sábado, 18 de julio de 2020

Bancos centrales: el último indicio de la economía soviética.


Una de las tesis más importantes de la Escuela Austriaca, es el teorema de la imposibilidad práctica del socialismo, y la planificación central en general. Los economistas austriacos fueron los primeros en prever las consecuencias económicas y sociales que inexorablemente producen los intentos de planificar, coordinar y guiar desde la cima la economía y la sociedad, adelantándose varias décadas al inevitable fracaso de los experimentos socialistas llevados a cabo en la Unión Soviética y el Bloque del Este. 

Aun cuando permanecía en secreto para los países occidentales todo lo que allí sucedía, o mediante la propaganda gubernamental se intentaban ocultar los desastres recurrentes que azotaban los países del bloque comunista, finalmente el verdadero rostro de la planificación central se dejaría ver tras la caída del muro de Berlin el 9 de noviembre de 1989, que inició el fin de una era de experimentos socialistas.

Socialismo y planificación central.

Los físicos han determinado que incluso la masa de materia más sólida y pesada que vemos es principalmente un espacio vacío. Pero a nivel submicroscópico, las motas de materia dispersas a través de un vasto vacío tienen una densidad y un peso tan increíbles, y están unidas entre sí por fuerzas tan poderosas, que juntas producen todas las propiedades del hormigón, el hierro fundido y la roca sólida. De la misma manera, las motas de conocimiento están dispersas a través de un vasto vacío de ignorancia, y todo depende de cuán sólidas sean las motas individuales de conocimiento y de cuán poderosamente vinculadas y coordinadas estén entre sí. 

¿Cuál es entonces la ventaja intelectual de la civilización sobre el salvajismo primitivo? No es necesariamente que cada hombre civilizado tenga más conocimiento, sino que necesita mucho menos. La civilización es un enorme dispositivo para economizar el conocimiento. El tiempo y el esfuerzo (incluidos los errores costosos) necesarios para adquirir conocimiento se minimizan a través de la especialización, es decir, a través de limitaciones drásticas en la cantidad de duplicación de conocimiento entre los miembros de la sociedad. Un puñado de personas sabe cómo producir alimentos, un puñado diferente ropa, medicinas, etc. Los enormes costos que se ahorran al no tener que duplicar el conocimiento y la experiencia en toda la población hacen posible un mayor desarrollo de ese conocimiento entre los diversos subconjuntos de personas en las respectivas especialidades.

Por ello, se ha dicho que ninguna persona sabe cómo hacer ni siquiera un simple lápiz de plomo. Es decir, no hay una sola persona que sepa cómo extraer el grafito, cultivar la madera, producir el caucho, procesar el metal y manejar todas las complicaciones financieras de administrar un negocio exitoso. En resumen, todos estamos en el negocio de vender y comprar conocimiento unos de otros, porque ignoramos profundamente lo que se necesita para completar todo el proceso del que formamos parte.

El conocimiento político se transmite por articulación, y su transmisión precisa a través de la competencia política depende de la existencia preexistente de conocimiento y comprensión del ciudadano receptor. El conocimiento económico no necesita ser articulado al consumidor, sino que se transmite, resume, en el precio y las cualidades de los bienes. El consumidor puede no tener idea alguna, o incluso una idea equivocada, de por qué un producto cuesta menos y sirve mejor a sus propósitos; todo lo que necesita es ese resultado final en sí mismo.

Los precios transmiten la experiencia y los sentimientos subjetivos de algunos como conocimiento efectivo para otros; es conocimiento implícito en forma de incentivo explícito. Las fluctuaciones de precios transmiten el conocimiento de las compensaciones cambiantes entre las opciones cambiantes a medida que las personas sopesan los costos y los beneficios de manera diferente con el tiempo, con cambios en los gustos o la tecnología. La totalidad del conocimiento transmitido por los innumerables precios y sus tasas de cambio muy variables excede ampliamente lo que cualquier individuo puede saber o necesita saber para sus propios fines. Por ello, el sistema de mercado libre permite economizar un factor productivo fundamental, el conocimiento. En el libre mercado no se necesita saber todo lo que sucede, sino que los individuos pueden economizar el factor escaso por definición, el conocimiento, tomando solo aquello que le permite alcanzar sus fines más precisados.

El órgano de planificación central es incapaz de reunir la totalidad de esa información, y mucho menos crearla, primero, por razones de volumen (es imposible que el órgano de intervención asimile constantemente el enorme volumen de información práctica diseminada en las mentes de los seres humanos); segundo, dado el carácter esencialmente intransferible al órgano central de la información que se necesita (por su naturaleza subjetiva, práctica, tácita y no articulable); tercero, porque, además, no puede transmitirse la información que aún no se ha descubierto o creado por los actores y que sólo surge como resultado del libre proceso de mercado que surge del ejercicio de la función empresarial sometida al derecho; y cuarto, porque el ejercicio de la coacción impide que el proceso empresarial descubra o cree la información necesaria para coordinar la sociedad.

Para ejemplificar esto, cerca del final del gobierno comunista soviético, dos economistas, Shmelev y Popov, afirmaron: "Todo está interconectado con el mundo de los precios, de tal manera que el cambio más mínimo en un elemento se transmite en cadena a otros millones de productos". Adam Smith, el economista liberal más famoso, no lo habría podido decir mejor. Existe una fuerza que "guía" y "coordina" los esfuerzos individuales de manera espontánea como si se tratase de una "mano invisible", pero esta "mano invisible" no era una entidad planificadora sobrenatural o una fuerza de coacción y compulsión gubernamental, sino el sistema de precios actuando libremente. Los economistas soviéticos eran conscientes de la importancia de los precios porque habían vivido de primera mano lo que ocurre cuando se impide a los precios desempeñar su papel. No obstante, los economistas no estaban al mando de la economía soviética; eran los líderes políticos quienes tenían la batuta. Es más: durante el gobierno de Stalin, se fusiló a muchos de estos economistas por decir cosas que Stalin no quería oír.

La consecuencia inevitable del ejercicio sistemático de la coacción sobre la sociedad por parte de los Estados es la aparición de un generalizado desorden y desajuste social precisamente en todos los niveles y áreas en los que incidan la coacción. En efecto, se favorece la creación de información errónea y la generación de acciones irresponsables (en el campo económico, la ineficiencia y mal uso de los factores productivos, escasez y sobreproducción continua y simultánea, etc), favoreciendo el desarrollo de la economía oculta o irregular (mercados negros) y creando y manteniendo, en suma, todo tipo de desajustes y conflictos sociales (como la concesión de privilegios, la corrupción y el cohecho).

Sin embargo, no muchos se han dado cuenta de que este teorema, es también aplicable a todo órgano de planificación central, incluyendo, en la actualidad, a los bancos centrales.

Bancos centrales y planificación central.  

En efecto, como explica el profesor Huerta de Soto, "todo el sistema financiero y bancario moderno de las economías de mercado se fundamenta, por un lado, en el ejercicio sistemático de la coacción en contra del libre ejercicio de la función empresarial en el área financiera y, por otro lado, en la concesión a los bancos privados de privilegios en contra de los principios tradicionales del derecho para que puedan operar con un coeficiente de reserva fraccionaria".

Hay numerosos factores que el profesor Huerta de Soto enumera, y parecen inevitable hacernos llegar a la conclusión de que, citando a su alumna, Elena Sousmatzian Ventura, "la organización del sistema bancario está mucho más próxima a la economía socialista que a la economía de mercado"

Por ejemplo, explica que "En cuanto al ejercicio sistemático de la coacción en el campo financiero y bancario es fácil de entender que éste se lleva a cabo, en primer lugar, a través de las disposiciones de curso legal o forzoso que obligan a aceptar como medio liberatorio de pago la unidad monetaria emitida con carácter monopolista por el banco central", por otro lado "La coacción institucional del banco central se manifiesta igualmente en el entramado de toda una legislación bancaria de tipo administrativo dirigida a controlar detalladamente la actuación de las entidades de crédito y, a nivel macroeconómico, a definir y ejecutar la política monetaria de cada país".

Incluso para echar más leña al fuego, podríamos citar el punto número 5 que Marx propone como medida para alcanzar el socialismo en el Manifiesto comunista, y como esta encaja casi como anillo al dedo con la descripción de los actuales bancos centrales: "Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y régimen de monopolio".

En definitiva, en materia bancaria y crediticia nos encontramos, como bien dice el profesor Huerta de Soto, "en la misma situación en que hasta hace pocas décadas se encontraban los países socialistas del este europeo, que pretendían coordinar sus decisiones y procesos económicos a través de un sistema de planificación central". Es decir, la "planificación central" se ha materializado, en el mundo moderno, en el campo bancario y crediticio de las economías de mercado, por lo que es natural que se reproduzcan en esta área todos los efectos de descoordinación e ineficiencia que la teoría del fracaso del socialismo ha puesto de manifiesto.

¿Crisis cíclicas o planificación centralizada?

En el mercado hay todo tipo de precios. Los precios de los bienes de consumo son el ejemplo más evidente, pero el trabajo también tiene precios, llamados salarios, y el dinero prestado tiene un precio, llamado interés. Como dijimos al inicio, los precios son señales, en las que tanto oferente como demandante pueden confiar para tomar sus decisiones. El control de precios desorienta tanto a los productores como a los consumidores. Los precios "bajos" establecidos para los productos limitan la oferta, mientras que los precios "bajos" establecidos para los consumidores estimulan la demanda. En consecuencia, el control de precios aumenta la brecha entre la oferta y la demanda, y por el contrario, no soluciona el problema de la escasez como piensan los burócratas gubernamentales, lo empeora, genera mercados negros, incentiva el cohecho, la ineficiencia, y pronto, los bienes y servicios pierden calidad.

Los controles de precios, en definitiva, generan consecuencias desastrosas, enviando mensajes erróneos a los actores económicos. Bajo una economía de mercado, los controles de precios son relativamente escasos, o directamente nulos. No obstante, se da una de las manipulaciones de precio más mortales para la sociedad en su conjunto. El control de los tipos de interés.

El tipo de interés, es el precio determinado en un mercado, en el que los oferentes o vendedores de bienes presentes son, precisamente, los ahorradores, es decir, todos aquellos relativamente más dispuestos a renunciar al consumo inmediato a cambio de obtener un mayor valor de bienes en el futuro. Por eso muchos denominan al tipo de interés también como "tasa de preferencia temporal". En todo caso, lo más importante es tener en cuenta que el interés, como precio de mercado o tasa social de preferencia temporal, juega un papel clave a la hora de coordinar el comportamiento de consumidores, ahorradores y productores en una sociedad moderna.

El interés tiende a bajar, cuando hay un exceso de ahorro. Esa es la señal que índica a los empresarios que pueden embarcarse en nuevos proyectos de inversión. Cuando el tipo de interés (y las mayores o menores facilidades del mercado crediticio), es temporalmente manipulado y artificialmente reducido por los bancos, el proceso que emprenden se denomina expansión crediticia. Antes los bancos privados lo hacían bajo el amparo del sistema de reserva fraccionaria, en vez de guardar el 100% del dinero ahorrado por los clientes, solo mantenían una "fracción" del monto original, y el resto lo prestaban sin ningún consentimiento a través, precisamente de la expansión del crédito. Durante mucho tiempo fue duramente criticado este sistema. Las quiebras de bancos por falta de solvencia eran recurrentes. Todo cambiaría, sin embargo, cuando de manera deliberada, aparecería la figura del banco central, un prestamista de última instancia, capaz de "salvar" a los bancos carentes de solvencia cuando no pudieran hacer frente a sus obligaciones.

Actualmente, el proceso crediticio se logra inyectando nuevas dosis de dinero creado de la nada, a través del sistema bancario, bajo el amparo del banco central. Esto se denomina "inflación". La facilidad con la que se puede adquirir "dinero barato", hace que los empresarios se embarquen en proyectos de inversión que antes no habrían emprendido debido a que no parecían ser tan rentables como parecían. Pero la facilidad artificial impuesta por los bancos, permite ello, y el animo de lucro latente en el espíritu empresarial, no dejará que dicha oportunidad se desperdicie. Es así como, luego de un auge económico, impulsado de manera artificial por la expansión crediticia, los recursos productivos escasos de la sociedad, se utilizan de manera errónea. Finalmente, estas malas inversiones, serán liquidadas, en el doloroso pero necesario proceso de recesión que inevitablemente le sigue al auge inflacionario, que no es más que el ajuste espontáneo que el mercado emprende para coordinar los esfuerzos productivos nuevamente a lo que verdaderamente demanda el consumidor.

Recordemos, en una economía de mercado la depresión aparece precisamente porque la estructura productiva, debido a la expansión crediticia, se separa de aquella que voluntariamente desearían mantener a medio y largo plazo los consumidores. Por eso, allí donde los consumidores carecen de libertad para elegir y la estructura productiva les es impuesta desde arriba, no es que no puedan experimentarse etapas sucesivas de auge y recesión, sino que con todo fundamento teórico puede considerarse que tales economías se encuentran continua y permanentemente en una situación de crisis y recesión, pues la estructura productiva viene impuesta desde arriba al margen de la que deseen los ciudadanos y es teóricamente imposible que el sistema salga del desajuste y la descoordinación.

Un ejemplo práctico de esto sería el siguiente. Durante la época en la que el gobierno de la Unión Soviética dirigía la economía del país, los precios no eran fijados por la oferta y la demanda, sino que los planificadores centrales eran quienes destinaban los recursos para los varios usos a través de órdenes directas, que se complementaban con precios que los planificadores subían y bajaban según creían conveniente. A continuación, dos economistas soviéticos, Shmelev y Popov, describen lo que ocurrió cuando su gobierno subió el precio que pagaría por la piel de topo y los cazadores comenzaron a conseguir y vender más pieles de topo: "Las compras estatales han aumentado y ahora todos los centros de distribución están a rebosar de estas pieles. La industria es incapaz de emplearlas todas, y con frecuencia se pudren antes de que se procesen. El ministro de Industria Ligera ha pedido al Comité Estatal de Precios en dos ocasiones que se bajen los precios de compra, pero el "asunto no se ha decidido" todavía. Esto no es algo sorprendente, pues sus miembros están demasiado ocupados como para decidir sobre esta cuestión. No tienen tiempo: además de fijar los precios para estas pieles, tienen que controlar otros 24 millones de precios".

Estos dos economistas, en sus comentarios sobre la inusual escasez de gasolina de 1979 en Estados Unidos, producto del control de precios, establecieron una analogía con lo que ocurría normalmente en la economía de la Unión Soviética, controlada por el gobierno: "En una economía tan rígidamente planificada, estas situaciones no son la excepción sino la regla: una realidad diaria, una ley permanente. La mayoría absoluta de los bienes o escasean o se producen en exceso. Muchas veces el mismo producto está en ambas categorías al mismo tiempo: escasea en una región y resulta excedentario en otra". 

Por ello, como explicó Huerta de Soto, "argumentar que una economía socialista tiene la ventaja de eliminar las crisis económicas es tanto como afirmar que la ventaja de estar muerto es que no se pueden contraer enfermedades". En efecto, tras la caída de los regímenes socialistas del Este de Europa, cuando de nuevo se dio la oportunidad para que los consumidores libremente establezcan la estructura productiva más acorde con sus deseos, inmediatamente se puso de manifiesto que los errores de inversión cometidos en el pasado eran de tal escala y magnitud que el proceso de reajuste se hizo mucho más profundo, duradero y doloroso de lo que es habitual en la etapa de recesión de una economía de mercado.

En definitiva, se puso de manifiesto que la mayor parte de la estructura de bienes de capital que existía en las economías socialistas era completamente inservible de cara a los objetivos y necesidades propias de una economía moderna. En suma, puede considerarse que el socialismo provoca una generalizada, intensa y crónica mala inversión de los factores productivos y bienes de capital de la sociedad, mucho peor incluso que la que genera la expansión crediticia. Por lo que puede concluirse, de igual forma que el profesor Soto, que el socialismo está sumido en una profunda "depresión crónica" o, si se prefiere, en una constante situación de mala inversión de los recursos productivos.

Bancos centrales: el último indicio de la economía soviética.  

Lo que acabamos de explicar, no implica de ninguna manera que en un sistema de mercado libre no vayan a existir quiebras de bancos o empresas. De hecho, las malas inversiones son muy usuales en el mercado. Solemos hablar del éxito de las empresas, pero no de los fracasos. Por ejemplo, alrededor de un tercio de todas las nuevas empresas quiebran antes de los dos años, y más de la mitad lo hace antes de los cuatro años; de manera que, claramente, muchas empresas pierden dinero. Y no sólo las nuevas empresas pierden dinero. Muchas empresas que han durado generaciones, a veces más de un siglo, se han visto forzadas a cerrar a causa de los números rojos. El mercado premia a aquellas empresas que son más eficientes, a aquellas, que en definitiva, mejor sirven al consumidor. La función de la competencia es precisamente esa, "eliminar" a las empresas menos eficientes. El éxito claramente no se encuentra garantizado. Peor aún, no sabemos a ciencia cierta como el consumidor "premiará" nuestro proyecto, al fin y al cabo, nadie tiene un conocimiento certero del futuro y las condiciones cambiantes del mercado. Sin embargo, la mayor "virtud" del mercado libre, radica en reducir al mínimo las malas inversiones y sus consecuencias negativas. Por eso, hay una diferencia muy grande, entre lo que es una mala inversión en el proceso de selección dinámico de mercado, y una quiebra general de empresas y bancos producida por una excesiva expansión artificial del crédito.

El sistema bancario actual, se encuentra basado en la existencia simultánea de un banco central y el ejercicio privado de la banca con reserva fraccionaria. Este sistema no sólo se fundamenta en la concesión de un privilegio a los banqueros privados (ejercicio de la banca con un coeficiente de reserva fraccionaria), con las naturales distorsiones a que ello da lugar en forma de expansión crediticia y ciclos recurrentes de auge y depresión, sino que, además, todo el sistema se encuentra orquestado, dirigido y respaldado por un banco central, prestamista de última instancia, que ejerce de manera sistemática la coacción institucional en el campo bancario, financiero y monetario.

Como indica el profesor Huerta de Soto, "no es posible que el sistema de planificación financiera que se basa en el banco central pueda eliminar la recurrencia de los ciclos económicos. Lo más que puede hacer es posponer su llegada mediante la creación de nueva liquidez y el apoyo a los bancos en peligro en las situaciones de crisis bancaria, a costa de hacer las inevitables recesiones económicas más graves. Y es que el mercado siempre, tarde o temprano, tiende espontáneamente a reaccionar y revertir los efectos de las agresiones monetarias a que es sometido, de manera que los intentos deliberados por vía coactiva (o concesión de privilegios) para evitar tales efectos están condenados al fracaso. Lo más que puede conseguirse es posponer en el tiempo, a costa de agravarla, la necesaria reversión en forma de crisis económica, pero sin poder evitar que finalmente llegue".

Además, al igual que le sucedía al Gosplan, u órgano supremo de planificación económica de la extinta Unión Soviética, el banco central se ve obligado a recopilar continuamente una enorme cantidad de información estadística, relativa al negocio bancario, a los distintos componentes de la oferta monetaria y a la demanda de dinero. Esta información estadística no incorpora los aspectos cualitativos que serían necesarios para hacer posible una intervención no distorsionadora. Y ello no sólo por razones del enorme volumen de esta información, sino sobre todo por su carácter subjetivo, dinámico y constantemente cambiante y que, además, en el campo financiero se presenta con un grado aún mayor de dificultad. Se nota así, con especial gravedad, la imposibilidad de lograr toda la información que necesita el banco central para actuar de manera coordinadora, y que no es sino una ilustración más, en este caso aplicada en el ámbito financiero, del teorema de la imposibilidad del socialismo.

Y es que el conocimiento de los distintos componentes de la oferta y de la demanda de dinero nunca está disponible para ser recopilado de forma objetiva. Por el contrario, se trata de un conocimiento de naturaleza práctica, subjetiva, dispersa y difícilmente articulable que tiene su origen en las voluntades subjetivas de los agentes económicos que se encuentran constantemente cambiando y dependen, en gran medida, de la propia evolución de la oferta monetaria. Ya sabemos que cualquier cantidad de dinero es óptima, en el sentido de que, una vez que se han producido todos sus efectos sobre la estructura de precios relativos, los agentes económicos pueden aprovecharse plenamente de su capacidad de intercambio, cualquiera que sea el volumen absoluto de la misma. Son los cambios en la cantidad de dinero y en su distribución, a través de la expansión de créditos sin respaldo de ahorro, o mediante el gasto directo de las nuevas unidades monetarias en determinados sectores de la economía, los que producen un grave efecto perturbador dando lugar, de manera generalizada, al desajuste o descoordinación en el comportamiento de los diferentes agentes económicos.

No es de extrañar, por tanto, que el sistema de banca central que ahora estamos analizando se haya caracterizado por haber dado lugar a los procesos de descoordinación intertemporal más graves que han ocurrido en la historia. Y así, ya hemos visto que como resultado de las políticas monetarias emprendidas por los diferentes bancos centrales, y especialmente por los de Inglaterra y Estados Unidos, con el objetivo de "estabilizar" el poder adquisitivo de la unidad monetaria, se animó e impulsó un grave proceso de expansión crediticia y monetaria a lo largo de los "felices" años veinte, que dio lugar a la más grave depresión económica del siglo pasado. Y con posterioridad, y tras la Segunda Guerra Mundial, de forma recurrente se han repetido los ciclos económicos, algunos de ellos de una gravedad comparable incluso con la de la Gran Depresión: recuérdese la recesión de finales de los años setenta y, en menor medida, la de principios de los noventa (ambas del siglo XX). Y ello a pesar de todas las declaraciones programáticas en torno a la necesidad de mantener una política monetaria estable por parte de los gobiernos y bancos centrales, y del inmenso esfuerzo en términos de recursos humanos, estadísticos y materiales que se empeñan en tal objetivo. Pese a todo, el fracaso no puede ser más evidente.

Resulta curioso que los economistas de hoy tengan que destinar miles de papers y libros a intentar responder la pregunta de cuánto dinero es necesario en una economía, cuando nadie se pregunta cuántos zapatos, tomates o autos debiera haber en una economía. En esos casos, como observó Rothbard, se asume que es el mercado el que determina a través de la oferta y la demanda la cantidad de bienes producidos. En los países socialistas incluso la producción de este tipo de bienes debía ser "calculada" por expertos, del mismo modo en que hoy se intenta calcular la cantidad de dinero adecuada en lugar de dejar que el mercado lo determine. Hoy sabemos que el resultado de la planificación central, como predijo Mises varias décadas antes de que ocurriera, fue un completo fracaso. Por la misma razón, también la planificación monetaria será insostenible en el largo plazo. Y es que no hay modo alguno de que un par de expertos puedan saber a ciencia cierta cuántos medios de pago son necesarios en el mercado, ni cuántos hay. A tal punto llega el desconcierto entre los economistas sobre este asunto, que el mismo Alan Greenspan, al ser interrogado por el representante Ron Paul en febrero de 2002 acerca de la expansiva política monetaria de la FED y sus permanentes errores de predicción, honestamente contestó: "El problema que tenemos es cómo definimos lo que es dinero... Primero utilizamos MI y resultó ser un indicador muy difícil de cualquier situación financiera. Después fuimos a M2 y tuvimos un problema similar... La dificultad es definir qué parte de nuestra estructura de liquidez es realmente dinero... Hemos tenido problemas por años en lograr algún indicador para determinarlo... Creemos que nuestras mediciones de dinero han sido inadecuadas...".

Ante esta respuesta y previo al cierre de su intervención, Ron Paul, contra preguntó a Greenspan: "¿De modo que es difícil manejar algo que no puede definirse?", a lo que éste contestó directamente: "Es imposible manejar algo que no puede definirse".

El intercambio entre Ron Paul y Alan Greenspan es revelador. Quien fuera considerado la máxima autoridad monetaria del mundo, y por muchos el mejor banquero central de la historia de Estados Unidos, tuvo que reconocer que no sabía cómo determinar que era o dónde estaba concretamente el dinero en la economía, a pesar de que su trabajo consistía en "manejarlo". Así las cosas, que los bancos centrales generen inflación, burbujas y recesiones no debiera sorprender a nadie.

Los propios teóricos defensores del banco central, como Charles Goodhart, se han visto obligados a reconocer que, a pesar de todos los esfuerzos realizados, y en contra de lo que se establece en los modelos de equilibrio que manejan, en la práctica es casi imposible que los funcionarios de los bancos centrales sean capaces de ajustar de una manera adecuada la oferta y la demanda de dinero, dado el comportamiento muy variable, difícilmente predecible, y estacional que tienen las múltiples variables que manejan. Y es que es muy difícil, si no imposible, controlar, tanto la llamada "base monetaria", como otro tipo de guías, por ejemplo, cualquier definición de los agregados monetarios, la evolución del índice de precios o la fijación preestablecida de un tipo de interés o de cambio, sin dar lugar a políticas monetarias erráticas y desestabilizadoras.

El interés detrás del banco central.

Goodhart reconoce que los bancos centrales se encuentran sometidos a las mismas presiones y fuerzas que afectan al resto de los organismos burocráticos. Los funcionarios de los bancos centrales son seres humanos, sometidos a los mismos incentivos y restricciones que afectan al resto de los funcionarios. Por eso es posible que en su actividad se dejen llevar, en mayor o menor medida, por los diferentes grupos de interés que se sientan afectados por la política monetaria del banco central, y entre los cuales los políticos deseosos de conseguir votos, los propios bancos privados, y otros múltiples grupos privilegiados de interés, no son los menos importantes. Por eso, Huerta de Soto concluye, citando a Goodhart cuando menciona que "Existe la tentación a errar por el lado de la laxitud financiera. Subir los tipos de interés es políticamente impopular, y reducirlos es muy popular. Incluso sin la dependencia política, siempre se encontrará el pretexto de posponer los aumentos en el tipo de interés hasta que más información sobre los hechos económicos de cada momento se encuentre disponible. Los políticos generalmente no quieren verse a sí mismos sorprendiendo repentinamente al electorado con inflación. En vez de ello, siempre sugieren que los aumentos del tipo de interés inconvenientes desde el punto de vista electoral se pospongan, o que una reducción (en el tipo) se adelante "con seguridad". Esta manipulación política de los tipos de interés y por tanto de los agregados monetarios lleva a perder la credibilidad y al cinismo sobre si debe darse crédito o no a la retórica de los políticos contraria a la inflación".

Algo muy común en la Unión Soviética y en la gran mayoría de los países que experimentaron antaño la planificación económica. Son muy conocidos los escándalos detrás de la FED y el salvataje "selectivo" a distintos bancos, así como la existencia de un círculo de pequeñas élites que relaciona a hombres de negocio de Wall Street con el congreso de los EEUU y distintos portavoces y encargados de órganos a fines a la FED. En Argentina, por su parte, existe una élite conformada por industriales, sindicatos y políticos que constantemente utilizan el poder que tiene el gobierno de influir en la creación y emisión de dinero para beneficiarse a costa del largo de la población. Como decía el profesor Huerta de Soto "El poder de emitir dinero constituye una tentación demasiado irresistible como para que los gobiernos y los diferentes grupos de interés renuncien a aprovecharse de él".

Si queremos verdaderamente una economía de mercado libre, pura y estable, es necesario eliminar el papel de los bancos centrales y poner fin, de manera absoluta a la concesión de privilegios (a través del sistema de reserva fraccionaria) por parte del estado a los bancos privados, restableciendo un sistema de banca libre con coeficiente de caja del 100 por cien. Solo así, pondremos fin a los auges y las depresiones cíclicas que nos azotan una y otra vez. De mantenerse el actual sistema, periódicamente seguiremos sufriendo crisis tras crisis, y probablemente cada nueva crisis sea cada vez más grave que la anterior. Y mientras la población tenga que ajustarse el cinturón para volver a salir adelante nuevamente, los gobiernos y sus amigos, seguirán disfrutando de la enorme riqueza que nos extraen mediante la simple acción, de encender una impresora. 

Como mencionó el propio el ex congresista y candidato presidencial de los EEUU, Ron Paul: "El gobierno seguirá creciendo como un cáncer, succionando la riqueza y la libertad de nuestro país hasta que las leyes económicas no puedan seguir siendo ignoradas".

Bibliografia:

La acción humana - Ludwig von Mises
La teoría del dinero y del crédito - Ludwig von Mises 
Precios y producción - F. A. Hayek
La miseria del intervencionismo - Axel Kaiser
Dinero, crédito bancario y ciclos económicos - Jesús Huerta de Soto
Hombre, economía y estado - Murray N. Rothbard
La Gran Depresión - Murray N. Rothbard
El misterio de la banca - MurrayN. Rothbard

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