viernes, 10 de julio de 2020

Grandes mitos sobre el capitalismo #3: Intereses económicos, codicia y moral.


Intereses y motivos. 

"En economía política, la libre investigación científica tiene que luchar con enemigos que otras ciencias no conocen. El carácter especial de la materia investigada levanta contra ella las pasiones más violentas, más mezquinas y más repugnantes que anidan en el pecho humano: las furias del interés privado" explicaba Karl Marx. Ciertamente, una línea de pensamiento capaz de perdurar a través de los tiempos.

Tanto Marx, como otros economistas, incluso diametralmente opuestos en cuanto a filosofía política, han esgrimido el mismo argumento a lo largo de la historia. Por ejemplo, uno de los economistas keynesianos más famoso del siglo pasado, John Kenneth Galbraith tenía un estilo argumentativo que se basaba fundamentalmente en dos pilares: a) reducir al absurdo la argumentación para no necesitar refutación ni confirmación alguna y b) imputar a sus enemigos intereses económicos en la defensa de sus teorías. Por ejemplo, en su último libro, descrito por él mismo como su "testamento intelectual", desde un principio aseguraba que la teoría económica conveniente es aquella "que resulta útil a los intereses económicos, políticos y sociales dominantes". De hecho, el "fraude inocente" del título del libro (La economía del fraude inocente), hacía referencia al inconsciente autoconvencimiento de los estratos dominantes para adoptar una teoría económica que vaya en su provecho.

Siguiendo esta argumentación, deberíamos preguntar a Galbraith (después de que él mismo reconoció que durante casi toda su vida ha trabajado para el Gobierno) cuáles fueron los intereses económicos por los que se movió su teoría intervencionista ¿es que acaso Galbraith fue la excepción de su propio razonamiento? Debemos suponer que así lo creyó él, como otros tantos "iluminados" que han pasado por este sombrío mundo de "intereses egoístas".

Probablemente esta sea la forma más baja de desautorizar a alguien. Según los marxistas, uno no puede defender el capitalismo si es pobre o no tiene "medios de producción" en su poder. Existe una predestinación ideológica de acuerdo a las "clases", existe algo denominado "consciencia de clases". Claro, dicha predestinación solo la pueden definir ellos. Ellos eligen quien está "alienado" por el sistema, y quien es el "iluminado" capaz de erigirse como "guía" hacia la "ola del futuro". No era ciertamente proletaria la sangre del doctor Marx, ni la de Engels, industrial y "explotador", ni la de Lenin, vástago de noble ascendencia rusa. Hitler y Mussolini, en cambio, sí eran auténticos proletarios; ambos conocieron bien la pobreza en su juventud. Antes de imputar "intereses de clases", hay que preguntarse ¿que definimos por "clases? y principalmente ¿quién decide que personas pertenecen a dichas "clases"? El hecho de que el argumento de los intereses personales se puede invertir y utilizar en contra del adversario deja entrever lo frágil que es. Como en otras cosas, esto solo abre la puerta a la arbitrariedad, los ataques personales y da rienda suelta a las emociones.

Quizá resultará raro, pero las reacciones negativas hacia las empresas no se limitan a los socialistas u otros sistemas económicos alternativos. Incluso Adam Smith, el "santo patrón" del capitalismo de laissez-faire, solía dar descripciones negativas sobre los empresarios, lo que se puede comprobar a lo largo de las cientos de páginas de su clásico "La riqueza de las naciones". Estas descripciones recurrentemente negativas de los capitalistas no tuvieron par durante más de medio siglo, hasta la llegada de Karl Marx. No obstante, Adam Smith se convirtió en el más famoso defensor del libre mercado, precisamente porque él consideraba que las intenciones e inclinaciones particulares eran mucho menos relevantes para determinar los resultados económicos que los efectos sistémicos de la competencia del mercado. Para Smith, los efectos beneficiosos de los mercados libres no eran la intención, en ningún caso, de los capitalistas individuales.

De la misma forma, Bastiat, un gigante olvidado de la economía clásica, también solía describir a los empresarios de manera negativa a pesar de defender un sistema en donde se les dejaba plena libertad para actuar. Llegó a afirmar que "La competencia ha sido y será siempre problemática para aquellos que tienen que competir", por lo que para él "Son los capitalistas quienes han sugerido la idea del nivelamiento de las fortunas por la ley. El proteccionismo es el precursor del comunismo; digo aún más, ha sido su primera manifestación".

Décadas después, probablemente la mente liberal más influyente en el siglo XX, Ludwig von Mises, en un pasaje de su clásico tratado de economía "La acción humana", llegaría a decir algo similar: "Los ricos, los propietarios de las instalaciones fabriles, no tienen especial interés en mantener la libre competencia. Quieren que no se les confisquen o expropien sus fortunas; pero, en lo que atañe a los derechos que ya tienen adquiridos, más bien les conviene la implantación de medidas que les protejan de la competencia de otros potenciales empresarios. Quienes propugnan la libre competencia y la libertad de empresa en modo alguno están defendiendo a los hoy ricos y opulentos; lo que realmente pretenden es franquear la entrada a individuos actualmente desconocidos y humildes, los empresarios del mañana, gracias a cuya habilidad e ingenio se elevará el nivel de vida de las masas; no desean sino provocar la mayor prosperidad y el máximo desarrollo económico; forman, sin lugar a dudas, la vanguardia del progreso".

Milton Friedman, otro gran defensor de los mercados libres, en una entrevista explicaba que los dos grandes enemigos del mercado libre, además de sus colegas académicos, eran la propia gente de negocios: "La gente de negocios es enemiga del mercado libre, no amiga" afirmaba, y a continuación explicaba la razón: "Rápidamente puedes conseguir a cualquier líder empresarial para que te dé un discurso elegante sobre las virtudes de los mercados libres. Pero cuando se trata de sus propios negocios ellos quieren ir a Washington para obtener una tarifa especial y proteger su negocio, quieren una reducción fiscal especial, quieren un subsidio especial (...) En general, la mayoría de los empresarios son enemigos del mercado libre".

Enfoque sistémico.   

Lo que llevó a estos hombres a defender la economía de mercado coordinada por precios y la libre empresa como la mejor forma de organización económica y social, fue un riguroso análisis sistemático. Por ejemplo, Thomas Sowell, iniciaba su tratado "Economía básica" de la siguiente forma: "La economía es mucho más que una manera de observar patrones o de desenmarañar anomalías confusas. Su preocupación fundamental es el nivel material de vida de la sociedad en su conjunto y cómo éste se ve afectado por decisiones específicas a cargo de individuos e instituciones. Una de las maneras de estudiar esto es observando las políticas económicas y los sistemas económicos en función de los incentivos que crean, en vez de los objetivos que persiguen. Esto quiere decir que los resultados son más importantes que las intenciones; y no solamente los resultados inmediatos, sino también las repercusiones que a la larga tienen todas las decisiones, las políticas y las instituciones".

Por ello, para Sowell: "Nada es más fácil que tener buenas intenciones. Pero cuando no se entiende cómo funciona una economía, las buenas intenciones pueden llevar a consecuencias desastrosas para naciones enteras. Muchos, quizá la mayoría, de los desastres económicos han resultado de políticas que pretendían ser beneficiosas. Todos aquellos desastres podrían haberse evitado si quienes propusieron y apoyaron las políticas que los produjeron hubieran entendido de economía".

El papel del economista es ver más allá de las buenas intenciones, y de los resultados inmediatos, es analizar hasta las últimas consecuencias las políticas propuestas. De ahí Frederic Bastiat, explicara que "Para juzgar una decisión determinada, se hace necesario analizarla a lo largo de una serie sucesiva de resultados, hasta llegar a conocer su efecto definitivo. Y, olvidándonos de las palabras grandilocuentes, debemos limitarnos a razonar". Por tanto, según él, "Toda diferencia entre un mal y un buen economista es ésta: uno se limita al efecto visible; el otro tiene en cuenta el efecto que se ve y los que hay que prever". Hazlitt en su clásico "Economía en una lección" ampliaría este punto explicando que "El mal economista sólo ve lo que se advierte de un modo inmediato, mientras que el buen economista percibe también más allá. El primero tan sólo contempla las consecuencias directas del plan a aplicar; el segundo no desatiende las indirectas y más lejanas. Aquél sólo considera los efectos de una determinada política, en el pasado o en el futuro, sobre cierto sector; éste se preocupa también de los efectos que tal política ejercerá sobre todos los grupos". Finalizaba diciendo que "El arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores".

La especulación sobre los sentimientos de los individuos, incluyendo su codicia, intereses egoístas, y demás, es por lo general inútil, pero incluso si fuesen ciertos algunos de los reclamos ¿eso nos dice algo respecto a la economía? Claramente no, de la misma forma que tener "buenas intenciones" no garantiza el éxito económico.

De ahí que Sowell concluyera su tratado diciendo que: "A pesar de lo útil que la economía puede ser para el entendimiento de muchos temas, no es tan emocionalmente gratificante como otras representaciones más personales y melodramáticas de los mismos temas que a menudo se pueden encontrar en la prensa y en la política. Las preguntas estrictamente empíricas muy pocas veces son tan emocionantes como las cruzadas políticas o los categóricos pronunciamientos morales. Pero las preguntas empíricas son preguntas que se deben realizar si realmente estamos preocupados por el bienestar de los demás, y no por la simple emoción o por atribuirnos un sentido de superioridad moral. Ésta es tal vez la distinción más importante entre lo que suena bien y lo que funciona. Lo primero puede ser suficiente para propósitos políticos o para atribuirse superioridad moral, pero no para el mejoramiento económico de la población en general o de los pobres en particular. Para aquellos que están dispuestos a detenerse y analizar las cosas, los principios económicos básicos proveen herramientas para evaluar las políticas y propuestas en términos de sus implicaciones lógicas y consecuencias empíricas".

Codicia y mercado.

¿El libre mercado, como un mecanismo para acuerdos mutuos, facilita la codicia de la misma manera que facilita la realización de los deseos de las personas? Con seguridad, podemos asegurar que no evita la codicia, pero produce una retribución, proveyendo a otros las cosas que desean, para así poder hacer que entreguen su dinero de forma voluntaria. Sin embargo, una pregunta más relevante es si otros sistemas económicos, incluyendo aquellos basados en principios altruistas e igualitarios, terminan siendo sistemas con menos codicia que uno que depende de los precios para asignar recursos escasos.

¿Quién no ha escuchado historias de políticos que se llenan la boca hablando de "redistribución del ingreso", "justicia social", "lucha de clases" y sin embargo, en la práctica ellos se enriquecen mientras el largo de la población se muere de hambre? Aunque los sistemas socialistas, incluyendo la versión comunista, comenzaron como intentos por aplicar principios igualitarios, en la Unión Soviética y los países del bloque comunista en general abundan ejemplos en los que el bienestar de millones de personas fue sacrificado por el de aquellos que controlaban el poder político. En un nivel estrictamente económico, la "nomenklatura" gobernante de la Unión Soviética tenía tiendas en las que sólo ellos podían realizar compras, al igual que otras instalaciones gubernamentales a las cuales sólo ellos tenían acceso. Éstas eran, por supuesto, las mejores tiendas, con la oferta más abundante de los productos más demandados. Además, las viviendas, el cuidado médico y otras instalaciones disponibles para los líderes del Partido Comunista eran de igual manera las mejores. La retórica sobre la igualdad, igualitaria en términos de "camarada" y "democracia popular", no estuvo a la altura de la realidad de la codicia, especialmente cuando esa codicia podía utilizar el poder de un Estado totalitario, en lugar de tener que proveer lo que otras personas deseaban para poder ganarse su dinero.

Incluso en un país democrático como la India, la era de controles gubernamentales masivos sobre la economía, que duraron casi medio siglo, desde su independencia en 1947 hasta el comienzo de la última década del siglo XX, fue una era de corrupción masiva, tanto por parte de funcionarios de alto rango como de innumerables burócratas insignificantes, cuyos permisos eran necesarios para hacer prácticamente todas las cosas ordinarias que la gente realiza según su voluntad en una economía de libre mercado. El pago generalizado de sobornos era sólo una parte de ese coste. Se ha estimado que la ineficiencia de los controles burocráticos intrusivos ha costado a la economía vastas cantidades de producción que pudo haber hecho que el ingreso promedio de los indios se incrementase en varios cientos de dólares al año. En uno de los países más pobres del mundo, donde la malnutrición ha sido un serio problema para muchos, una pérdida como ésta es más significativa de lo que sería para el estadounidense promedio si su ingreso fuese unos cuantos cientos de dólares más alto o más bajo.

Al otro lado del mundo, Eva Perón, líder de "los descamisados" en sus discursos afirmaba: "Nunca olvides que lo único que un rico te va a dar, es siempre más pobreza", "cuando los ricos piensan en los pobres, tienen ideas pobres", entre otras citas. Al morir, muchas de sus pertenencias fueron exhibidas, y ciertamente no se podría decir que vivía una vida "modesta" acorde a lo que predicaba. Perón tenía una enorme colección de motocicletas y autos de lujo, tanto nacionales como internacionales. Evita ostentaba numerosas joyas, y objetos lujosos, vestidos carisimos, zapatos y una enorme cantidad de ropa de primera calidad. En el tiempo que gobernaron se volvieron millonarios, mientras tanto, el país sufrió uno de los estancamientos económicos y sociales más escalofriantes del mundo. Fidel Castro, santo patrono del Socialismo del siglo XXI y emblema mítico de la lucha contra el capitalismo, cosechó una fortuna que lo llevó a estar entre los diez líderes mundiales más ricos del mundo, según la revista Forbes. Hoy en día se puede ver a la hija de Hugo Cháves organizando fiestas en yates privados, y siendo descrita "la persona más rica de Venezuela". Entre tanto, Venezuela se encuentra en una situación comparable a la de muchos países de África Subsahariana. Cuando su padre era gobernante de aquel país decía cosas como "Ser rico es malo, es inhumano. Así lo digo y condeno a los Ricos". Este patrón lo podemos encontrar incluso entre intelectuales izquierdistas de las naciones occidentales más desarrolladas. Se hartan de maldecir y echar gritos al aire contra "los ricos repulsivos y al capitalismo salvaje", por ejemplo Bernie Sanders cuya fortuna se cuenta en millones de dólares. Más asombroso es que consiguió esta cantidad de dinero literalmente haciendo nada. Y no es una exageración. Alrededor de los 49 años de carrera que lleva en la política, pocas cosas a destacar ha realizado.

En resumen, la codicia puede florecer bajo sistemas económicos muy diferentes. La única pregunta verdadera es: ¿cuáles son las consecuencias reales en cada uno de estos sistemas? Poder satisfacer el deseo de triunfar en un negocio al encontrar maneras de bajar los precios y de esa forma expandir el mercado para la producción es muy diferente a un sistema en el que el mismo deseo se puede satisfacer más fácilmente mediante el poder político. En otras palabras, la codicia no es el producto de un sistema económico en particular, sino algo con lo que todos los sistemas económicos, políticos y sociales tienen que lidiar de una forma u otra.

Moral, valores y mercado.

El mercado es tan moral o inmoral como la gente que lo conforma. Lo mismo sucede con el gobierno. El hecho de que llamemos a un grupo de personas "el mercado" cuando realizan transacciones entre ellos y a otro grupo de personas "sociedad" cuando ejercen poder político sobre otras no quiere decir que la moral u otras imperfecciones del primer grupo de personas justifiquen de forma automática que el segundo grupo de personas imperfectas desautorice sus decisiones. Al igual que la economía, el mercado no es una entidad separada con sus propios valores. El mercado son personas que toman sus propias decisiones individuales y hacen sus propios acuerdos mutuos. Cuando los mercados son vistos en términos de si las economías de mercado promueven un cierto comportamiento moral y cómo afecta a la codicia o la justicia entre los individuos o grupos, surgen los problemas sociales y morales.

Al respecto, Ludwig von Mises expresó: "Todo lo que la política puede hacer es eliminar las causas externas del sufrimiento y de la pena; puede promover un sistema que dé pan a los hambrientos, vestidos a los desnudos y un techo a los desheredados. Pero la dicha y la felicidad no dependen del alimento, del indumento y del cobijo, sino de todo lo que se guarda en el interior del hombre. Si el liberalismo fija su atención exclusivamente en los bienes materiales, no es porque minusvalore los bienes espirituales, sino porque está convencido de que lo que hay de más alto y profundo en el hombre no puede quedar sometido a reglas externas. Trata de crear tan sólo el bienestar exterior, porque sabe que la riqueza interior, la riqueza espiritual, no puede venir al hombre desde fuera, sino sólo desde su interior. No quiere sino crear las condiciones preliminares para el desarrollo integral de la vida interior".

Adam Smith, quien es considerado el padre de la economía de laissez-faire, donó gran parte de su propio dinero a personas menos afortunadas, aunque lo hizo con tal discreción que este hecho sólo fue descubierto después de su muerte, cuando se analizaron sus finanzas personales. Henry Thornton, uno de los principales economistas monetarios del siglo XIX y banquero de profesión, regalaba más de la mitad de su ingreso anual hasta que se casó y tuvo que mantener a su familia, y continuó realizando grandes donaciones a causas humanitarias después de ello, incluyendo el movimiento antiesclavitud.

Las primeras bibliotecas públicas de la ciudad de Nueva York no fueron establecidas por el gobierno, sino por el emprendedor industrial Andrew Carnegie, quien también puso en marcha la fundación y la universidad que llevan su nombre. John D. Rockefeller también estableció la fundación que lleva su nombre y la Universidad de Chicago, al igual que creó muchas otras organizaciones filantrópicas. Al otro lado del mundo, el Instituto Tata en Bombay fue fundado por el principal industrial de la India, J. R. D. Tata, como una organización académica, mientras que otra importante familia empresarial, los Birlas, establecieron numerosas instituciones sociales y religiosas por toda la India. 

Estados Unidos, que ha llegado a epitomizar el capitalismo ante los ojos de muchas personas alrededor del mundo, es un país peculiar al tener cientos de universidades, hospitales, fundaciones, bibliotecas, museos y otras instituciones creadas con las donaciones de individuos privados, muchos de los cuales son personas que ganaron su dinero en el mercado y luego destinaron gran parte de él, en algunos casos la mayoría, a ayudar a los demás. En 2007, la revista Forbes publicó una lista de media docena de estadounidenses que han donado varios miles de millones de dólares a fines filantrópicos. La más grande de estas donaciones han sido los 42.000 millones de dólares de Bill Gates, el 42 por ciento de su fortuna. El porcentaje más alto de una fortuna donada por un millonario estadounidense ha sido el 63 por ciento, por Gordon Moore. Para la población estadounidense en su conjunto, la cantidad de donaciones filantrópicas por persona es mucho mayor de lo que es en Europa. El porcentaje de la producción total del país que se dona causas filantrópicas es más de tres veces de lo que se dona en Suecia, Francia o Japón.

Como dijo Sowell "El mercado como un mecanismo para la asignación de recursos escasos que
tienen usos alternativos es una cosa; lo que alguien elija hacer con la riqueza resultante es otra".

El "mercado" no puede decirles a las personas en que gastar su dinero, o que pueden realizar en su tiempo libre. Pero como humanos, cada uno de nosotros tiene aspiraciones, por así decirles, superiores. El progreso material, permite que la gente se enfoque en ellas. Probablemente el intelectual Llewellyn H. Rockwell Jr. en su libro "Fascismo contra Capitalismo" no lo habría dicho mejor cuando dijo que: "En algún momento de nuestras vidas todos nos damos cuenta de que todo el dinero y todo el poder y los bienes que podemos acumular nos serán inútiles tras morir. Incluso las grandes fortunas pueden desaparecer después de una generación o dos. El legado que dejaremos en esta tierra se reduce a los principios por los que vivimos. Las ideas que sostenemos y la manera en que las aplicamos son las fuentes de nuestra inmortalidad".

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