra Mundial, los países europeos comenzaron a caer en el "sueño" bolchevique. En Austria, el responsable de llevar la revolución bolchevique a casa fue el teórico y político marxista austriaco Otto Bauer. Rothbard en su trabajo biográfico comentando los años de Mises como asesor económico en el periodo de entre guerras, cuenta que: "Bauer, hijo de un rico fabricante de Bohemia del Norte, fue convertido al marxismo por su maestro de escuela secundaria, y dedicó su vida a no ceder nunca en celo por la causa radical marxista. Estaba decidido a nunca abandonar esa causa a cualquier forma de revisionismo u oportunismo como tantos marxistas habían hecho en el pasado (y seguirían haciéndolo en el futuro). Bauer se alistó en el gran seminario de Böhm-Bawerk decidido a utilizar el conocimiento que obtendría para escribir la refutación definitiva de Marx de la famosa demolición de Böhm de la teoría del valor del trabajo marxiano. En el curso del seminario, Bauer y Mises se hicieron amigos íntimos. Bauer finalmente abandonó el intento, admitiendo virtualmente a Mises que la teoría del valor del trabajo era ciertamente insostenible (...) Ahora, con Bauer planeando llevar a Austria al campo bolchevique, Mises, como asesor económico del gobierno, y sobre todo como ciudadano de su condado y como defensor de la libertad, habló noche tras noche, y con gran amplitud con Bauer y su igualmente devota esposa marxiana, Helene Gumplowicz. Mises señaló que, dado que Austria carecía drásticamente de alimentos, un régimen bolchevique en Viena inevitablemente encontraría su suministro de alimentos cortado por los aliados, y en la consiguiente hambruna tal régimen no podría durar más de un par de semanas. Finalmente, los Bauer fueron persuadidos a regañadientes de este hecho incontrovertible e hicieron lo que habían jurado que nunca harían: pasarse a la derecha y traicionar la causa bolchevique".

Ahora, si Mises aconsejó a un político marxista-socialista pro-bolchevique ¿Alguien en su sano juicio podría insinuar que, por eso, Mises era socialista? ¿Hay un factor común que se relaciona con el hecho de que Mises aconsejara un político marxista y luego a un fascista intervencionista? si, de hecho lo hay, él estaba tratando de hacer lo mejor para su país. Se tenía que ganar la vida como asesor económico de la Cámara de Comercio Austríaca, cargo que desempeñó desde 1909 hasta su salida de Austria en 1934. Muchos no lo saben, pero Mises desarrolló muchas actividades importantes en su país, por ejemplo, el asesoramiento político de Mises fue fundamental para ayudar a detener la hiperinflación en Austria en 1922. El en definitiva, intentó ayudar a su país para evitar el caos económico de una revolución bolchevique en primer lugar, y después de eso se trató de evitar la dominación nazi, aunque tuvo que abandonar su hogar más adelante. 

Podemos poner otro ejemplo al respecto. Milton Friedman asesoró al gobierno comunista chino ¿eso vuelve a Friedman un socialista? podemos ir incluso más allá, Marx aconsejó durante mucho tiempo y fue amigo intimo de Frederic Engels, un industrial textil "explotador" de una importante fábrica en Mánchester ¿era Marx un apologista del capitalismo? claro que no. Lo que aquí tenemos es simplemente una correlación sin sentido, y nada remotamente sostenible. Mises nunca defendió al fascismo, de hecho, llegó a predecir su fracaso frente al socialismo, y como este mutó completamente hasta convertirse en una economía planificada no muy diferente al socialismo soviético. 

viernes, 24 de julio de 2020

Los ciclos económicos: Causas y consecuencias.

Desempleados haciendo cola para conseguir un almuerzo gratis
durante la Gran Depresión de los años 30.

Precios y mercado. 

En el mercado hay todo tipo de precios. Los precios de los bienes de consumo son el ejemplo más evidente, pero el trabajo también tiene precios, llamados salarios, y el dinero prestado tiene un precio, llamado interés. Los precios en el mercado son señales, en las que tanto oferente como demandante pueden confiar para tomar sus decisiones. El control de precios, inexorablemente, desorienta tanto a los productores como a los consumidores. Por ejemplo, los precios "bajos" establecidos para los productos limitan la oferta, mientras que los precios "bajos" establecidos para los consumidores estimulan la demanda. En consecuencia, el control de precios aumenta la brecha entre la oferta y la demanda, y por el contrario, no soluciona el problema de la escasez, lo empeora: genera mercados negros, incentiva el cohecho, la ineficiencia, y pronto, los bienes y servicios pierden calidad.

Para ejemplificar la importancia que tienen los precios en el mercado, cerca del final del gobierno comunista soviético, dos economistas, Shmelev y Popov, afirmaron: "Todo está interconectado con el mundo de los precios, de tal manera que el cambio más mínimo en un elemento se transmite en cadena a otros millones de productos". En aquellos momentos los precios en la Unión Soviética eran fijados por planificadores centrales, y la escasez, sobre-producción, incluso de manera simultánea en distintas partes del país, sucedían recurrentemente. Adam Smith, el economista liberal más famoso, no lo habría podido decir mejor. Existe una fuerza que "guía" y "coordina" los esfuerzos individuales de manera espontánea como si se tratase de una "mano invisible", pero esta "mano invisible" no era una entidad planificadora sobrenatural o una fuerza de coacción y compulsión gubernamental, sino el sistema de precios actuando libremente.

Los controles de precios, en definitiva, generan consecuencias desastrosas, enviando mensajes erróneos a los actores económicos. La aparición de un generalizado desorden y desajuste social precisamente en todos los niveles y áreas en los que incide la coacción gubernamental es una consecuencia común del control de precios. En efecto, se favorece la creación de información errónea y la generación de acciones irresponsables (en el campo económico, la ineficiencia y mal uso de los factores productivos, escasez y sobre-producción continua y simultánea, etc), favoreciendo el desarrollo de la economía oculta o irregular (mercados negros) y creando y manteniendo, en suma, todo tipo de desajustes y conflictos sociales (como la concesión de privilegios, la corrupción y el cohecho). Bajo una economía de mercado, los controles de precios son relativamente escasos, o directamente nulos. No obstante, en el actual sistema, se da una de las manipulaciones de precios más mortales para la sociedad en su conjunto, y de la cual se habla muy poco: el control de los tipos de interés.

La manipulación del tipo de interés. 

El tipo de interés, es el precio determinado en un mercado, en el que los oferentes o vendedores de bienes presentes son, precisamente, los ahorradores, es decir, todos aquellos relativamente más dispuestos a renunciar al consumo inmediato a cambio de obtener un mayor valor de bienes en el futuro. Por eso muchos denominan al tipo de interés también como "tasa de preferencia temporal". En todo caso, lo más importante es tener en cuenta que el interés, como precio de mercado o tasa social de preferencia temporal, juega un papel clave a la hora de coordinar el comportamiento de consumidores, ahorradores y productores en una sociedad moderna.

Al igual que otros precios, estos se forman y estructuran a través de la oferta y la demanda. El interés tiende a bajar, cuando hay un exceso de ahorro; cuando hay poco, por consiguiente, este sube. Una gran cantidad de ahorro, es la señal que índica a los empresarios que pueden embarcarse en nuevos proyectos de inversión. Cuando el tipo de interés (y las mayores o menores facilidades del mercado crediticio), es temporalmente manipulado y artificialmente reducido por los bancos, el proceso que emprenden se denomina expansión crediticia. Antes los bancos privados lo hacían bajo el amparo del sistema de reserva fraccionaria: en vez de guardar el 100% del dinero ahorrado por los clientes, solo mantenían una "fracción" del monto original, y el resto lo prestaban sin ningún consentimiento a través, precisamente de la expansión del crédito. Durante mucho tiempo fue duramente criticado este sistema. Las quiebras de bancos por falta de solvencia, como veremos más adelante en los próximos ejemplos históricos, eran recurrentes. Todo cambiaría, sin embargo, cuando de manera deliberada, aparecería la figura del banco central, un prestamista de última instancia, capaz de "salvar" a los bancos carentes de solvencia cuando no pudieran hacer frente a sus obligaciones.

Actualmente, el proceso crediticio se logra inyectando nuevas dosis de dinero creado de la nada, a través del sistema bancario, bajo el amparo del banco central. Esto se denomina "inflación". La facilidad con la que se puede adquirir "dinero barato", hace que los empresarios se embarquen en proyectos de inversión que antes no habrían emprendido debido a que no parecían ser tan rentables como se mostraban a primera vista. Pero la facilidad artificial impuesta por los bancos, permite ello, y el animo de lucro latente en el espíritu empresarial, no dejará que dicha oportunidad se desperdicie. Es así como, luego de un auge económico, impulsado de manera artificial por la expansión crediticia, los recursos productivos escasos de la sociedad, se utilizan de manera errónea. Finalmente, estas malas inversiones, serán liquidadas, en el doloroso pero necesario proceso de recesión que inevitablemente le sigue al auge inflacionario, que no es más que el ajuste espontáneo que el mercado emprende para coordinar los esfuerzos productivos nuevamente a lo que verdaderamente demanda el consumidor.

Ya sea a través del sistema de reserva fraccionaria de la banca privada, o el crédito inflacionario del banco central, o ambos actuando en conjunto, como sucede en la actualidad, tal y como menciona Rothbard: "En el mercado libre, la tasa de interés constituye una guía indispensable para la dimensión temporal con respecto a la urgencia de las apetencias de los consumidores. La intervención del banco en el mercado ocasiona la disrupción de ese precio libre y deja a los empresarios en la imposibilidad de satisfacer apropiadamente los deseos de los consumidores, sin poder efectuar la debida estimación de la estructura de producción más provechosa. Tan pronto como pueden, o sea, apenas llega a sus manos el dinero, incrementado, los consumidores restablecen sus preferencias temporales (las proporciones antiguas en cuanto a diferenciales, inversión y consumo). El exceso de inversión en las etapas más alejadas y la inversión insuficiente en las más cercanas quedan ahora al descubierto". 

Auge y depresión. 

Hemos dicho que las tasas de interés son básicamente un precio que en un mercado libre fluctúa de acuerdo a la lógica de la oferta y la demanda. Esto implica que, en ausencia de manipulación monetaria, los proyectos de inversión estarán respaldados por ahorros reales, es decir, riqueza existente en la sociedad disponible para ser utilizada y que se expresa en la forma de bajas tasas de interés. En consecuencia, todo proyecto de inversión comenzado bajo tales condiciones será rentable en términos de costos versus retornos, y por tanto susceptible de ser terminado sin problemas. Si, por el contrario, las tasas de interés son altas, el mercado estará enviando una señal en el sentido de privilegiar el consumo presente, y por tanto no existirán los recursos liberados que hagan viables proyectos de inversión de mediano y largo plazo. Esto, a su vez, prevendrá a los potenciales inversionistas de tomar créditos para invertir en proyectos de largo plazo. Así, una alta tasa de interés determinada por el mercado impide la toma de decisiones económicamente irracionales. Pues bien, todo este proceso se desvirtúa si introducimos a un banco privado funcionando a través del sistema de reserva fraccionaria o lo que es peor, a un banco privado acompañado de un prestamista de última instancia que lo "salve" en momentos de apuros: el banco central. La introducción del banco central, en la actualidad, es la principal causa de crisis económicas que sopesa el mundo moderno, es en definitiva, el último indicio de economía soviética que aún perdura en la economía.

Una forma bastante didáctica de sintetizar el efecto central de las tasas de interés artificialmente bajas en la economía es la que plantea Peter Schiff en su libro Crash Proof. Imaginemos un célebre circo que viene a un pueblo. El circo es tan exitoso que atrae a miles de visitantes de otros pueblos vecinos, con lo cual la actividad económica del pueblo experimenta un repentino boom. Mientras tanto, el dueño de un restaurante cercano a donde se encuentra establecido el circo, ignorando el origen de la mayor demanda por sus servicios, pero entusiasmado por la misma, decide contratar a más personal y expandir el negocio, construyendo una nueva cocina para poder atender a más personas. Al cabo de tres semanas, el circo se va de este pequeño pueblo a otro. El propietario del local se encuentra de pronto con que la expansión de su negocio no era sostenible, ya que la mayor demanda por sus servicios no se debía a un cambio en las condiciones económicas reales del pueblo. La burbuja ha reventado. Ahora nuestro personaje, enfrentado a la posibilidad cierta de la quiebra, deberá despedir gente, reducir costos y liquidar la cocina construida. La recesión comenzó para este empresario que interpretó mal las señales del mercado, realizando inversiones insostenibles que finalmente implicaron una destrucción neta de riqueza, llevándolo a ser más pobre que antes del auge. Ante esta realidad, el ajuste, aunque doloroso, es la única salida que queda para volver al equilibrio y la prosperidad.

Una analogía aún más precisa sobre el problema de los booms creados por la expansión artificial del crédito es la que traza Mises en la Acción humana, quien señala que cuando pensamos en los empresarios que han tomado decisiones de inversión basados en las falsas señales enviadas por la manipulación de las tasas de interés, debemos imaginar a un constructor que planea construir una casa. El tipo de casa que diseñe el constructor dice directa relación con los recursos, ladrillos, cemento, madera, etc. que éste posea. Si el constructor está convencido de que posee un 30% más de esos materiales de los que realmente tiene, va a comenzar a edificar una casa mucho más grande de lo que habría planeado si hubiera sabido de antemano exactamente cuántos recursos tenía a disposición. Nuestro constructor descubrirá, sólo cuando haya empezado la construcción, que su proyecto está sobredimensionado y por tanto no podrá terminarse. Esto significa que los recursos utilizados hasta ahora han sido mal invertidos, es decir, desperdiciados.

Llevado a la escala de una economía, este engaño causado por las tasas de interés artificialmente bajas es el responsable de las masivas malas inversiones, "cluster de errores", de miles de empresarios, quienes creyeron contar con los recursos suficientes para llevar a buen término sus proyectos. Cuando finalmente la realidad se impone, terminando con el boom artificial, estos empresarios caen en la cuenta de que sus proyectos no son viables y deben ser liquidados. Y tal como en el caso del dueño del restaurante, la recesión es la encargada de corregir las malas inversiones causadas por el boom, permitiendo reubicar los recursos escasos de manera más eficiente.

Todo lo anterior expone los severos daños causados por el espejismo inflacionario. Gran parte de los factores productivos que han sido destinados a proyectos de inversión insostenibles pueden considerarse destrucción neta de riqueza, pues dado que los recursos necesarios para hacer viable dichos proyectos no existían en la sociedad, éstos han debido ser extraídos de áreas eficientes de la economía, distorsionando la estructura productiva. Por ello Henry Hazlitt explicaba que "Basta una inflación relativamente suave para desarticular la estructura de la producción, favoreciendo la expansión excesiva de unas industrias a expensas de las restantes. Todo ello implica malinversión y derroche de capital. Cuando la inflación se derrumba o es detenida, la equivocada inversión de capital, en máquinas, factorías o edificios, aparece incapaz de producir beneficios suficientes y pierde la mayor parte de su valor". De este modo, la sociedad es hoy considerablemente más pobre que antes del boom. Los consumidores están peor, ya que se han desperdiciado escasos bienes de capital en la producción de bienes innecesarios en lugar de aquellos que los consumidores requieren. En cuanto a los productores, muchos simplemente deberán abandonar sus inversiones considerándolas pérdida total, pues los medios necesarios para continuar con su explotación no pueden adquirirse vendiendo los productos que producían. En palabras de Mises: "El resultado final de la expansión del crédito es un empobrecimiento general. Algunas personas podrán haber aumentado su riqueza al no dejarse llevar por la histeria masiva aprovechando las oportunidades ofrecidas por la movilidad del inversionista individual... Sin embargo la inmensa mayoría debe pagar la cuenta por las malas inversiones y el sobre consumo de tiempos del boom".

Algo que se debe aclarar, es que la inflación, en su definición austriaca del término, es diametralmente opuesta a la que comúnmente emplean los economistas convencionales, definición, según la cual, la inflación es el alza general de los precios. Para los austriacos, la inflación es la creación de nuevo dinero a partir de la nada. Pero la creación de dinero a partir de la nada, no implica un aumento general de los precios, pues en definitiva, depende de donde se inyecte ese dinero inicialmente. Los precios, por otro lado, aumentan de manera muy dispar. El alza general de los precios, como se describe actualmente a la inflación, es la consecuencia final de un proceso lento y largo. Además, existen muchas dificultades a la hora de relacionar oferta monetaria e IPC. Por ejemplo, economistas austriacos como Ludwig von Mises, Benjamin Anderson, F. A. Hayek, vieron que los precios de los productos básicos eran estables en la década de 1920, pero que otros precios en la estructura de producción indicaban problemas relacionados con la política monetaria de la Reserva Federal. Mises, en particular, advirtió que la política de "dólar estable" de Fisher, empleada en la Reserva Federal, iba a resultar en graves ramificaciones. Si uno observa los precios relacionados a las inversiones empresariales, tanto en los años 20 como en el 2008, los altos precios parecen ser la norma. Los mercados de acciones y bonos de EE.UU. estaban en, o cerca de, máximos históricos. La tierra agrícola, los mercados de bienes raíces en Manhattan y Washington DC, mercado de bienes de producción, el petroleo, el oro, así como el mercado de arte contemporáneo en Nueva York estaban en auge con ventas récord y precios altísimos. Tal y como predecían los austriacos. Después de todo, es allí donde se crea el dinero, y el lugar donde gran parte de él se inyecta en la economía. Y este tipo de precios, muchas veces no son reflejados por el IPC o similares

Pero volviendo al tema, quizá el más doloroso de los ajustes, es el que sucede en el área del mercado laboral. El estallido de la burbuja inflacionaria ocasiona un paro a corto plazo. Sin embargo, se debe recalcar, que esto solo sucede a corto plazo, y solo a corto plazo. Es completamente mentira y falaz que una depresión económica tenga que durar tanto tiempo, como sucedió por ejemplo en los años 30 en EEUU. Más allá de la expansión del crédito, el crash del 29 se agravó, y se convirtió en la Gran Depresión, debido a las intervenciones del presidente H. Hoover y su sucesor F. D. Roosevelt.

Hoover aumentó el déficit fiscal, los impuestos, inició un mega proyecto de obras públicas, subsidios agrícolas, proteccionismo, control de precios, entre un gran número de regulaciones más. Sin embargo, una de las intervenciones más dañinas del gobierno de Hoover tuvo lugar en el mercado laboral. En lugar de permitir la inevitable caída de los salarios durante una recesión, Hoover intentó todo tipo de medidas para mantenerlos artificialmente altos bajo la errónea creencia de que esto evitaría una contracción mayor en la economía. En su postura intervencionista, Hoover insistió en que las empresas no debían despedir trabajadores para no afectar su poder adquisitivo, proponiendo reducciones de jornadas laborales y otras fórmulas que permitieran distribuir el desempleo entre los trabajadores. A cambio, Hoover prometió a los líderes empresariales que el gobierno intercedería para que los sindicatos no hicieran huelgas exigiendo alzas de salarios en tiempos de recesión. El acuerdo entre líderes empresariales y el gobierno se oficializó con amplia cobertura de la prensa; Henry Ford incluso anunció alzas de salarios y la Federación Americana del Trabajo elogió a Hoover en 1930 en su revista American Federationist diciendo que el Presidente había dado a los líderes industriales "un nuevo sentido a sus responsabilidades". John Maynard Keynes también alabaría la determinación de Hoover de mantener los salarios altos a pesar de la crisis, calificando dicha política como "ampliamente satisfactoria". Hoover fue quien le otorgó un poder desmedido a los sindicatos, lo que causó graves problemas y conflictos en las décadas siguientes, e impidió que se reajustaran los mercados laborales correctamente, agravando aún más los problemas.

Desempleo y depresión. 

Aunque el desempleo aumentó tras la caída de la bolsa en el 29, su tasa no alcanzó ni la mitad de los niveles a los que llegó después de que el gobierno realizara intervenciones a gran escala en la economía. Thomas Sowell, en su análisis a la Gran Depresión, cuenta que los cálculos, mes a mes, de dos economistas, mostraron que el creciente desempleo llegó a un punto máximo del 9 por ciento dos meses después del crash de 1929, y luego siguió una tendencia a la baja, llegando a un 6,3 por ciento en junio de 1930. El desempleo nunca llegó al 10 por ciento en ninguno de los doce meses después de la caída de la bolsa de 1929.

Pero, tras una serie de intervenciones gubernamentales, la tasa de desempleo se disparó por encima del 20 por ciento durante treinta y cinco meses consecutivos. Estas intervenciones comenzaron con el presidente Herbert Hoover, con la imposición de los aranceles Smoot-Hawley de 1930, los aranceles más altos en más de un siglo, con la intención de reducir las importaciones para que así se pudieran vender más productos hechos en Estados Unidos, y de esta manera crearan más empleos para los trabajadores estadounidenses. Una declaración pública, firmada por mil economistas de importantes universidades del país, advirtió sobre los peligros de estos aranceles, indicando que la Ley Smoot-Hawley no sólo sería incapaz de reducir el desempleo, sino también sería contraproducente. Pero nada de esto impidió que el Congreso aprobase la nueva legislación o que el presidente Hoover la promulgara en junio de 1930. Después de cinco meses, la tasa de desempleo se elevó a niveles de dos cifras por primera vez en la década de 1930, y nunca cayó por debajo de ese nivel durante ningún mes durante el resto de esa década.

Las intervenciones del gobierno en la economía, que comenzaron con la presidencia de Hoover, continuaron y fueron incrementadas por su sucesor, el presidente Franklin D. Roosevelt. Como indica Sowell, pese a que a menudo se atribuyen los masivos niveles de desempleo de la década de 1930 a la caída de la bolsa de 1929, pasaron más de dos años tras el crash de 1929 antes de que la tasa de desempleo alcanzara el 20 por ciento, y se quedó en esos niveles durante casi tres años.

El gobierno de Roosevelt, por su parte, aumentó el gasto gubernamental a partir de 1934; el objetivo era incrementar la "demanda global" para estimular la producción y reducir la desocupación. La política tributaria estuvo destinada a redistribuir el ingreso; se aumentaron significativamente los impuestos a los ingresos de los niveles más altos, se puso un impuesto del 5% sobre las utilidades no distribuidas de las empresas y se intentó pasar por el Congreso un impuesto federal a la herencia que finalmente fue rechazado, pero a cambio hubo aumentos sustanciales en los impuestos sobre bienes inmuebles. Toda esta política de Roosevelt no logró mejorar la situación recesiva que se estaba viviendo. En el año 1933 la desocupación subió levemente respecto de 1932, pasando de 12.060.000 a 12.830.000. En 1934 bajó a 11.340.000, en 1935 a 10.610.000, en 1936 a 9.030.000 y en 1937 a 7.700.000, pero en 1938 y 1939 volvió a subir a 10.390.000 y 9.480.000 respectivamente. El Indice de Producción Industrial de la Reserva Federal estaba en marzo de 1933 en 60, subió a 100 en julio y, luego de la National Industrial Recovery Act, cayó en noviembre a 72; en mayo de 1934 subió a 86 para caer a 71 en septiembre. Como se puede ver, la política de Roosevelt no logró que la economía se recuperara en forma definitiva y se mantuvo casi todo este periodo en constantes vaivenes.

Esto es muy diferente a lo que sucedió, por ejemplo en ese mismo siglo, frente a la depresión de 1920, también conocida como la "depresión olvidada". Heredada por el Presidente Warren Harding de su predecesor, Woodrow Wilson, el primer año de la depresión de 1920 fue en muchos sentidos incluso peor que el primer año de la Gran Depresión. Por ejemplo, sólo en 1920 el desempleo aumentó de un 4% a un 12%, la productividad de la economía cayó un 21% y el Producto Geográfico Bruto se contrajo en un 17%. Y si la caída general de precios nunca superó el 11 % durante la Gran Depresión, en 1920 el índice de precios al consumidor cayó un 15,8%.

Enfrentado a una de las peores crisis económicas de la historia de Estados Unidos, Harding decidió hacer exactamente lo contrario a lo que haría Hoover y Roosevelt una década después. En lugar de estimular la economía con mayor gasto fiscal, entre 1920 y 1922 el presupuesto del gobierno central fue reducido a la mitad. La Reserva Federal, por su parte, que había expandido artificialmente el crédito antes de la crisis contribuyendo a intensificar el boom, esta vez no acudió a rescatar bancos e instituciones insolventes, dejando en cambio que la recesión siguiera su curso. En palabras de Benjamín Anderson, economista austriaco y profesor de Harvard que investigó a detalle este acontecimiento, un punto central de la política bancaria de la FED fue el que "los bancos extendieran crédito permitiendo a los clientes solventes mantener su solvencia; pero si un cliente era insolvente, se consideraba inútil arrojar dinero bueno sobre malo". Es más, la FED, en lugar de bajar la tasa de descuento, la aumentó a un 7% en 1920 sin modificarla una vez que la recesión había comenzado.

Como resultado de esta postura no intervencionista, hacia 1922 el déficit fiscal de Estados Unidos era de un tercio del de 1920, la economía crecía nuevamente y el desempleo había caído a un 6,7%, para continuar bajando hasta alcanzar un 2,4% en 1923. En pocas palabras, luego de algo más de un año de serios problemas económicos, la economía se había prácticamente recuperado. Y la razón de esta recuperación que ha dejado sin explicación a un sinnúmero de economistas fue, como señala Anderson, el buen trabajo que empresas y bancos, al actuar libremente, hicieron para limpiar drásticamente la debilidad crediticia y realizar los ajustes de precios, costos y métodos necesarios para volver al equilibrio.

Se puede concluir que: es fundamental liberalizar el mercado (principalmente el laboral) lo más que se pueda en momentos de recesión, principalmente para que la gente desempleada pueda reincorporarse lo más rápido posible al trabajo. Un mercado laboral rígido impide que las personas consigan trabajo de manera inmediata, ocasionando graves problemas económicos y sociales. Por otro lado, se debe crear un clima de confianza que permita nuevas inversiones tanto extrajeras como locales para que dichos puestos de trabajo sean creados y la demanda sobre ellos sea satisfecha. Esa es la única cura a la depresión, y el camino al crecimiento sostenido tras el colapso económico. La intervención en la economía solo puede tener una sola consecuencia, agravar los problemas. Miremos a Japón que por ejemplo, lleva 3 décadas estancado, a EEUU en los años 70, o sino a la propia Argentina, y otros tantos ejemplos más, de economías estancadas incluso en la actualidad producto del intervencionismo, y esta "fobia" a la recesión o "deflación".

Deflación y depresión. 

En tiempos de depresión siempre hay cierta deflación, pero la deflación, no es la causa de la depresión, sino la consecuencia. Si se quiere encontrar la verdadera causa, para establecer su debido efecto, uno se debe remontar a las épocas de auge económico, que es lo que hemos estudiado anteriormente. La causa final de la depresión y la recesión, radica en la expansión del crédito sin respaldo en ahorro real. En definitiva, en la creación de proyectos inviables a largo plazo y el endeudamiento a gran escala de la población. Como indica Joseph Salerno "el proceso de ajuste de la recesión se prolonga aún más por el hecho de que el auge ha causado estragos en el cálculo monetario, los amarres de la economía de mercado. Los empresarios han descubierto que sus éxitos espectaculares durante el auge fueron simplemente el preludio de un fracaso repentino y profundo de sus pronósticos y cálculos a realizar. Hasta que hayan recuperado la confianza en sus habilidades de pronóstico y en la confiabilidad del cálculo económico, serán comprensiblemente reacios a iniciar empresas riesgosas, incluso si parecen rentables. Pero si se permite que el mercado funcione, este malestar empresarial se cura a sí mismo ya que la restricción de la demanda de factores de producción reduce los salarios y otros costos de producción en relación con los precios anticipados del producto. La "tasa de interés natural", es decir, la tasa de retorno de la inversión en la estructura de producción, por lo tanto, aumenta hasta el punto en que los empresarios se sienten atraídos por renovar sus actividades de inversión e iniciar el proceso de ajuste. El éxito se alimenta de sí mismo, el espíritu de los empresarios aumenta y la recuperación gana impulso". Este suceso se denomina de manera errónea "deflación secundaria", y como explicamos, es producto de la incertidumbre causada por el burst repentino de la burbuja económica. Ya sea que esté acompañada o no de una contracción monetaria incidental, es, por lo tanto, una parte integral del proceso de ajuste. Es el requisito previo para la renovación de la audacia empresarial y la restauración de la confianza en el cálculo monetario.

Como el auge aumenta el dinero en "circulación" (inflación), una vez el estallido de la burbuja se vuelve inevitable, esta genera una contracción crediticia y de dinero en "circulación" (deflación), que facilita y acelera la liquidación de los proyectos de inversión erróneamente iniciados en la etapa expansiva. Esto implica, por supuesto, que cualquier intento político de detener o revertir la disminución de los precios de los factores y activos mediante manipulaciones monetarias o programas de estímulo fiscal retrasará o descarrilará el proceso de ajuste de la recesión. Muchos echan la culpa a la deflación de ser la causante de las crisis, incluyendo al oro. Pero el oro, tal como mencionó el economista José Ignacio del Castillo, es simplemente el chivo expiatorio del que se valen los inflacionistas. El resumió esta crítica de la siguiente forma: "No hay cosa tal como una insuficiencia de oro para que se desarrolle la economía. La relación entre el stock total y la producción anual es más grande que la de cualquier otro bien económico. El oro se oculta rápidamente en el momento en el que los inflacionistas imponen sus tesis, destruyendo las cuentas públicas, el crédito y la moneda. No existe ningún conflicto entre los intereses de la "sociedad" y los de las personas mayores. Se necesita muy poco oro, y a veces prácticamente ninguno, para llevar a cabo todos los intercambios de renta y riqueza que se producen en el normal devenir de los negocios, siempre y cuando se respete la libertad de elección de los individuos. Solamente cuando hay temor o expectativa de intervención estatal, la demanda de oro se vuelve desequilibrante. La política correcta como de costumbre es el laissez faire, déjese al mercado decidir que es lo mejor para sus integrantes".

Los infundados temores a la deflación, han generado una paranoia extremadamente peligrosa en el subconsciente de muchas personas, economistas y políticos, que debido a ello, impiden el necesario proceso de reajuste que conlleva la depresión. El profesor Jesús Huerta de Soto mejor no lo habría definido: la paranoia antideflacionista. Esto se debe principalmente, a que la población, se a acostumbrado a la expansión del crédito y la inflación. Cree que no hay otro mundo que no sea el de la perdida constante del valor del poder adquisitivo y por extensión, el aumento de los precios.

La idea de que los bancos centrales deben, y tienen la responsabilidad de hacer que los precios se mantengan "estables", los convierte en máquinas inflacionarias, y generadoras de ciclos económicos y cada vez, uno más grave que el anterior. No benefician a la población bajo ningún termino. En el largo plazo, este proceso de incremento de la masa monetaria es extremadamente dañino, pues la inflación acumulada a través de los años debido a este tipo de políticas implica un deterioro importante en el poder adquisitivo de las personas en beneficio del gobierno y de las élites financieras. En EEUU, la inflación acumulada entre 1971 y 2011 es de un 451,8%. Mientras que si se toma los años que van desde la creación de la FED en 1913, el precio a pagar por un producto que en 1913 costaba 100 dólares, en 2011 es de 2.257 dólares, lo que refleja una inflación acumulada de un 2.157,2%.

En un mundo de inflación crónica como en el que estamos viviendo, los bancos centrales y el gobierno no permiten a las masas beneficiarse de la baja de los precios producto de las mejoras tecnológicas y el aumento de la productividad, según ellos para "protegerlos", cuando esa "protección" al final del día termina creando un nuevo ciclo de negocios que estalla con mayor virulencia que el anterior, y es la gente de a píe, en última instancia, la que termina pagando los platos rotos por las acciones "bienintencionadas" de los burócratas gubernamentales y sus amigos empresarios.

Un excelente ejemplo histórico de cómo mejora la calidad de vida gracias a la disminución de los precios lo constituye el período entre 1873 y 1896 en Inglaterra, el cual ha dejado sin explicación a generaciones completas de economistas. En esa época, los países estaban sujetos al padrón oro, por lo que no podían aumentar la masa de dinero circulante fácilmente. Esto llevó a que durante dos décadas los precios en Inglaterra no hicieron más que caer debido al aumento de la productividad, lo que convenció a muchos de que estaban experimentando una "Gran Depresión". Sin embargo, la evidencia muestra que si bien los precios bajaban, en términos reales la sociedad era mucho más rica al final de la depresión que al principio. En efecto, en la Inglaterra post "deflación" los consumidores podían acceder a muchos más bienes y las empresas mantenían, en términos reales, excelentes niveles de utilidades. La conclusión es simple: la famosa Gran Depresión de 1853-1896 no es más que un mito. Ciertamente los precios bajaron, pero todos los demás índices de actividad económica, tales como producción de carbón y hierro, tonelaje de barcos construidos, consumo de lana y algodón, utilidades por concepto de comercio, formación de empresas, consumo per cápita de avena, té, cerveza y tabaco, entre otros, muestran una notoria evolución al alza. Aún más, la verdadera contracción de la economía se produjo poco antes de la Primera Guerra Mundial, cuando los precios iban al alza. Alfred Marshall, refiriéndose a este periodo en Inglaterra específicamente indicó que: "Es dudoso si los últimos diez años, que se consideran años de depresión, pero en los que ha habido pocos movimientos violentos de precios, en general, no han conducido más a un progreso sólido y verdadera felicidad que las alternancias de la actividad febril y el doloroso retroceso que han caracterizado cada década precedente de este siglo. De hecho, considero las fluctuaciones violentas de los precios como un mal mucho mayor que una caída gradual de los precios".

Otros ejemplos de deflación con crecimiento económico lo constituyen China y Estados Unidos. En China, entre 1998 y 2001, el PIB real aumentó en un promedio anual de 7,6%, mientras el nivel promedio de precios del retail bajó hasta en un 3,0% en cada uno de esos años. Se dice que en ese periodo de tiempo un millón de personas salieron de la pobreza cada mes. En Estados Unidos, en tanto, de 1880 a 1896 el nivel general de precios cayó en un 30%, es decir, un 1,75% al año, mientras que el ingreso real de las personas aumentó un 85%, o lo que es lo mismo, un 5% al año. Este periodo incluso dejó desconcertado al propio Milton Friedman, un gran defensor de las políticas estabilizadoras de precios. Milton Friedman y Anna J. Schwartz, refiriéndose al período de 1865 a 1879 en los Estados Unidos, en el que prácticamente no se produjo un incremento en la oferta de dinero, concluyen que: "El nivel de precios cayó a la mitad de su nivel inicial en el transcurso de menos de quince años y, al mismo tiempo, el crecimiento económico avanzó a un ritmo rápido... Su coincidencia arroja serias dudas sobre la validez de la opinión ahora ampliamente sostenida de que la deflación secular de los precios y el rápido crecimiento económico son incompatibles".

El argumento para defender la existencia de los bancos centrales es que sin éstos la economía sería inestable y susceptible de repetidos pánicos financieros. Se dice que sin ellos ésta no sería lo suficientemente moderna. Al momento de fundar la FED, el contralor de la moneda en Estados Unidos incluso afirmó que gracias a la creación de la FED "los pánicos financieros y crisis comerciales con sus postraciones y miserias pasarían a ser una imposibilidad matemática", agregando que de ahora en adelante "las quiebras de bancos nacionales serían virtualmente eliminadas". La verdad, no obstante, es que el mercado nunca ha sido más inestable ni las crisis más devastadoras que desde la creación de la Reserva Federal. Según registra el National Bureau of Economic Research, desde 1913, cuando se creó la FED, en Estados Unidos se han verificado las siguientes recesiones: 1918-1919, 1920-1921, 1923-1924,1926-1927, 1929-1933, 1937-1938, 1945, 1948-1949,1953-1954, 1957-1958, 1960-1961, 1969-1970, 1973, 1975, 1980, 1981-1982, 1990-1991, 2001 y finalmente 2007. Evidentemente algo salió mal con el cálculo matemático.

Boom & crash: Antes y después de la Revolución Industrial. 

Aunque se pueda creer que los auges y depresiones son un tema moderno, incluso antes de la revolución industrial sucedieron varios ciclos de negocios, y muchos catastróficos, en toda la palabra. En todos ellos, la actividad bancaria jugó un papel muy importante. Algunos de los ciclos más emblemáticos fueron, por ejemplo, las crisis acaecidas en la economía florentina a mediados del siglo XIV y en el siglo XVI. Se ha documentado cómo los bancos de Florencia expandieron significativamente el crédito desde comienzos del siglo XIV, lo cual generó un importante boom económico que convirtió a Florencia en el centro de la actividad financiera y comercial del Mediterráneo. Sin embargo, una serie de acontecimientos, como la bancarrota inglesa, la retirada de fondos napolitanos y el crash de los títulos de la deuda pública de Florencia, actuaron como detonantes específicos del comienzo de la inevitable crisis, que se manifestó con una quiebra generalizada de bancos y una fuerte contracción del crédito en el mercado.

La expansión crediticia que se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo XVI en Florencia tuvo consecuencias aún más virulentas. Se dice que los bancos de Ricci utilizaron los fondos públicos como base monetaria para iniciar la expansión crediticia. Otros ejemplos históricos de auge y depresión producto de las expansiones del crédito, fue el caso de la emprendida por el banco de los Médicis en Venecia, que terminó quebrando en el año 1494. Los procesos de expansión y quiebra bancaria que afectaron a los banqueros de la plaza de Sevilla en época de Carlos V son otros ejemplos. Y también la gran depresión en que desembocó la expansión especulativa y financiera que creó John Law en la Francia de principios del siglo XVIII y que ha sido analizada con detalle por varios autores, entre otros el propio Hayek.

A partir de las guerras napoleónicas, con el inicio de la Revolución Industrial y la generalización del sistema bancario basado en la reserva fraccionaria, los ciclos económicos comienzan a reproducirse con una gran regularidad, adquiriendo ya los rasgos típicos más significativos que hemos expuesto.

Los más conocidos son el pánico de 1819, estudiado por Murray N. Rothbard en un libro que ha día de hoy es un clásico respecto al tema. La crisis de 1825 fue esencialmente inglesa, y produjo una burbuja básicamente en forma de inversiones en las primeras líneas de ferrocarril y en el desarrollo de la industria textil. La crisis de 1836 expandió el crédito para financiar nuevamente a los ferrocarriles, la siderurgia y el carbón, desarrollándose la máquina de vapor como nueva fuente de energía. El auge y crisis de 1847 se inicia a partir de 1840, tras el reinicio la expansión crediticia en el Reino Unido, extendiéndose igualmente por Francia y Estados Unidos. En 1857 se desata otra depresión con un esquema similar a los anteriores. Tiene su origen en un auge previo que dura cinco años, de 1852 a 1857. El 22 de agosto de 1857 es un día de verdadero pánico en Nueva York y muchos bancos suspenden sus operaciones. Le sigue la crisis de 1866, cuya etapa expansiva se inicia a partir de 1861 y en ella tienen un papel protagonista el desarrollo de los bancos en Inglaterra y la expansión crediticia iniciada por el Credit Foncier en Francia. Como consecuencia de la expansión, sube el precio de los bienes de producción, de la construcción y de las industrias relacionadas con el algodón.

La crisis de 1873 también muy semejante al de las anteriores. La expansión se inicia en Estados Unidos con motivo de los cuantiosos gastos a que dio lugar la Guerra de Secesión. En la crisis de 1882 la expansión crediticia se reinicia a partir de 1878 en Estados Unidos y en Francia. En Estados Unidos quiebran más de 400 bancos sobre un total de 3.271, extendiéndose el paro y la crisis sobre todo en las industrias más alejadas del consumo. La crisis de 1890-1892 se desata tras una expansión crediticia que se extiende por todo el mundo en forma de préstamos que llegan, sobre todo, a América del Sur. También se desarrolla mucho el sector de la construcción naval y el sector de las industrias pesadas. La crisis comienza en el año 1890, extendiéndose la depresión hasta 1896. Finalmente la crisis de 1907. De nuevo se reinicia la expansión crediticia a partir de 1896, durando la misma hasta 1907. En este caso los nuevos créditos, creados de la nada, se invierten en energía eléctrica, teléfono, ferrocarriles metropolitanos y construcción naval.

Los "felices años 20" y La Gran Depresión.

En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial se inició una enorme expansión crediticia que comenzaría en los Estados Unidos. Esta expansión fue orquestada por la recién creada Reserva Federal (que se fundó en 1913), y se basó en los programas de estabilización del valor de la unidad monetaria que, respaldados por teóricos como Irving Fisher, J. M. Keynes, y otros economistas. Murray N. Rothbard, calculó que la oferta monetaria de Estados Unidos creció de 37 mil millones de dólares en 1921 a más de 55 mil millones en enero de 1929. Estas cifras son muy semejantes a las estimadas por Milton Friedman y Anna J. Schwartz, para los cuales la oferta monetaria pasó de más de 39 mil millones de dólares en enero de 1921 a 57 mil millones en octubre de 1929. La expansión del crédito duró casi 10 años.

El arquitecto de esta política monetaria artificialmente laxa fue Benjamín Strong, presidente de la Reserva Federal de Nueva York. Strong y el presidente del Banco de Inglaterra, Montague Norman, coordinadamente inflaron la masa monetaria durante la década del 20 con el fin de lograr "científicamente" un mayor progreso. Tiempo después, el propio Keynes describiría la "exitosa manipulación del dólar por parte de la Reserva Federal de 1923 a 1928" como un "triunfo". En el 1927, Keynes diría una frase que pasaría a la historia, por su majestuosa ingenuidad, obviamente: "No tendremos más crashes en nuestro tiempo".

F.A. Hayek fue testigo de la política expansionista en el crédito seguida por la Reserva Federal durante los años veinte. En efecto, en 1923-1924 dedicó quince meses a estudiar la política monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos y fruto de esa estancia realizó un artículo sobre la política monetaria de los Estados Unidos después de la crisis de 1920, en el que se mostró bastante crítico al respecto.

Fisher, por su parte, declaraba en 1929, un par de semanas antes del crac, que las acciones habían alcanzado "un permanente y alto nivel" en su valor, esperando que este mercado estuviera "bastante más alto de lo que se encuentra hoy en un par de meses". Ludwig von Mises veía las cosas de otro modo. Escribiendo a más de un año antes del crash, Mises argumentó que la prosperidad defendida por economistas como Fisher era una ilusión: "Es muy claro, escribió, que la crisis debe venir tarde o temprano", añadiendo que ésta debe venir "primera y directamente por un cambio en la conducta de los bancos", cuyo error no es aumentar la tasa de interés, sino que aumentarla demasiado tarde, estimulando así aún más la burbuja.

A mediados de 1929 Mises incluso rechazó una tentadora oferta de trabajo del banco vienes Kreditanstalt, proclamando que "un gran crash está por venir y no quiero mi nombre conectado de ningún modo con él". Tal como Mises había predicho, el colapso finalmente llegó en octubre de 1929, seis meses después que la Reserva Federal pusiera fin a la expansión del crédito. La burbuja reventó llevando a una caída de un 89% en la bolsa durante los tres años siguientes, desplome del cual el mercado accionario no se recuperaría completamente hasta 1954. Lamentablemente, las intervenciones de Hoover y Roosevelt agravaron lo que se podría haber solucionado en un año o dos, como mucho, alargando la crisis y depresión por más de una década.

La estanflación de los años setenta.

La característica más típica de los ciclos económicos posteriores a la Segunda Guerra Mundial es que han tenido su origen en políticas deliberadamente inflacionistas dirigidas y coordinadas por los bancos centrales. Bajo inspiración teórica keynesiana, durante las décadas siguientes al conflicto y hasta finales de los años sesenta, se consideró que mediante una política fiscal y monetaria "expansiva" podía evitarse el advenimiento de cualquier crisis. La dura realidad llegó con la grave recesión de los años setenta, recesión inflacionaria (stagflation) que echó por tierra y desprestigió teóricamente los postulados keynesianos. Las constantes inyecciones de dinero, los mercados del trabajo rígidos e inflexibles, los controles de precios, y las regulaciones excesivas en la producción y el mercado en general, hicieron que el paro se generalizara y la inversión cayera, mientras los precios, no paraban de aumentar.

Muchos países alcanzaron aumentos en los precios de hasta de dos dígitos, superando el 20% anual en Inglaterra, Italia y España, algo menos en Francia; en la India llegó a un pico el 30%; otros países como Turquía o algunos países latinoamericanos superaban el 100% anual; pero incluso EEUU o Suecia alcanzaron el 14% anual hacia finales de esa década. Los keynesianos suelen escudarse detrás del aumento de los precios del petróleo provocado por el cartel de la OPEP en 1973. Sin dudas ese aumento de precios tuvo un efecto de corto plazo en el mundo entero hasta que se acomodaron los precios relativos. Sin embargo, Alemania, a pesar de ser importador de petróleo, como Japón, solo tuvo un pico de 8% anual que fue controlado rápidamente. Tres años más tarde volvía al 2% anual. Lo mismo sucedió en Japón que pasó de tener un 30% a un 5% anual. Incluso en EEUU, los precios alcanzaron techo un año después del aumento del petroleo, con una tasa cercana al 12%, luego se redujeron a 5% en 1975, y finalmente aumentaron por encima del 13% en 1979.

El crash de 2008 y la Gran Recesión. 

Luego de que estallara la burbuja de las puntocom, comenzaría a gestarse la nueva crisis financiera, y por el momento, la más emblemática en este nuevo siglo: La crisis subprime de 2008.

Además de ser causada por la FED, debido a las constantes inyecciones masivas de liquidez, desde luego no fue la única herramienta del gobierno responsable, otras dos instituciones creadas por el Congreso de Estados Unidos, también tuvieron gran impacto, a saber, las instituciones hipotecarias Fannie Mae (Federal National Mortgage Association) y Freddie Mac (Federal Home Loan Mortgage Corporation). La primera tiene su origen en el New Deal de Roosevelt, y la segunda fue creada en 1970 en parte como complemento y en parte como competencia a la primera. En 1968 y 1970, Fannie y Freddie, respectivamente, adquirieron el estatus de "Government Sponsored Entities" (GSE) o "entidades patrocinadas por el gobierno".

Estas dos entidades fueron creadas para facilitar el crédito inmobiliario a personas que no eran solventes. La Fed proporcionaba enormes inyecciones de dinero que inflaban la burbuja cada vez más, y este dinero era también destinado al otorgamiento de hipotecas, gran parte de las cuales luego serían adquiridas por Fannie y Freddie. Así se configuró una espiral de gasto, crédito y endeudamiento que llevó a las dos gigantes a comprar y garantizar casi la mitad de los 12 billones, millones de millones, de dólares de que constaba el total del mercado hipotecarios en Estados Unidos. Para ser más precisos, sólo entre las dos instituciones acumularon papeles hipotecarios, incluyendo un considerable porcentaje de créditos subprime, por 5,3 billones de dólares, es decir, por más de un 40% del PIB de Estados Unidos.

La expansión del crédito tiende a finalizar cuando el aumento de los bienes se incrementa de sobre manera, lo que causa la contracción del crédito, lamentablemente, el explosivo aumento de precio de los inmuebles durante el auge previo a la crisis de 2008 simplemente no fue reflejado en el CPI, porque en 1983 el BLS decidió no seguir incluyendo el precio de inmuebles dentro de la canasta de bienes con que se mide la inflación. En su lugar comenzó a utilizar una equivalencia denominada price to rental, ratio, o razón precio renta. De este modo, en lugar de considerar el incremento en el precio de viviendas como parte de la inflación, el BLS se concentró en el precio al cual los dueños de los inmuebles estarían dispuestos a arrendar sus propiedades. Como resultado, en 2004, antes de que la FED comenzara a subir gradualmente las tasas de interés, la inflación, de acuerdo al CPI de cuya composición un 23% corresponde al factor habitacional, fue de un 3,3%. De haberse incluido el aumento de precio de inmuebles, la cifra habría sido de 6,2%, lo que en la época se habría considerado como inflación desbocada, poniendo una enorme presión sobre la FED para realizar un alza radical de las tasas de interés

Hoy conocemos el desenlace de esta burbuja. El presidente Obama intervino en la economía y perpetuó el paró a gran escala en EEUU. La economía en gran parte del mundo, no se había recuperado aún debido a la rigidez de los mercados, cuando en 2015 se volvieron a bajar las tasas de interés, inyectando una abrupta cantidad de dinero creado de la nada a través de los bancos centrales. El desenlace está por verse, y con la crisis del Covid-19, estamos delante de un panorama incierto.

El futuro. 

Hay múltiples posibles futuros para la economía de mercado en el mundo moderno. El primer escenario es un regreso a la estanflación como a finales de la década de 1970. Las constantes inyecciones de dinero se vuelven cada vez más intensas, las intervenciones vuelven los mercados laborales rígidos e inflexibles, volvemos a una nueva era de planificación económica con precios fijos, y mercados controlados. La inflación de precios, se combina con estancamiento. Es una posibilidad factible, y debo decir que la considero hasta en cierto punto la más probable. Pero no me arriesgaría a afirma en un 100% que eso es lo que sucederá, debido a que depende también de la política.

La segunda opción, probablemente la que más se apegará a la realidad, es que la economía se recuperará de la crisis con mucho esfuerzo y dedicación, y los recursos se reajustarán acorde a la oferta y la demanda en un marco de relativa libertad económica, al menos en algunos países. Obviamente, la "prosperidad" durará hasta que estalle la próxima burbuja.

El tercer escenario, ha sido planteado incluso por economistas reconocidos, y este escenario implica que podríamos estar cerca del fin del sistema bancario moderno. Podríamos contemplar, explican, dentro de poco el colapso de la estructura bancaria. Aunque existen chances, creo que son mucho más probables las primeras dos opciones, pero no debería descartarse.

La cuarta posibilidad, es la que propone el profesor Jesús Huerta de Soto: tanto para Europa como EEUU, podríamos estar delante de la "japonización" de la economía mundial. A groso modo, esto implica que en algún momento las intervenciones gubernamentales y las constantes inyecciones de dinero dejarán de tener efecto en todos los niveles. El dinero se volverá estéril, y la economía se zombificará. Se quedará estancada y con un crecimiento chato, llano. La gente tomará el dinero emitido por el gobierno, y como lo tomará, se lo guardará en su bolsillo para nunca usarlo. En algunos países, como Alemania, Francia y otros, es un síntoma latente la enfermedad nipona.

Y finalmente, la posibilidad que deseamos muchos de nosotros, aunque parece ser la más improbable de las cuatro anteriores: justo después del colapso financiero mencionado en el tercer punto, el fin del sistema actual se abre camino, y entonces se presenta una alternativa. Si queremos verdaderamente una economía de mercado libre, pura y estable, es necesario eliminar el papel de los bancos centrales y poner fin, de manera absoluta a la concesión de privilegios (a través del sistema de reserva fraccionaria) por parte del estado a los bancos privados, restableciendo un sistema de banca libre con coeficiente de caja del 100 por cien. Solo así, pondremos fin a los auges y las depresiones cíclicas que nos azotan una y otra vez. De mantenerse el actual sistema, periódicamente seguiremos sufriendo crisis tras crisis, y probablemente cada nueva crisis sea cada vez más grave que la anterior. Y mientras la población tenga que ajustarse el cinturón para volver a salir adelante nuevamente, los gobiernos y sus amigos, seguirán disfrutando de la enorme riqueza que nos extraen mediante la simple acción, de encender una impresora. 

Bibliografía:

-La teoría del dinero y del crédito - Ludwig von Mises
-La acción humana - Ludwig von Mises
-Economía básica - Thomas Sowell
-Hombre, economía y estado - Murray N. Rothbard
-El pánico de 1819 - Murray N. Rothbard
-La Gran depresión - Murray N. Rothbard
-El misterio de la banca - Murray N. Rothbard
-Precios y Producción - Von Hayek
-Monetary Theory and the Trade Cycle - Von Hayek
-F. A. Von Hayek Contra Keynes y Cambridge. Ensayos, correspondencia - Bruce Caldwell
-La economía en una lección - Henry Hazlitt
-Los errores de la nueva ciencia económica - Henry Hazlitt
-La refutación de Keynes - José Ignacio del Castillo
-La paranoia antideflacionistas (conferencia) - Jesús Huerta de Soto
-La japonización de la Unión Europea (Conferencia) - Jesús Huerta de Soto

-Dinero, crédito bancario y ciclos económicos - Jesús Huerta de Soto
-Crisis financiera y recesión económica - Jesús Huerta de Soto
-La Gran depresión - Hans Sennholz
-La Gran depresión del siglo XX - Lionel Robbins
-La crisis del treinta - Juan C. Cachanosky
-La miseria del intervencionismo - Axel Kaiser
-A 10 años de la crisis subprime (conferencia) - Axel Kaiser
-A Reformulation of Austrian Business Cycle Theory in Light of the Financial Crisis - Joseph T. Salerno

sábado, 18 de julio de 2020

Bancos centrales: el último indicio de la economía soviética.


Una de las tesis más importantes de la Escuela Austriaca, es el teorema de la imposibilidad práctica del socialismo, y la planificación central en general. Los economistas austriacos fueron los primeros en prever las consecuencias económicas y sociales que inexorablemente producen los intentos de planificar, coordinar y guiar desde la cima la economía y la sociedad, adelantándose varias décadas al inevitable fracaso de los experimentos socialistas llevados a cabo en la Unión Soviética y el Bloque del Este. 

Aun cuando permanecía en secreto para los países occidentales todo lo que allí sucedía, o mediante la propaganda gubernamental se intentaban ocultar los desastres recurrentes que azotaban los países del bloque comunista, finalmente el verdadero rostro de la planificación central se dejaría ver tras la caída del muro de Berlin el 9 de noviembre de 1989, que inició el fin de una era de experimentos socialistas.

Socialismo y planificación central.

Los físicos han determinado que incluso la masa de materia más sólida y pesada que vemos es principalmente un espacio vacío. Pero a nivel submicroscópico, las motas de materia dispersas a través de un vasto vacío tienen una densidad y un peso tan increíbles, y están unidas entre sí por fuerzas tan poderosas, que juntas producen todas las propiedades del hormigón, el hierro fundido y la roca sólida. De la misma manera, las motas de conocimiento están dispersas a través de un vasto vacío de ignorancia, y todo depende de cuán sólidas sean las motas individuales de conocimiento y de cuán poderosamente vinculadas y coordinadas estén entre sí. 

¿Cuál es entonces la ventaja intelectual de la civilización sobre el salvajismo primitivo? No es necesariamente que cada hombre civilizado tenga más conocimiento, sino que necesita mucho menos. La civilización es un enorme dispositivo para economizar el conocimiento. El tiempo y el esfuerzo (incluidos los errores costosos) necesarios para adquirir conocimiento se minimizan a través de la especialización, es decir, a través de limitaciones drásticas en la cantidad de duplicación de conocimiento entre los miembros de la sociedad. Un puñado de personas sabe cómo producir alimentos, un puñado diferente ropa, medicinas, etc. Los enormes costos que se ahorran al no tener que duplicar el conocimiento y la experiencia en toda la población hacen posible un mayor desarrollo de ese conocimiento entre los diversos subconjuntos de personas en las respectivas especialidades.

Por ello, se ha dicho que ninguna persona sabe cómo hacer ni siquiera un simple lápiz de plomo. Es decir, no hay una sola persona que sepa cómo extraer el grafito, cultivar la madera, producir el caucho, procesar el metal y manejar todas las complicaciones financieras de administrar un negocio exitoso. En resumen, todos estamos en el negocio de vender y comprar conocimiento unos de otros, porque ignoramos profundamente lo que se necesita para completar todo el proceso del que formamos parte.

El conocimiento político se transmite por articulación, y su transmisión precisa a través de la competencia política depende de la existencia preexistente de conocimiento y comprensión del ciudadano receptor. El conocimiento económico no necesita ser articulado al consumidor, sino que se transmite, resume, en el precio y las cualidades de los bienes. El consumidor puede no tener idea alguna, o incluso una idea equivocada, de por qué un producto cuesta menos y sirve mejor a sus propósitos; todo lo que necesita es ese resultado final en sí mismo.

Los precios transmiten la experiencia y los sentimientos subjetivos de algunos como conocimiento efectivo para otros; es conocimiento implícito en forma de incentivo explícito. Las fluctuaciones de precios transmiten el conocimiento de las compensaciones cambiantes entre las opciones cambiantes a medida que las personas sopesan los costos y los beneficios de manera diferente con el tiempo, con cambios en los gustos o la tecnología. La totalidad del conocimiento transmitido por los innumerables precios y sus tasas de cambio muy variables excede ampliamente lo que cualquier individuo puede saber o necesita saber para sus propios fines. Por ello, el sistema de mercado libre permite economizar un factor productivo fundamental, el conocimiento. En el libre mercado no se necesita saber todo lo que sucede, sino que los individuos pueden economizar el factor escaso por definición, el conocimiento, tomando solo aquello que le permite alcanzar sus fines más precisados.

El órgano de planificación central es incapaz de reunir la totalidad de esa información, y mucho menos crearla, primero, por razones de volumen (es imposible que el órgano de intervención asimile constantemente el enorme volumen de información práctica diseminada en las mentes de los seres humanos); segundo, dado el carácter esencialmente intransferible al órgano central de la información que se necesita (por su naturaleza subjetiva, práctica, tácita y no articulable); tercero, porque, además, no puede transmitirse la información que aún no se ha descubierto o creado por los actores y que sólo surge como resultado del libre proceso de mercado que surge del ejercicio de la función empresarial sometida al derecho; y cuarto, porque el ejercicio de la coacción impide que el proceso empresarial descubra o cree la información necesaria para coordinar la sociedad.

Para ejemplificar esto, cerca del final del gobierno comunista soviético, dos economistas, Shmelev y Popov, afirmaron: "Todo está interconectado con el mundo de los precios, de tal manera que el cambio más mínimo en un elemento se transmite en cadena a otros millones de productos". Adam Smith, el economista liberal más famoso, no lo habría podido decir mejor. Existe una fuerza que "guía" y "coordina" los esfuerzos individuales de manera espontánea como si se tratase de una "mano invisible", pero esta "mano invisible" no era una entidad planificadora sobrenatural o una fuerza de coacción y compulsión gubernamental, sino el sistema de precios actuando libremente. Los economistas soviéticos eran conscientes de la importancia de los precios porque habían vivido de primera mano lo que ocurre cuando se impide a los precios desempeñar su papel. No obstante, los economistas no estaban al mando de la economía soviética; eran los líderes políticos quienes tenían la batuta. Es más: durante el gobierno de Stalin, se fusiló a muchos de estos economistas por decir cosas que Stalin no quería oír.

La consecuencia inevitable del ejercicio sistemático de la coacción sobre la sociedad por parte de los Estados es la aparición de un generalizado desorden y desajuste social precisamente en todos los niveles y áreas en los que incidan la coacción. En efecto, se favorece la creación de información errónea y la generación de acciones irresponsables (en el campo económico, la ineficiencia y mal uso de los factores productivos, escasez y sobreproducción continua y simultánea, etc), favoreciendo el desarrollo de la economía oculta o irregular (mercados negros) y creando y manteniendo, en suma, todo tipo de desajustes y conflictos sociales (como la concesión de privilegios, la corrupción y el cohecho).

Sin embargo, no muchos se han dado cuenta de que este teorema, es también aplicable a todo órgano de planificación central, incluyendo, en la actualidad, a los bancos centrales.

Bancos centrales y planificación central.  

En efecto, como explica el profesor Huerta de Soto, "todo el sistema financiero y bancario moderno de las economías de mercado se fundamenta, por un lado, en el ejercicio sistemático de la coacción en contra del libre ejercicio de la función empresarial en el área financiera y, por otro lado, en la concesión a los bancos privados de privilegios en contra de los principios tradicionales del derecho para que puedan operar con un coeficiente de reserva fraccionaria".

Hay numerosos factores que el profesor Huerta de Soto enumera, y parecen inevitable hacernos llegar a la conclusión de que, citando a su alumna, Elena Sousmatzian Ventura, "la organización del sistema bancario está mucho más próxima a la economía socialista que a la economía de mercado"

Por ejemplo, explica que "En cuanto al ejercicio sistemático de la coacción en el campo financiero y bancario es fácil de entender que éste se lleva a cabo, en primer lugar, a través de las disposiciones de curso legal o forzoso que obligan a aceptar como medio liberatorio de pago la unidad monetaria emitida con carácter monopolista por el banco central", por otro lado "La coacción institucional del banco central se manifiesta igualmente en el entramado de toda una legislación bancaria de tipo administrativo dirigida a controlar detalladamente la actuación de las entidades de crédito y, a nivel macroeconómico, a definir y ejecutar la política monetaria de cada país".

Incluso para echar más leña al fuego, podríamos citar el punto número 5 que Marx propone como medida para alcanzar el socialismo en el Manifiesto comunista, y como esta encaja casi como anillo al dedo con la descripción de los actuales bancos centrales: "Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y régimen de monopolio".

En definitiva, en materia bancaria y crediticia nos encontramos, como bien dice el profesor Huerta de Soto, "en la misma situación en que hasta hace pocas décadas se encontraban los países socialistas del este europeo, que pretendían coordinar sus decisiones y procesos económicos a través de un sistema de planificación central". Es decir, la "planificación central" se ha materializado, en el mundo moderno, en el campo bancario y crediticio de las economías de mercado, por lo que es natural que se reproduzcan en esta área todos los efectos de descoordinación e ineficiencia que la teoría del fracaso del socialismo ha puesto de manifiesto.

¿Crisis cíclicas o planificación centralizada?

En el mercado hay todo tipo de precios. Los precios de los bienes de consumo son el ejemplo más evidente, pero el trabajo también tiene precios, llamados salarios, y el dinero prestado tiene un precio, llamado interés. Como dijimos al inicio, los precios son señales, en las que tanto oferente como demandante pueden confiar para tomar sus decisiones. El control de precios desorienta tanto a los productores como a los consumidores. Los precios "bajos" establecidos para los productos limitan la oferta, mientras que los precios "bajos" establecidos para los consumidores estimulan la demanda. En consecuencia, el control de precios aumenta la brecha entre la oferta y la demanda, y por el contrario, no soluciona el problema de la escasez como piensan los burócratas gubernamentales, lo empeora, genera mercados negros, incentiva el cohecho, la ineficiencia, y pronto, los bienes y servicios pierden calidad.

Los controles de precios, en definitiva, generan consecuencias desastrosas, enviando mensajes erróneos a los actores económicos. Bajo una economía de mercado, los controles de precios son relativamente escasos, o directamente nulos. No obstante, se da una de las manipulaciones de precio más mortales para la sociedad en su conjunto. El control de los tipos de interés.

El tipo de interés, es el precio determinado en un mercado, en el que los oferentes o vendedores de bienes presentes son, precisamente, los ahorradores, es decir, todos aquellos relativamente más dispuestos a renunciar al consumo inmediato a cambio de obtener un mayor valor de bienes en el futuro. Por eso muchos denominan al tipo de interés también como "tasa de preferencia temporal". En todo caso, lo más importante es tener en cuenta que el interés, como precio de mercado o tasa social de preferencia temporal, juega un papel clave a la hora de coordinar el comportamiento de consumidores, ahorradores y productores en una sociedad moderna.

El interés tiende a bajar, cuando hay un exceso de ahorro. Esa es la señal que índica a los empresarios que pueden embarcarse en nuevos proyectos de inversión. Cuando el tipo de interés (y las mayores o menores facilidades del mercado crediticio), es temporalmente manipulado y artificialmente reducido por los bancos, el proceso que emprenden se denomina expansión crediticia. Antes los bancos privados lo hacían bajo el amparo del sistema de reserva fraccionaria, en vez de guardar el 100% del dinero ahorrado por los clientes, solo mantenían una "fracción" del monto original, y el resto lo prestaban sin ningún consentimiento a través, precisamente de la expansión del crédito. Durante mucho tiempo fue duramente criticado este sistema. Las quiebras de bancos por falta de solvencia eran recurrentes. Todo cambiaría, sin embargo, cuando de manera deliberada, aparecería la figura del banco central, un prestamista de última instancia, capaz de "salvar" a los bancos carentes de solvencia cuando no pudieran hacer frente a sus obligaciones.

Actualmente, el proceso crediticio se logra inyectando nuevas dosis de dinero creado de la nada, a través del sistema bancario, bajo el amparo del banco central. Esto se denomina "inflación". La facilidad con la que se puede adquirir "dinero barato", hace que los empresarios se embarquen en proyectos de inversión que antes no habrían emprendido debido a que no parecían ser tan rentables como parecían. Pero la facilidad artificial impuesta por los bancos, permite ello, y el animo de lucro latente en el espíritu empresarial, no dejará que dicha oportunidad se desperdicie. Es así como, luego de un auge económico, impulsado de manera artificial por la expansión crediticia, los recursos productivos escasos de la sociedad, se utilizan de manera errónea. Finalmente, estas malas inversiones, serán liquidadas, en el doloroso pero necesario proceso de recesión que inevitablemente le sigue al auge inflacionario, que no es más que el ajuste espontáneo que el mercado emprende para coordinar los esfuerzos productivos nuevamente a lo que verdaderamente demanda el consumidor.

Recordemos, en una economía de mercado la depresión aparece precisamente porque la estructura productiva, debido a la expansión crediticia, se separa de aquella que voluntariamente desearían mantener a medio y largo plazo los consumidores. Por eso, allí donde los consumidores carecen de libertad para elegir y la estructura productiva les es impuesta desde arriba, no es que no puedan experimentarse etapas sucesivas de auge y recesión, sino que con todo fundamento teórico puede considerarse que tales economías se encuentran continua y permanentemente en una situación de crisis y recesión, pues la estructura productiva viene impuesta desde arriba al margen de la que deseen los ciudadanos y es teóricamente imposible que el sistema salga del desajuste y la descoordinación.

Un ejemplo práctico de esto sería el siguiente. Durante la época en la que el gobierno de la Unión Soviética dirigía la economía del país, los precios no eran fijados por la oferta y la demanda, sino que los planificadores centrales eran quienes destinaban los recursos para los varios usos a través de órdenes directas, que se complementaban con precios que los planificadores subían y bajaban según creían conveniente. A continuación, dos economistas soviéticos, Shmelev y Popov, describen lo que ocurrió cuando su gobierno subió el precio que pagaría por la piel de topo y los cazadores comenzaron a conseguir y vender más pieles de topo: "Las compras estatales han aumentado y ahora todos los centros de distribución están a rebosar de estas pieles. La industria es incapaz de emplearlas todas, y con frecuencia se pudren antes de que se procesen. El ministro de Industria Ligera ha pedido al Comité Estatal de Precios en dos ocasiones que se bajen los precios de compra, pero el "asunto no se ha decidido" todavía. Esto no es algo sorprendente, pues sus miembros están demasiado ocupados como para decidir sobre esta cuestión. No tienen tiempo: además de fijar los precios para estas pieles, tienen que controlar otros 24 millones de precios".

Estos dos economistas, en sus comentarios sobre la inusual escasez de gasolina de 1979 en Estados Unidos, producto del control de precios, establecieron una analogía con lo que ocurría normalmente en la economía de la Unión Soviética, controlada por el gobierno: "En una economía tan rígidamente planificada, estas situaciones no son la excepción sino la regla: una realidad diaria, una ley permanente. La mayoría absoluta de los bienes o escasean o se producen en exceso. Muchas veces el mismo producto está en ambas categorías al mismo tiempo: escasea en una región y resulta excedentario en otra". 

Por ello, como explicó Huerta de Soto, "argumentar que una economía socialista tiene la ventaja de eliminar las crisis económicas es tanto como afirmar que la ventaja de estar muerto es que no se pueden contraer enfermedades". En efecto, tras la caída de los regímenes socialistas del Este de Europa, cuando de nuevo se dio la oportunidad para que los consumidores libremente establezcan la estructura productiva más acorde con sus deseos, inmediatamente se puso de manifiesto que los errores de inversión cometidos en el pasado eran de tal escala y magnitud que el proceso de reajuste se hizo mucho más profundo, duradero y doloroso de lo que es habitual en la etapa de recesión de una economía de mercado.

En definitiva, se puso de manifiesto que la mayor parte de la estructura de bienes de capital que existía en las economías socialistas era completamente inservible de cara a los objetivos y necesidades propias de una economía moderna. En suma, puede considerarse que el socialismo provoca una generalizada, intensa y crónica mala inversión de los factores productivos y bienes de capital de la sociedad, mucho peor incluso que la que genera la expansión crediticia. Por lo que puede concluirse, de igual forma que el profesor Soto, que el socialismo está sumido en una profunda "depresión crónica" o, si se prefiere, en una constante situación de mala inversión de los recursos productivos.

Bancos centrales: el último indicio de la economía soviética.  

Lo que acabamos de explicar, no implica de ninguna manera que en un sistema de mercado libre no vayan a existir quiebras de bancos o empresas. De hecho, las malas inversiones son muy usuales en el mercado. Solemos hablar del éxito de las empresas, pero no de los fracasos. Por ejemplo, alrededor de un tercio de todas las nuevas empresas quiebran antes de los dos años, y más de la mitad lo hace antes de los cuatro años; de manera que, claramente, muchas empresas pierden dinero. Y no sólo las nuevas empresas pierden dinero. Muchas empresas que han durado generaciones, a veces más de un siglo, se han visto forzadas a cerrar a causa de los números rojos. El mercado premia a aquellas empresas que son más eficientes, a aquellas, que en definitiva, mejor sirven al consumidor. La función de la competencia es precisamente esa, "eliminar" a las empresas menos eficientes. El éxito claramente no se encuentra garantizado. Peor aún, no sabemos a ciencia cierta como el consumidor "premiará" nuestro proyecto, al fin y al cabo, nadie tiene un conocimiento certero del futuro y las condiciones cambiantes del mercado. Sin embargo, la mayor "virtud" del mercado libre, radica en reducir al mínimo las malas inversiones y sus consecuencias negativas. Por eso, hay una diferencia muy grande, entre lo que es una mala inversión en el proceso de selección dinámico de mercado, y una quiebra general de empresas y bancos producida por una excesiva expansión artificial del crédito.

El sistema bancario actual, se encuentra basado en la existencia simultánea de un banco central y el ejercicio privado de la banca con reserva fraccionaria. Este sistema no sólo se fundamenta en la concesión de un privilegio a los banqueros privados (ejercicio de la banca con un coeficiente de reserva fraccionaria), con las naturales distorsiones a que ello da lugar en forma de expansión crediticia y ciclos recurrentes de auge y depresión, sino que, además, todo el sistema se encuentra orquestado, dirigido y respaldado por un banco central, prestamista de última instancia, que ejerce de manera sistemática la coacción institucional en el campo bancario, financiero y monetario.

Como indica el profesor Huerta de Soto, "no es posible que el sistema de planificación financiera que se basa en el banco central pueda eliminar la recurrencia de los ciclos económicos. Lo más que puede hacer es posponer su llegada mediante la creación de nueva liquidez y el apoyo a los bancos en peligro en las situaciones de crisis bancaria, a costa de hacer las inevitables recesiones económicas más graves. Y es que el mercado siempre, tarde o temprano, tiende espontáneamente a reaccionar y revertir los efectos de las agresiones monetarias a que es sometido, de manera que los intentos deliberados por vía coactiva (o concesión de privilegios) para evitar tales efectos están condenados al fracaso. Lo más que puede conseguirse es posponer en el tiempo, a costa de agravarla, la necesaria reversión en forma de crisis económica, pero sin poder evitar que finalmente llegue".

Además, al igual que le sucedía al Gosplan, u órgano supremo de planificación económica de la extinta Unión Soviética, el banco central se ve obligado a recopilar continuamente una enorme cantidad de información estadística, relativa al negocio bancario, a los distintos componentes de la oferta monetaria y a la demanda de dinero. Esta información estadística no incorpora los aspectos cualitativos que serían necesarios para hacer posible una intervención no distorsionadora. Y ello no sólo por razones del enorme volumen de esta información, sino sobre todo por su carácter subjetivo, dinámico y constantemente cambiante y que, además, en el campo financiero se presenta con un grado aún mayor de dificultad. Se nota así, con especial gravedad, la imposibilidad de lograr toda la información que necesita el banco central para actuar de manera coordinadora, y que no es sino una ilustración más, en este caso aplicada en el ámbito financiero, del teorema de la imposibilidad del socialismo.

Y es que el conocimiento de los distintos componentes de la oferta y de la demanda de dinero nunca está disponible para ser recopilado de forma objetiva. Por el contrario, se trata de un conocimiento de naturaleza práctica, subjetiva, dispersa y difícilmente articulable que tiene su origen en las voluntades subjetivas de los agentes económicos que se encuentran constantemente cambiando y dependen, en gran medida, de la propia evolución de la oferta monetaria. Ya sabemos que cualquier cantidad de dinero es óptima, en el sentido de que, una vez que se han producido todos sus efectos sobre la estructura de precios relativos, los agentes económicos pueden aprovecharse plenamente de su capacidad de intercambio, cualquiera que sea el volumen absoluto de la misma. Son los cambios en la cantidad de dinero y en su distribución, a través de la expansión de créditos sin respaldo de ahorro, o mediante el gasto directo de las nuevas unidades monetarias en determinados sectores de la economía, los que producen un grave efecto perturbador dando lugar, de manera generalizada, al desajuste o descoordinación en el comportamiento de los diferentes agentes económicos.

No es de extrañar, por tanto, que el sistema de banca central que ahora estamos analizando se haya caracterizado por haber dado lugar a los procesos de descoordinación intertemporal más graves que han ocurrido en la historia. Y así, ya hemos visto que como resultado de las políticas monetarias emprendidas por los diferentes bancos centrales, y especialmente por los de Inglaterra y Estados Unidos, con el objetivo de "estabilizar" el poder adquisitivo de la unidad monetaria, se animó e impulsó un grave proceso de expansión crediticia y monetaria a lo largo de los "felices" años veinte, que dio lugar a la más grave depresión económica del siglo pasado. Y con posterioridad, y tras la Segunda Guerra Mundial, de forma recurrente se han repetido los ciclos económicos, algunos de ellos de una gravedad comparable incluso con la de la Gran Depresión: recuérdese la recesión de finales de los años setenta y, en menor medida, la de principios de los noventa (ambas del siglo XX). Y ello a pesar de todas las declaraciones programáticas en torno a la necesidad de mantener una política monetaria estable por parte de los gobiernos y bancos centrales, y del inmenso esfuerzo en términos de recursos humanos, estadísticos y materiales que se empeñan en tal objetivo. Pese a todo, el fracaso no puede ser más evidente.

Resulta curioso que los economistas de hoy tengan que destinar miles de papers y libros a intentar responder la pregunta de cuánto dinero es necesario en una economía, cuando nadie se pregunta cuántos zapatos, tomates o autos debiera haber en una economía. En esos casos, como observó Rothbard, se asume que es el mercado el que determina a través de la oferta y la demanda la cantidad de bienes producidos. En los países socialistas incluso la producción de este tipo de bienes debía ser "calculada" por expertos, del mismo modo en que hoy se intenta calcular la cantidad de dinero adecuada en lugar de dejar que el mercado lo determine. Hoy sabemos que el resultado de la planificación central, como predijo Mises varias décadas antes de que ocurriera, fue un completo fracaso. Por la misma razón, también la planificación monetaria será insostenible en el largo plazo. Y es que no hay modo alguno de que un par de expertos puedan saber a ciencia cierta cuántos medios de pago son necesarios en el mercado, ni cuántos hay. A tal punto llega el desconcierto entre los economistas sobre este asunto, que el mismo Alan Greenspan, al ser interrogado por el representante Ron Paul en febrero de 2002 acerca de la expansiva política monetaria de la FED y sus permanentes errores de predicción, honestamente contestó: "El problema que tenemos es cómo definimos lo que es dinero... Primero utilizamos MI y resultó ser un indicador muy difícil de cualquier situación financiera. Después fuimos a M2 y tuvimos un problema similar... La dificultad es definir qué parte de nuestra estructura de liquidez es realmente dinero... Hemos tenido problemas por años en lograr algún indicador para determinarlo... Creemos que nuestras mediciones de dinero han sido inadecuadas...".

Ante esta respuesta y previo al cierre de su intervención, Ron Paul, contra preguntó a Greenspan: "¿De modo que es difícil manejar algo que no puede definirse?", a lo que éste contestó directamente: "Es imposible manejar algo que no puede definirse".

El intercambio entre Ron Paul y Alan Greenspan es revelador. Quien fuera considerado la máxima autoridad monetaria del mundo, y por muchos el mejor banquero central de la historia de Estados Unidos, tuvo que reconocer que no sabía cómo determinar que era o dónde estaba concretamente el dinero en la economía, a pesar de que su trabajo consistía en "manejarlo". Así las cosas, que los bancos centrales generen inflación, burbujas y recesiones no debiera sorprender a nadie.

Los propios teóricos defensores del banco central, como Charles Goodhart, se han visto obligados a reconocer que, a pesar de todos los esfuerzos realizados, y en contra de lo que se establece en los modelos de equilibrio que manejan, en la práctica es casi imposible que los funcionarios de los bancos centrales sean capaces de ajustar de una manera adecuada la oferta y la demanda de dinero, dado el comportamiento muy variable, difícilmente predecible, y estacional que tienen las múltiples variables que manejan. Y es que es muy difícil, si no imposible, controlar, tanto la llamada "base monetaria", como otro tipo de guías, por ejemplo, cualquier definición de los agregados monetarios, la evolución del índice de precios o la fijación preestablecida de un tipo de interés o de cambio, sin dar lugar a políticas monetarias erráticas y desestabilizadoras.

El interés detrás del banco central.

Goodhart reconoce que los bancos centrales se encuentran sometidos a las mismas presiones y fuerzas que afectan al resto de los organismos burocráticos. Los funcionarios de los bancos centrales son seres humanos, sometidos a los mismos incentivos y restricciones que afectan al resto de los funcionarios. Por eso es posible que en su actividad se dejen llevar, en mayor o menor medida, por los diferentes grupos de interés que se sientan afectados por la política monetaria del banco central, y entre los cuales los políticos deseosos de conseguir votos, los propios bancos privados, y otros múltiples grupos privilegiados de interés, no son los menos importantes. Por eso, Huerta de Soto concluye, citando a Goodhart cuando menciona que "Existe la tentación a errar por el lado de la laxitud financiera. Subir los tipos de interés es políticamente impopular, y reducirlos es muy popular. Incluso sin la dependencia política, siempre se encontrará el pretexto de posponer los aumentos en el tipo de interés hasta que más información sobre los hechos económicos de cada momento se encuentre disponible. Los políticos generalmente no quieren verse a sí mismos sorprendiendo repentinamente al electorado con inflación. En vez de ello, siempre sugieren que los aumentos del tipo de interés inconvenientes desde el punto de vista electoral se pospongan, o que una reducción (en el tipo) se adelante "con seguridad". Esta manipulación política de los tipos de interés y por tanto de los agregados monetarios lleva a perder la credibilidad y al cinismo sobre si debe darse crédito o no a la retórica de los políticos contraria a la inflación".

Algo muy común en la Unión Soviética y en la gran mayoría de los países que experimentaron antaño la planificación económica. Son muy conocidos los escándalos detrás de la FED y el salvataje "selectivo" a distintos bancos, así como la existencia de un círculo de pequeñas élites que relaciona a hombres de negocio de Wall Street con el congreso de los EEUU y distintos portavoces y encargados de órganos a fines a la FED. En Argentina, por su parte, existe una élite conformada por industriales, sindicatos y políticos que constantemente utilizan el poder que tiene el gobierno de influir en la creación y emisión de dinero para beneficiarse a costa del largo de la población. Como decía el profesor Huerta de Soto "El poder de emitir dinero constituye una tentación demasiado irresistible como para que los gobiernos y los diferentes grupos de interés renuncien a aprovecharse de él".

Si queremos verdaderamente una economía de mercado libre, pura y estable, es necesario eliminar el papel de los bancos centrales y poner fin, de manera absoluta a la concesión de privilegios (a través del sistema de reserva fraccionaria) por parte del estado a los bancos privados, restableciendo un sistema de banca libre con coeficiente de caja del 100 por cien. Solo así, pondremos fin a los auges y las depresiones cíclicas que nos azotan una y otra vez. De mantenerse el actual sistema, periódicamente seguiremos sufriendo crisis tras crisis, y probablemente cada nueva crisis sea cada vez más grave que la anterior. Y mientras la población tenga que ajustarse el cinturón para volver a salir adelante nuevamente, los gobiernos y sus amigos, seguirán disfrutando de la enorme riqueza que nos extraen mediante la simple acción, de encender una impresora. 

Como mencionó el propio el ex congresista y candidato presidencial de los EEUU, Ron Paul: "El gobierno seguirá creciendo como un cáncer, succionando la riqueza y la libertad de nuestro país hasta que las leyes económicas no puedan seguir siendo ignoradas".

Bibliografia:

La acción humana - Ludwig von Mises
La teoría del dinero y del crédito - Ludwig von Mises 
Precios y producción - F. A. Hayek
La miseria del intervencionismo - Axel Kaiser
Dinero, crédito bancario y ciclos económicos - Jesús Huerta de Soto
Hombre, economía y estado - Murray N. Rothbard
La Gran Depresión - Murray N. Rothbard
El misterio de la banca - MurrayN. Rothbard