domingo, 2 de agosto de 2020

El fraude más grande de la historia: El sistema de reparto.


Política y economía. 

El distinguido erudito, Richard Epstein dijo: "El estudio de las instituciones humanas es siempre una búsqueda de las imperfecciones más tolerables". ¿Hay imperfecciones en una economía de mercado? por supuesto que si, existen imperfecciones en todo lo humano, incluidas las alternativas a la economía de mercado. Pero, como expresó Thomas Sowell: "Los seres humanos van a cometer errores, ya sea en el mercado o en el Gobierno. La diferencia es que la supervivencia en el mercado exige admitir esos errores y cambiar de estrategia si no se quiere ir a la quiebra. Pero la supervivencia en política exige negar los errores y mantener las malas políticas echando la culpa a los demás".

La forma en que se conciben los problemas tienden a ser diferente para la ciencia económica y la política. El pensamiento político es propenso a concebir políticas, instituciones o programas en términos de sus expectativas en relación a los resultados, por ejemplo, programas de "prevención de drogas", empresas "lucrativas", bufetes de abogados de "interés público", leyes de "control de armas", etc. Pero para los fines del análisis económico, lo que importa no es qué objetivos se están buscando, sino qué incentivos y limitaciones se están creando en busca de esos objetivos. Sabemos, por ejemplo, que muchos, si no la mayoría, de las empresas "con fines de lucro" de hecho no logran hacer dinero, como lo demuestra el alto porcentaje de nuevos negocios que terminan fuera del mercado unos años después de ser creados. Del mismo modo, es una pregunta abierta si los programas de prevención de drogas realmente pueden prevenir o reducir el uso de drogas. Ya sea que las firmas de abogados de "interés público" pueden beneficiar al público, o si las leyes de control de armas realmente logran controlar armas o solo pistolas de juguetes, es una pregunta crucial si lo que deseamos es efectuar la acción menos perjudicial y más beneficiosa para la sociedad en su conjunto. Es probable que ningún economista se sorprenda cuando las leyes de control de alquileres, por ejemplo, conducen a la escasez de viviendas y no al control de alquiler, de modo que las ciudades con tales leyes a menudo terminan con alquileres más altos que ciudades sin ellos. Pero tales resultados pueden ser muy sorprendentes para las personas que piensan en términos de retórica política centrada en objetivos deseables, y no en sus resultados consecuentes.

El punto no es simplemente que varias políticas pueden no lograr sus propósitos. El punto más fundamental, es que necesitamos conocer las características reales de los procesos puestos en marcha, los incentivos y limitaciones inherentes a tales características, en lugar de juzgar estos procesos por sus objetivos. Muchas de las "consecuencias no deseadas" de los programas políticos, son de hecho, previsibles desde el principio, pero solo si analizamos los procesos utilizados en términos de los incentivos y restricciones que crean dichos programas, en lugar de la conveniencia de los objetivos que proclaman. Una vez que comenzamos a pensar en términos de la cadena de eventos establecidos por políticas particulares, y seguimos estos eventos más allá de la etapa uno, o sea, a partir del objetivo deseado, el mundo comienza a verse muy diferente.

La política y la economía también difieren radicalmente en la forma en la que manejan el tiempo. Por ejemplo, cuando se vuelve evidente que las tarifas cobradas por los autobuses municipales son demasiado bajas como para permitir que éstos sean reemplazados a medida que se van poniendo viejos, la conclusión económica lógica a largo plazo es la de aumentar las tarifas. Sin embargo, un político que se opone al incremento de la tarifa como algo "injustificado" puede que gane los votos de los ciudadanos que utilizan los autobuses en la próxima elección. Además, dado que todos los autobuses no se van a poner viejos de inmediato, o ni siquiera en forma simultánea en un futuro, las consecuencias de mantener las tarifas bajas no se harán visibles de un golpe sino que lo harán de forma gradual en el futuro. Puede que pasen algunos años antes de que muchos autobuses comiencen a malograrse y ponerse viejos, sin reemplazos adecuados, y los ciudadanos comiencen a notar que hay tiempos de espera más largos entre uno y otro, y que no llegan a tiempo tan frecuentemente como lo hacían antes.

Cuando el sistema de transporte municipal se deteriore tanto que la gente decida mudarse de la ciudad, llevándose consigo los impuestos que pagan, habrán pasado tantos años desde la controversia política de las tarifas de autobuses que pocas personas la recordarán o verán conexión alguna entre aquella controversia y sus problemas actuales. Mientras tanto, el político que ganó una elección municipal al asumir el papel de defensor de los ciudadanos puede que ahora esté ocupando un cargo a nivel estatal, incluso nacional, gracias a la popularidad obtenida con sus políticas. A medida que la decreciente recaudación haga que los servicios e infraestructuras de la ciudad se deterioren, el héroe de los ciudadanos de otra época puede que incluso alardee que la situación nunca estuvo tan mal cuando él era funcionario municipal, y eche la culpa de los problemas actuales a los fracasos de sus sucesores. Sowell probablemente no lo habría expresado mejor: "Si le quitamos el engaño, tal vez a la política no le quedase nada".

El fraude del sistema de pensiones.

El sistema de reparto es, a groso modo, una estafa piramidal. En economía se conoce como esquema, fraude o estafa piramidal a un sistema de negocios en el cual los participantes tienen que recomendar y captar a más clientes con el objetivo de que los nuevos participantes produzcan beneficios para los participantes originales. El sistema de reparto funciona del siguiente modo: lo que en teoría, un trabajador "ahorra" para su jubilación, es en realidad, repartido a un trabajador ya jubilado. En pocas palabras, lo que el trabajador cree que ahorra para si mismo, es usado simultáneamente por otra persona. Como en el Esquema Ponzi. Una operación fraudulenta de inversión que implica abonar a los inversores actuales los intereses obtenidos del dinero de nuevos inversores. El sistema de reparto se basa en el mismo principio. Obviamente, solo se puede sostener al largo plazo, mientras haya nuevos incautos que estafar, o sea, que la cantidad de gente que sostenga a los "beneficiarios" originales aumente en el futuro, y esto se replique constantemente de igual forma hasta el infinito. En teoría parece sencillo, pero cuando esto deja de cumplirse, el sistema corre el riesgo de desmoronarse, en definitiva: quebrar.

Resultará raro, pero el sistema de pensiones de reparto, no fue producto de bienintencionados izquierdistas o progresistas, de hecho, su creador, fue en realidad lo que hoy en día llamaríamos un derechista totalitario. Hablo de Otto von Bismarck. Bismarck es la representación cruda de lo que hoy en día llamaríamos el político populista y demagogo sin escrúpulos que haría lo que fuera por obtener el poder y efectivamente, quedarse con el. La idea de Bismarck al fundar este sistema, era simple: hacer dependientes del estado a toda la población, y no solo eso, sino robar a la población bajo el amparo de los mismos. En aquellos tiempos la esperanza de vida no llegaba a los 60 años, pues, inteligente y sagaz, lo que proponía Bismarck, era que la gente se jubile a los 65.

Lo que en definitiva se proponía lograr, era quedarse con las abultadas prestaciones y así expandir el poder gubernamental. Lo que no se imaginaba Bismarck, es que pasado un tiempo, y producto de las mejoras introducidas tras la revolución industrial y al auge de la sociedad libre y capitalista, o sea, las mejoras sanitarias y prosperidad económica, la esperanza de vida aumentaría gradualmente (en mayor o en menor medida) en todo el mundo. En la actualidad, la esperanza de vida está entre los 80 y 85 años, y mejor aún (peor para los políticos) sigue creciendo. Por ejemplo, en 2013 comenzó en España el proceso de incremento gradual de la edad de jubilación, en virtud de la reforma de las pensiones aprobada en el año 2011. La edad ordinaria de 65 años aumentará de forma gradual entre 2013 y 2027 de los 65 años a los 67 años. No es un fenómeno aislado. Los principales países de la OCDE se encuentran en procesos parecidos para adecuar la edad de jubilación a las nuevas realidades y ofrecer un respiro a los sistemas de pensiones que fueron diseñados en una época en la que la situación demográfica era notablemente diferente. En resumen: vivimos más, mucho más que cuando éstos fueron diseñados, y un sistema de reparto se enfrenta a dificultades cuando la esperanza de vida no para de crecer y más cuando paralelamente la tasa de fertilidad se encuentra en niveles demasiado bajos para garantizar el reemplazo generacional.

La mayoría de los países desarrollados, están siguiendo una pauta parecida a la española: incrementar la edad ordinaria de jubilación dejando abierta la posibilidad de una jubilación más temprana sin penalización para todos aquellos que acrediten una determinada carrera de cotización: en Alemania, la edad está aumentando hasta los 67 años (63 para largas carreras de cotización). En Dinamarca aumenta hasta los 67 años y se permite una jubilación a los 64 años para los que más han cotizado. En Francia la edad ordinaria quedará fijada en 67 años en el año 2023. En Irlanda la edad de jubilación quedará establecida en 68 años en el año 2028. En Italia, cuyo sistema se basa en cuentas nocionales, existe flexibilidad para jubilarse entre los 62 y los 70 años. En Países Bajos también quedará establecida en 67 años a partir del año 2023. Entre tanto, el Parlamento sueco ya ha debatido la posibilidad de establecer la edad de jubilación en 80 años.

Por supuesto, ahora las nuevas generaciones, a su vez empiezan a trabajar cada vez a una edad superior. Estudian más, trabajan menos, se casan a edades mucho más grandes, y hay que sumarle que tienen menos hijos, y en muchos casos, ni siquiera tienen. Según estadísticas oficiales, en 2019 nacieron 778.000 bebés en Alemania, 9.400 menos que el año anterior. Así pues, la tasa de natalidad descendió en 2019 a 1,54 hijos por mujer, en comparación con los 1,57 de 2018. La cifra está ligeramente por debajo de la media de la UE. Francia es el país donde nacen la mayoría de los niños y Malta donde menos. En Alemania, la proporción de personas por debajo de los 20 años se ha reducido desde la década de los 50 de un 30 a un 18 por ciento. Como dijimos, el envejecimiento de la población será un fenómeno de masas. En 1950, solo uno de cada 100 alemanes tenía más de 80 años, hoy ya es octogenario uno de cada 15, y hacia 2040, podría ser uno de cada 10. Tener más ancianos será un reto para el sistema social y de salud, ya que disminuirá el número de contribuyentes. Un estudio publicado por la revista médica The Lancet vaticina que, hasta finales del siglo XXI, habrá dos mil millones menos de personas que los que pronostica la ONU. Según ese trabajo, elaborado por el equipo de investigación que lidera Christopher Murray, de la Universidad de Washington, más de 20 países, entre ellos Japón, España, Italia y Polonia, perderán la mitad de su población hasta el año 2100. También China pasará de los actuales 1,4 mil millones de personas hasta los 730 millones de habitantes.

Para darnos una idea de estos dos puntos: mayor expectativas de vida y menor tasa de natalidad, antes, cada 6 trabajadores, se sostenía a un jubilado. O sea, había 6 activos por cada persona jubilada. En la actualidad, hay dos trabajadores, por cada jubilado, y se espera que en el futuro, esta brecha siga aumentando a un trabajador por jubilado. Más alarmante aún es que puede seguir aumentando. Un completo estudio realizado por Jagadeesh Gokhale sobre las obligaciones sociales de los países europeos llegó a una conclusión alarmante. Para poder financiar las pensiones y gastos sociales en el futuro, los países europeos (Unión Europea), de promedio deberían tener ahorrado un 434 por ciento de su PIB ganando intereses al mismo o mayor nivel al cual se endeuda el Gobierno. Ello además de los ingresos por concepto de impuestos ya existentes. Como el mismo informe recalca, ninguno de esos países tiene los recursos y sólo podrán salir del problema reduciendo drásticamente el gasto
social.

En países como Alemania, por ejemplo, ya se ha incorporado un freno al endeudamiento en la Constitución, lo que probablemente no podrá ser respetado, pero que ya da una señal de la situación insostenible respecto al gasto estatal. Y es que la deuda de Alemania supera en cuatro veces su PIB igual que en Suecia e Inglaterra, mientras en Francia supera cinco veces el PIB. En 2012, advirtiendo la insostenibilidad de los Estados del Bienestar europeos, la agencia de noticias Bloomberg publicaba un artículo prediciendo reformas sustanciales además de privatizaciones de los servicios sociales: "Los sistemas de seguridad social europeos se verán muy distintos en veinte años. Todavía estarán, pero los programas de beneficios serán muchísimo menos generosos y buena parte del sistema de pensiones será organizado de manera privada. Los servicios de bienestar, como la salud, serán sometidos a competencia y en un mucho mayor grado al pago por los usuarios o seguros privados".

Estados Unidos no es una excepción a la insolvencia mundial de los Estados benefactores. Aunque es menos interventor que los Estados europeos en muchos sentidos, las cargas y el gasto social son gigantescos. Tanto es así que el 60 por ciento del presupuesto combinado de los Estados, gobiernos locales y del Gobierno central se gasta en lo que podrían denominarse "derechos y transferencias sociales" de diverso tipo si sumamos salud, educación y pensiones. Así, el crónico problema de endeudamiento está directamente relacionado con el gasto social. Según el profesor de la Boston University y reconocido experto en temas macroeconómicos, Laurence Kotlikoff, Estados Unidos está "totalmente quebrado" con más de doce veces el PIB en obligaciones sociales que no se podrán pagar. Kotlikoff dice que hay una verdadera "guerra de generaciones" en que la generación actual, para recibir todo tipo de beneficios del Gobierno, está destruyendo el futuro de sus hijos y nietos que deberán pagar deudas astronómicas llevando a un deterioro considerable en su calidad de vida. Esto plantea serias dudas respecto a la ética y la moral del sistema. El hecho de que la gente está obligada, en muchos casos, a financiar este esquema, ya presenta serias dudas sobre cuan ético es en realidad. No obstante ¿preguntamos a las generaciones que ni siquiera han nacido si en verdad quieren formar para de él? ¿en serio por nuestro egoísmo personal vamos a perjudicar a nuestros hijos y nietos? todo parece indicar que ese es el objetivo. Según Kotlikoff, el Gobierno norteamericano con su endeudamiento es "peor que la pirámide ponzi de Madoff". Esto se aplica a casi todos los países industrializados, agrega el académico, los que debido especialmente a sus sistemas de pensiones de reparto verán colapsar estas pirámides "como un castillo de naipes".

Claro, los ancianos pueden seguir recibiendo sus jugosas contribuciones expoliando a los jóvenes de hoy con impuestos cada vez más alto, pero incluso esto tiene un límite, cuando las rígidas e inflexibles leyes laborales, altos salarios mínimos que ocasionan paro masivo, y peor aún, tienen un impacto diferencial en los más jóvenes, generando desempleo juvenil a gran escala, es un problema creciente y alarmante en gran parte del mundo ¿cuánto podrán soportar las nuevas generaciones, no ya los impuestos, sino directamente la expoliación para sustentar este sistema? muchos dicen que "nos lo debemos a nosotros mismos", pero Mises mejor no podría a ver explicado esta falacia: "Contemplemos ahora el caso de Pablo, quien, bajo un sistema intervencionista, ahorró en 1940 cien dólares pagando su seguro a las instituciones de la seguridad social nacional. El gobierno, por tal abono, reconoció a Pablo derecho a percibir en su día cierta suma. Ahora bien, si el gobierno consumió los citados cien dólares no se produce incremento alguno de capital y no aumenta la productividad laboral. La deuda contraída con Pablo por la administración se transforma en un crédito de éste contra los contribuyentes de mañana. Cierto Pedro tendrá en 1970 que atender el compromiso contraído en 1940 por la caja aseguradora, aunque él personalmente no haya obtenido ninguna ventaja del sacrificio de Pablo (...) Resulta, pues, evidente que no hay que fijar nuestra atención en la Unión Soviética para comprender las consecuencias sociales de los modernos métodos de financiación del gasto público. Salta a la vista el carácter engañoso de aquel manido argumento según el cual la deuda pública no es en verdad una carga, ya que "sólo a nosotros mismos la debemos". Los Pablos de 1940 no se la deben a sí mismos. Son los Pedros de 1970 los que la deberán a los Pablos de 1940. La filosofía de "después de mí, el diluvio" es la que por todos sus poros rezuma la doctrina. Los políticos de 1940 resolvieron sus dificultades trasladándolas a los gobernantes de 1970. Cuando esta fecha llegue, aquéllos o habrán muerto o estarán escribiendo sus memorias acerca de la gran obra de seguridad social que realizaron".

Como expresó Thomas Sowell: "El hecho de que tantos políticos de éxito sean reales embusteros no constituye únicamente una reflexión en torno suyo, también es una reflexión en torno a nosotros. Cuando la gente quiere lo imposible, sólo los embusteros pueden satisfacerlo, y eso sólo a corto plazo. Los actuales conatos de disturbios callejeros en Europa demuestran lo que sucede cuando a largo plazo llega la verdad a los políticos y a la población", pues como afirma: "Entre las mentiras más importantes de los estados del bienestar a ambas orillas del Atlántico se encuentra la noción de que el Estado puede proporcionar a la población las cosas que ésta quiere pero no se puede permitir. Puesto que el Estado obtiene sus recursos de la población, si la población en conjunto no se puede permitir algo, tampoco se lo puede permitir el Estado".

Obviamente, como recalca Thomas Sowell, siempre el gobernante de turno puede recurrir a la impresión de dinero, pero "La inflación es una mentira discreta, en virtud de la cual el Estado puede mantener sus promesas sobre el papel, pero con dinero mucho menos valioso que el dinero en circulación en el momento en el que se hicieron las promesas". Las consecuencias de tal sistema, es como mucho aleccionador, viendo el caso de Argentina. Este país no solo tiene un sistema de reparto quebrado, a tal punto de que más de la mitad del valor de un simple caramelo, son impuestos para sostener el esquema jubilatorio actual, sino que la imposibilidad de mantener semejante gasto, llevó al gobierno a la emisión descontrolada ocasionando las ya conocidas y desastrosas consecuencias económicas y sociales que ello conlleva. Los gobiernos de todo el mundo desean idear distintos planes para las jubilaciones por invalidez y edad avanzada. Intentan incrementar el número de personas incluidas en el sistema de seguridad social del gobierno y extender los beneficios que dicho sistema brinde. Apoya abiertamente los reclamos sindicales para que les sean otorgadas jubilaciones que no tengan como contrapartida ninguna contribución por parte de los beneficiarios. Pero, al mismo tiempo, está firmemente decidido a seguir una política que, irremediablemente, disminuirá cada vez más el poder adquisitivo del dinero. Proclaman los desequilibrios del presupuesto y el gasto deficitario como los principios fundamentales de las finanzas públicas, como un nuevo modo de vida. Mientras fingen combatir la inflación, falseando en muchos casos las cifras de los aumentos en los precios, han elevado a la dignidad de postulado esencial del gobierno popular y de la democracia económica la expansión crediticia ilimitada y el aumento desenfrenado de la cantidad de moneda en circulación.

Como dijo el profesor Huerta de Soto: "La seguridad social no es ni seguridad ni social. Es el colmo del engaño semántico; no hay ninguna seguridad de que vayamos a recibir nada y además tampoco es social; porque es que hay mucha gente que le están quitando el 30% de su sueldo y son menos de mil euristas, a lo mejor para pagar pensiones a millonarios. Es el colmo de los absurdos".

Fuentes: 

Miguel Anxo Bastos - El futuro del Estado de Bienestar (Conferencia)
Miguel Anxo Bastos - Repercusión del tiempo en la Política y la Economía (Conferencia)
Miguel Anxo Bastos - Pensiones y Estado (Conferencia)
Jesús Huerta de Soto - La crisis del sistema de pensiones (Conferencia)

sábado, 1 de agosto de 2020

Feminismo, política y la cultura de la violencia.


Cooperación social y paz. 

Ludwig von Mises dijo: "Expresar que la sociedad es un organismo es como decir que está fundada en la división del trabajo. Para comprender el total alcance de esta idea es preciso tener en cuenta todos los objetos que se propone la actividad humana y los medios que emplea para lograrlos. Parece entonces que la división del trabajo domina todas las relaciones entre hombres pensantes y con voluntad. El hombre moderno es un ser social, no sólo porque no puede uno imaginárselo que llene sus necesidades materiales aisladamente, sino también porque únicamente la sociedad ha hecho posible el desarrollo de sus facultades intelectuales y de percepción. El hombre es inconcebible como ser aislado, porque la humanidad no existe sino en cuanto es un fenómeno social, y el hombre ha pasado la etapa de la animalidad en la medida en que la acción en común ha estrechado lazos sociales entre los individuos. El paso del animal humano a la persona humana sólo ha podido efectuarse mediante la formación de grupos sociales y en el seno de ellos. El hombre se eleva por encima del animal en la proporción en que se hace social. Este es el sentido de la famosa frase de Aristóteles: el hombre es un animal político".

Para él: "La ventaja de la división del trabajo es siempre recíproca: no se limita a los casos en que el trabajo en común no hubiese podido ser realizado igualmente por el individuo aislado", por ello "El ascenso del rendimiento, que se debe a la división del trabajo, conduce a los hombres a no considerarse ya como adversarios en la lucha por la vida, sino como asociados en una pugna sostenida en común para bien de todos. La división del trabajo transforma a los enemigos en amigos, hace surgir la paz de la guerra y convierte a los individuos en sociedad".

Según Mises: "La sociedad comienza cuando aparece en el individuo la voluntad de obrar en conjunto. Proseguir en común fines que ninguno podría realizar solo o que realizaría menos bien; cooperar, he aquí la esencia de la sociedad". En consecuencia, "De esta manera la sociedad no es un fin, sino un medio, un medio al servicio de cada uno de los asociados para alcanzar sus propios objetivos. La sociedad es posible porque las voluntades de individuos diferentes pueden unirse en una aspiración común, puesto que la comunidad de la voluntad entraña la comunidad de la acción. Si no puedo obtener lo que deseo sino a condición de que mi compañero obtenga igualmente lo que él quiere, su voluntad y su acción se convierten para mí en un medio al servicio de mis propias finalidades. De esta manera, al convertirse mi voluntad en inseparable de la suya, no puedo querer ya frustrar su voluntad. Tal es el hecho fundamental sobre el que reposa toda la vida social".

En definitiva, "La división del trabajo implica la paz y la libertad" y por consiguiente: "El efecto más notable de la división del trabajo es que hace del individuo independiente un ser social dependiente. El hombre social se transforma, mediante la división del trabajo, de igual manera que se integra la célula en un organismo. Se adapta a nuevas condiciones de existencia, deja que se atrofien algunas de sus fuerzas y algunos de sus órganos, a la vez que desarrolla otros. El hombre se especializa". De ahí se desprende que: "La cultura intelectual es el producto de las horas de recreo, de la tranquila comodidad que solamente proporciona la división del trabajo".

Lo que preside la constitución de las sociedades, su conservación y desarrollo, es el espíritu social, el espíritu de cooperación social. Es por ello que Mises explicaba que: "La lucha, en el sentido propio y original de la palabra, es antisocial; hace imposible la cooperación entre los combatientes, elemento que es fundamental para la unión social. Destruye la comunidad de trabajo en donde ya existe. La competencia, al contrario, es un elemento de la cooperación social. Constituye el principio ordenador de la sociedad. Desde el punto de vista social, la lucha y la competencia son diametralmente opuestas", por esa razón concluía que: "La lucha de clases, la lucha de razas, la lucha de las nacionalidades, no pueden ser el principio constructor de la sociedad. La destrucción y el aniquilamiento son incapaces de construir algo".

A lo largo de la evolución social, se fueron adoptando y creando de manera espontánea distintos mecanismos para facilitar la cooperación social. El mercado y el dinero son ejemplos de ello. La familia, el matrimonio, son otros. Mises al respecto decía: "Mientras el movimiento feminista se limite a igualar los derechos jurídicos de la mujer con los del hombre, a darle seguridad sobre las posibilidades legales y económicas de desenvolver sus facultades y de manifestarlas mediante actos que correspondan a sus gustos, a sus deseos y a su situación financiera, sólo es una rama del gran movimiento liberal en donde encarna la idea de una evolución libre y tranquila. Si, al ir más allá de estas reivindicaciones, el movimiento feminista cree que debe combatir instituciones de la vida social con la esperanza de remover, por este medio, ciertas limitaciones que la naturaleza ha impuesto al destino humano, entonces es ya un hijo espiritual del socialismo. Porque es característica propia del socialismo buscar en las instituciones sociales las raíces de las condiciones dadas por la naturaleza, y por tanto sustraídas a la acción del hombre, y pretender, al reformarlas, reformar la naturaleza misma".

Violencia y feminismo.

Hoy en día pocos negarían que el feminismo se ha tornado un movimiento hostil y violento, salvo algunos cuantos necios que, exclamando a los cuatro vientos el viejo lema del socialista frustrado, diría: eso no es verdadero feminismo.

Muchos, por otro lado, intentan justificar la subversión y los daños materiales que ocasionan en cada marcha, bajo la vieja y falaz premisa, de que bueno, así es el ser humano: violento. La sociedad, dicen, se fundó en la violencia. Las guerras, el odio, el crimen, están en nuestro ADN. Pero lo que vuelve "bueno" ese odio y resentimiento en el movimiento feminista, es que se canaliza a través de "buenas causas". En pocas palabras, el fin justifica los medios. No importa que un joven inocente sea linchado por desconocidos luego de ser acusado falsamente por su amiga despechada de haberla violado; no importa que otro joven se suicide por la presión de ser acosado incansablemente en las redes sociales por algo similar; no importa que gente que ya de por si tiene una vida dura, tenga que pagar por los destrozos en la calle, de sus negocios, de sus casas, después de todo, es un mero daño colateral, en el camino hacia una meta superior, trascendental, que vale eso y más.

Como diría Hayek: "El principio de que el fin justifica los medios se considera en la ética individualista como la negación de toda moral social. En la ética colectivista se convierte necesariamente en la norma suprema; no hay, literalmente, nada que el colectivista consecuente no tenga que estar dispuesto a hacer si sirve "al bien del conjunto", porque el "bien del conjunto" es el único criterio, para él, de lo que debe hacerse".

Pero esta práctica, no es nueva. Siempre la violencia se ha glorificado por un grupo u otro, y ha sido el medio puesto a disposición de los más variados movimientos filosóficos y políticos. Pero aquellos que creen que la violencia y el daño son los cimientos de la sociedad, que rodean de un aura de romanticismo la lucha, la guerra, se equivocan sin lugar a dudas. Pues, como dijo Mises: "La sociedad ha nacido por virtud de obras de paz; su ser, su razón de ser, es crear la paz. No es la guerra, sino la paz, la hacedora de todas las cosas. A nuestro derredor vemos que el bienestar surge como consecuencia del trabajo económico, y es el trabajo y no la lucha armada lo que trae felicidad a los hombres. La paz construye, la guerra destruye".

La violencia solo puede engendrar más violencia, más conflictos, y su única consecuencia es destruir la cooperación que hace posible la sociedad. Es la cooperación, y no la lucha, la que en última instancia organiza y cimienta el cuerpo social. La violencia, el odio, el resentimiento, solo puede servir como receta para el desastre. Uno de los acontecimientos históricos más violentos, brutales y sanguinarios, y también, el más elogiado por muchos grupos izquierdistas, es la Revolución Francesa. La revolución comenzó por muy buenas razones, pero en ella se alimentó el resentimiento, el odio, y finalmente llegó el Terror. Se demolió el régimen absolutista por el fervor de las masas. Maximilien Robespierre, uno de los revolucionarios más importantes, señalaría en ese tiempo: "El terror no es más que la justicia rápida, severa e inflexible". En el reinado del terror de los jacobinos, no menos de 10.000 personas fueron guillotinadas ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor sospecha de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona acusaciones que eventualmente la llevarían a la guillotina. El cálculo total de víctimas varía, pero se cree que pudieron ser hasta 40.000 los que fueron víctimas del Terror. Pero bueno, al menos queda el consuelo de que el fin justifica los medios ¿no? ¿lograron los franceses como mínimo alcanzar la paz, la igualdad y la libertad? ¿sirvió de algo tanta violencia y sangre? y... la verdad que no. Tras el reinado del terror tomó el poder Napoleón que sumió a toda Europa, no solo a Francia, en un conflicto bélico masivo y la situación por la que se había iniciado la revolución no cambió en lo más mínimo, salvo por alguna que otra situación particular. Napoleón comenzó una expansión militar e imperial, precisamente, con el fin de llevar la revolución igualitaria a otros países.

La historia de la humanidad está llena de este tipo de acontecimientos. Los bolcheviques, los fascistas, los nazis, todas revoluciones bien intencionadas que terminaron convirtiéndose en dictaduras totalitarias. Pero, dejemos de lado estos casos, y vayamos a lo que es el feminismo ¿la violencia de las marchas o los escraches han servido de algo? ¿hay menos asesinatos de mujeres por cagar en una iglesia, destruir o pintar una estatua, destrozar un comercio? ¿de que forma abolir la familia o el matrimonio ayuda a las mujeres? como en muchas otras cosas, lo que se oye bien (aunque ni siquiera es el caso) pocas veces tiene el resultado que se espera obtener. Las buenas intenciones, la empatía, no son suficientes a la hora de tratar con la realidad objetiva y tomar decisiones de la que dependen muchas vidas. Es cierto que debatir los medios y los resultados pocas veces es tan emocionantes como los categóricos pronunciamientos morales, pero las preguntas sobre que medio es más apto y que resultados empíricos existen sobre determinado tema, son mucho más importante, si es que de nuestras decisiones depende el bienestar de gran parte de la población. En la práctica, la gente termina pagando caro por estas actitudes antisociales. Es una ilusión bastante peligrosa pensar que la injusticia indudable de oportunidades en la vida es una razón para dar a los políticos un control cada vez mayor sobre los recursos de la nación, y cada vez más poder sobre nuestras vidas individuales. El historial de ese enfoque es, como mínimo, aleccionador, cuando incluso la mayoría de los gobiernos socialistas y comunistas fueron forzados por las consecuencias contraproducentes a abandonar la planificación económica centralizada a finales del siglo XX, y cuando los beneficios del estado de bienestar expansivo para algunos en Inglaterra y Estados Unidos ha estado acompañado de dolorosas regresiones sociales en detrimento de cada sociedad en su conjunto.

Los comunistas son, por supuesto, un ejemplo extremo. Pero, bajo cualquier movimiento o conjunto de creencias colectivas, estar del lado de los "ángeles" puede ser una peligrosa autocomplacencia. Una obstinada negligencia a veces llamado idealismo. Este tipo de idealismo puede seducir al pensamiento, reemplazar realidades con preconceptos y hacer que el exceso objetivo de equitación la victoria de alguna visión abstracta, en desafío a la realidad o sin tener en cuenta la verdad y el destino de los demás seres humanos. Por ejemplo, en Argentina, como en gran parte del mundo, la famosa "brecha salarial" entre hombres y mujeres con la misma ocupación desaparece cuando se toman en cuenta las horas trabajadas. El salario de hombres y mujeres, con las mismas capacidades y en el mismo empleo, es igual. Pero lo importante es el relato moralizador absoluto, y la brecha salarial no es ni más ni menos que una trampa estadística basada en ocultar que en promedio (y esto se va reduciendo sistemáticamente) las mujeres trabajan menos horas que los varones y en consecuencia ganan menos... pero por trabajar menos. Es tan simple como eso.

Queda claro que si fuera posible y legal contratar mujeres por el 27% menos de lo que cuesta contratar varones por idéntico trabajo e idéntica cantidad de horas, se contratarían sólo mujeres. Pero la discriminación laboral ha servido al feminismo para ese discurso que inventó una nueva clase oprimida que se corresponde con "todas las mujeres". Un conjunto de víctimas que necesitan cada vez más y más oficinas de estado para rebelarse contra el opresor. Basta con ver la forma en que las "líderes" de los movimientos feministas son premiadas con cargos gubernamentales luego de haber agitado políticamente las causas según la necesidad de sus partidos. Seamos sinceros, no se ven marchas feministas para pedir cupos en los oficios más sucios y peligrosos, que casi exclusivamente realizan varones y donde la posibilidad de obtener privilegios es nula. Acá se pide cupo en la dirección de empresas, las finanzas, la política, etc. Ahí sí la lucha es total. Como dijo la periodista Karina Mariani: "No es feminismo, es elitismo supremacista y constituye una causa con la que se obtienen ventajas y prebendas. No busca la igualdad de oportunidades ni la igualdad ante la ley, sino un entramado de leyes y normas donde no triunfa quien se esfuerza y tiene los méritos necesarios sino las más fanáticas y extremas. ¿Y quién certifica la sumisión a la tribu y a su ideología? una privilegiada cúpula militante intrínsecamente elitista que desprecia las mujeres independientes, que no piensan como ellas o que cometen el pecado mortal de velar por las personas a las que quieren, en vez de sumarse a su causa".

De los años 20 del siglo pasado, hasta ahora, el feminismo se convirtió en lo que Mises había criticado en su clásico libro sobre el socialismo. El feminismo se convirtió en una versión femenina del movimiento bolchevique, y explota el mismo discurso socialista. Mediante un lenguaje simple y básico, apela a emociones e intuiciones espontáneas. Las palabras les dan a sus miembros algo por lo que luchar: la igualdad, la injusticia, la fraternidad, la libertad y fundamentalmente, crean un enemigo al que culpar de que dichos ideales no se cumplan: el capitalismo, el imperialismo, neoliberalismo, los ricos, los hombres, el patriarcado, etc. El logro económico, por ejemplo, a menudo se ve como un mero "privilegio" y el fracaso como "desventaja", borrando nuevamente la distinción entre ex ante y ex post, en detrimento de cualquier estudio empírico de los fundamentos del logro y el fracaso, ya que la distinción misma se desvanece por la magia verbal.

El socialismo, tanto en su versión "clásica", como en actual forma feminista, particularmente convierte en "victima" al sujeto y por consiguiente, le da un nombre al que culpar. El rol de víctima funciona como un mecanismo de protección ante síntomas de miedo o ansiedad. Se trataría de un modelo de evitación donde la persona prefiere no afrontar la responsabilidad de sus acciones ya que no se sienten preparados para el fracaso, y acaban proyectando esa culpa hacia los demás. Constituiría, por tanto, un modo desadaptativo de hacer frente a las dificultades y problemas frecuentes de la vida de una persona. Es mucho más fácil y rápido culpar a un tercero, que analizar detenidamente cada situación y por consiguiente sacar una conclusión concreta respecto al tema. Al eliminar las probabilidades, y enfocarse en un enemigo abstracto común, también vuelve mucho más fácil con quien o que desquitarse. Se alimenta así, el resentimiento. Sigue el clásico esquema marxista que busca dividir la sociedad en dos clases enfrentadas (en el marxismo viejo y duro: capitalistas contra proletarios), actualmente: hombres contra mujeres, blancos contra negros, heterosexuales contra lo que sea. Los pensamientos totalitarios necesitan siempre de un opresor, un enemigo común y para ello usan el miedo, en este caso contra los hombres, para proponer medidas totalmente inútiles que solo destruyen los mecanismos que ayudan a que se desarrolle la cooperación social, pacifica y libre, como pueden ser leyes que van contra la presunción de inocencia, vagones exclusivos para mujeres en los medios de transporte, medidas supremacistas que castigan más a los hombres que a las mujeres por idénticos delitos o reglamentaciones de "discriminación positiva" para que las mujeres cobren más por trabajar menos. A la de por si ya rígida legislación laboral también se quiere obligar a que se contraten mujeres en una cantidad determinada, entre otras cosas.

Las consecuencias son claras: cada vez más gente ve en el movimiento feminista, no un ideal noble, sino una tribu de feminas violentas que vociferan a los cuatro vientos consignas fascistas a un enemigo invisible y abstracto. Cada vez menos personas las toman en serio, y con razón y de hecho, merecidamente. Si el feminismo sigue este camino, glorificar la violencia, la división, el fin de que todo vale para alcanzar una meta superior, y esto implica causar la desintegración social, la destrucción de las instituciones básicas que son cimientos en las que la sociedad se sostiene, buscando la aplicación de su programa bolchevique, diría que empiecen a leer un poco de historia sobre lo acontecido en los tiempos de los soviets, por que es seguro que tendrá el mismo resultado que replicar el modelo soviético pero la planificación, en vez de ser llevada a cabo por hombres, lo será por mujeres.

Como afirma Axel Kaiser, y esto es perfectamente aplicable al feminismo moderno: "El igualitarismo primitivo, que busca nivelar a las personas a través de la ley en lugar de hacerlas iguales frente a la ley, ha sido siempre la más destructiva de las ideologías. Su fuerza viene de antiguos impulsos tribales que aún se encuentran presentes entre nosotros. La idea romántica de un solo colectivo indisolublemente unido, en el que todos velan por todos, es una reminiscencia tribal cuya materialización consecuente debe necesariamente pagarse sacrificando la libertad de los individuos e incrementando el control que la autoridad, reclamando representar el "interés general" que sólo ella es capaz de interpretar, debe ejercer sobre la población. Resulta extremadamente peligroso que este tipo de lógica se instale como la dominante en la discusión intelectual y pública; pues el programa igualitarista, aunque se disfrace de libertad, necesariamente conducirá a la tiranía, específicamente, a una tiranía de la igualdad en que las preferencias individuales serán cada vez menos toleradas".