lunes, 13 de julio de 2020

Socialismo y juventud: 5 factores para comprender la mentalidad anticapitalista.


Socialismo y juventud.

Existe una famosa frase, que muchos adjudican a Winston Churchill (aunque no se sabe a ciencia cierta si fue él quien la dijo) que dice así: "Quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón. Quien de viejo es comunista, es que no tiene cabeza".

No importa que ideas tengamos ahora, en algún momento de nuestra juventud, nos sentimos atraídos, tal vez directa o indirectamente, por ideas izquierdistas. Yo he caminado por esos senderos, como muchos, sino la gran mayoría. Llegué a soñar, al menos una vez, con eliminar la desigualdad del mundo, con recuperar las riquezas que los "imperialistas" nos arrebataron, con una América Latina unida, alcanzar y conquistar un estado de justicia universal, en definitiva, convertir al mundo entero en un lugar tranquilo, sereno e igualitario, en donde todo lo malo: la codicia, el egoísmo, sean un simple y oscuro recuerdo diluyéndose en el olvido. ¡Oh! ¡Tan nobles objetivos! tan nobles... ¿quién no quisiera realizarlos?

Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa expresaron: "Casi todos los latinoamericanos hemos sufrido el marxismo como un sarampión, de modo que lo alarmante no es tanto haber pasado por esas tonterías como seguir repitiéndolas, o, lo que es peor, creyéndolas, sin haberlas confrontado con la realidad. En otras palabras, lo malo no es haber sido idiota, sino continuar siéndolo".

A medida crecemos, nos damos cuenta de que no es tan fácil, y que muchos objetivos, se contradicen o son incompatibles con otros. Muchos afirman que la mentalidad igualitarista se esfuma cuando la persona recibe su primer salario. Sería algo maravilloso. Sin embargo, gente adulta, muchos viejos, aún hablan con los ojos cristalinos y un nudo en la garganta, de cuan extraordinario sería materializar en su plenitud la "justicia social", la igualdad, y efectivamente, vota por ello. No se trata simplemente de "una etapa" de la vida como creen algunos, muchas veces, esa etapa trasciende a forma de vida, y la convicción se arraiga con fuerza en cuerpo y alma, y se vuelve perenne. Existe algo que impulsa a los jóvenes hacia el socialismo, y también algo que los hace permanecer en él.

Olvidemos las falacias de los "intereses personales", no vienen al caso. Probablemente un político tenga intereses en realizar dicho ideal más allá de las convicciones, pero sigue sin explicar como es que hay tantos jóvenes que creen firmemente en esas ideas a pesar de haber alcanzado la "madurez" mental y física. Peor ¿cómo afirmar que se tratan de meros intereses personales cuando tanta gente ha muerto por realizarlas? ¿porqué arriesgarse tanto?

La juventud y su admiración por el socialismo, tiene una explicación mucho más compleja. Maticemos con otro ejemplo para entender el porqué: cómo se explica que a pesar de que la planificación centralizada ha demostrado en múltiples ocasiones ser un fracaso ¿porqué la gente sigue apoyando con el voto tales propuestas? En América Latina, por ejemplo, la gente ha vivido en carne propia lo que implica la planificación económica y sus consecuencias sociales y espirituales, sin embargo, cada década por medio, se vuelve a experimentar con ellos (tal vez con otro nombre y otros líderes) con el apoyo de una gran cantidad de votantes. Pero América Latina no es un caso excepcional, en el mundo entero la planificación económica reaparece cada dos por tres. Va más allá de los intereses personales de cada quien, en un última instancia, las ideas socialistas, juegan con las emociones, y principalmente con aquellos arraigados en el corazón y la mente de todos los hombres.

Para mi, como para muchos que han estudiado este tema, el apoyo inalcanzable que tiene el socialismo por parte de los jóvenes, adultos o cualquier otro tipo de personas, radica fundamentalmente en la percepción de ideas. Por ello, para entender este fenómeno, es fundamental entender el mundo de las ideas.

El mundo de las ideas.

Ya sea en la guerra o la paz, en economía o religión, algo tan intangible y abstracto como una idea puede dominar las cosas más concretas de nuestras vidas. Lo que Karl Marx llamó "el resplandor de las ideas" ha incendiado naciones en su totalidad y consumido generaciones enteras. Las ideas que Karl Marx creó en el siglo XIX dominaron el curso de los acontecimientos en amplias partes del mundo en el siglo XX. Generaciones completas sufrieron, y millones fueron asesinados, como resultado de esas ideas. Esta, sin duda, no era la intención de Marx, y probablemente, ni las intenciones de muchos partidarios de las ideas marxistas en países de todo el mundo. Pero es lo que pasó. Algunos de los intelectuales más distinguidos del mundo occidental en la década de 1930 elogiaron a la Unión Soviética, mientras que millones de personas morían de hambre y otro gran número eran enviadas a campos de trabajos forzados.

La mente liberal más influyente del siglo XX, Ludwig von Mises en su libro "Socialismo", fue uno de los primeros en reconocer este hecho en particular cuando afirmó que "La sociedad humana es una construcción del espíritu. La cooperación social es, ante todo, pensamiento y solamente después se convierte en hecho. Son las ideas las que hacen la historia, no las fuerzas productivas materiales, esas entidades nebulosas y místicas del materialismo histórico. Si pudiera vencerse la idea del socialismo y hacer comprender a la humanidad la necesidad de la propiedad privada de los medios de producción, el socialismo se vería obligado a desaparecer. En ello radica todo el problema". En la Acción Humana seguiría este punto de vista: "Las doctrinas librecambistas se impusieron en el siglo XIX porque las respaldaban las teorías de los economistas clásicos. El prestigio de éstas era tal que nadie, ni siquiera aquellos cuyos intereses clasistas más se perjudicaban, pudieron impedir que calaran en la opinión pública y se plasmaran en disposiciones legales. Son las ideas las que hacen la historia, no la historia la que engendra las ideas".

Hayek fue uno de los que mejor comprendió esta visión de Mises, de que las ideas son las que moldean el curso de los acontecimientos. Para Hayek, son las ideas las que en última instancia definen la evolución social, económica y política de las naciones. Por eso en su artículo los "Intelectuales y el socialismo" dijo una gran verdad: "El Socialismo nunca y en ninguna parte ha sido un movimiento de la clase obrera. De ninguna manera es una solución obvia para los obvios males que los intereses de esa clase necesariamente exigirían. Es una construcción de teóricos, que se derivan de ciertas tendencias del pensamiento abstracto con el que durante un largo tiempo sólo los intelectuales estaban familiarizados, y que requirió grandes esfuerzos por los intelectuales antes de que la clase obrera pudiera ser persuadida para que lo adoptaran como su programa".

En este aspecto, cuando uno observa la historia de los revolucionarios más conocidos, Lenin, Trotsky, Stalin, Mao, incluso Castro o el Che Guevara, comprueba que no fueron hijos de clases trabajadoras, sino hijos de burgueses. Tenían mucho tiempo libre para desarrollar teorías y escribir libros. Los intelectuales son un engranaje fundamental al momento de dispersar teorías, por ello Mises decía que "Las masas, el conjunto de hombres comunes, no conciben ideas, ni verdaderas ni falsas. Se limitan a elegir entre las elaboradas por los líderes intelectuales de la humanidad. Pero su elección es decisiva y determina el curso de la historia. Nada puede atajar el desastre cuando la mayoría prefiere doctrinas nocivas".

Para contrastar las afirmaciones de Mises y Hayek sobre las ideas, podemos incluir la de otro prominente economista que sin embargo, tiene un pensamiento diametralmente opuesto al de ambos. Hablo de John Maynard Keynes. En determinado momento de su Teoría general, Keynes afirma: "Las ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto cuando están en lo cierto como cuando no lo están, son más poderosas de lo que se supone corrientemente. Verdaderamente, el mundo se gobierna con poco más. Los hombres prácticos, que se creen completamente libres de toda influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto. Los maniáticos de la autoridad que oyen voces en el aire, obtienen su frenesí en algún mal autor académico de unos años atrás. Estoy seguro de que el poder de los intereses creados se exagera enormemente en comparación con la intrusión gradual de las ideas. No inmediatamente, por supuesto, sino después de un cierto intervalo; porque en el campo de la filosofía económica y política no son muchos los que se dejan influir por nuevas teorías cuando han llegado a los 25 o 30 años de edad, de forma que las ideas que los funcionarios civiles, los políticos, e incluso los agitadores, aplican a los acontecimientos actuales no es probable que sean las más recientes. Pero, tarde o temprano, son las ideas, y no los intereses creados, las que resultan peligrosas para bien o para mal".

La idea de "hegemonía" del marxista italiano Antonio Gramsci también reafirma la importancia de las ideas en la construcción social. El planteaba un cambio revolucionario no violento ni subversivo, diferente al de los marxistas-leninistas. Este cambio propuesto por Gramsci, se da en un terreno de gran trascendencia: el de los valores, creencias, identidades y, en definitiva, el de la cultura: "Toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas a través de agregados humanos al principio refractarios y sólo atentos a resolver día a día, hora por hora, y para ellos mismos su problema económico y político, sin vínculos de solidaridad con los demás que se encontraban en las mismas condiciones".

Para concretar esta "revolución cultural", Gramsci concluye que es de vital importancia que proliferen intelectuales comunistas, pues ¿quién mejor que los intelectuales para lograr cambios sociales?: "También es importante que en la masa de los intelectuales se produzca (…) una tendencia de izquierda en el sentido moderno de la palabra, o sea, orientada hacia el proletariado revolucionario. La alianza del proletariado con las masas campesinas exige esta formación; aún más lo exige la alianza del proletariado con las masas campesinas del sur".

Incluso personas con pensamientos opuestos en muchos aspectos, concuerdan en este hecho fundamental. Los intelectuales generan ideas y las ideas importan, y mucho, ya sea que esas ideas sean correctas o incorrectas. Las ideas afectan el destino de naciones y civilizaciones enteras. En ninguna parte esto es más cierto que en nuestros tiempos, cuando algunas personas hacen ataques suicidas para matar a extraños que no les han hecho nada, como el 11 de septiembre, el atentado contra Charlie Hebdo, los ataques a Londres en 2005, y demás. Los atacantes consumen ideas e impulsados por las emociones generadas por esas ideas y visiones, llegan a tales límites.

Por supuesto, como dijo Thomas Sowell al respecto: "Si hay alguna lección en la historia de las ideas, es que las buenas intenciones no dicen nada sobre las consecuencias reales. Pero los intelectuales que generan esas ideas no tienen que pagar por dichas consecuencias".

El papel de las ideas es fundamental, por eso la necesidad de influir en la opinión pública a la hora de desarrollar una política económica es un factor muy importante. Mises sin duda lo tenía claro expresando que "Si la mayoría de la nación sostiene ideas equivocadas y prefiere candidatos indignos, no hay más solución que hacer lo posible por cambiar su mentalidad, exponiendo principios más razonables y recomendando hombres mejores. Ninguna minoría cosechará éxitos duraderos recurriendo a otros procedimientos". Los ejemplos de esto abundan. A finales del siglo XX, con el resurgir del capitalismo mundial, muchos países, principalmente en el tercer mundo, aplicaron medidas económicas liberalizadoras por la fuerza, ya sea por dictaduras y gobiernos democráticos a pedido del FMI y demás instituciones internacionales, sin el debido consenso de la opinión pública. Años después, cuando las masas pudieron elegir, eligieron abandonar dicho sistema y sumergirse nuevamente en la planificación económica.

Lenguaje y emociones.

Ahora, para explicar como estas ideas se gestan y esparcen, es necesario entender la relevancia del lenguaje. Las realidades que representamos en nuestra mente las representamos a través del lenguaje, y este no es neutro: tiene cargas valorativas y emotivas que llevan a las personas a rechazar o aceptar determinadas ideas, instituciones e incluso sistemas económicos y sociales completos.

Pocos expondrían la importancia táctica de este asunto de manera más directa que el intelectual marxista Louis Althusser. En una entrevista publicada como libro bajo el título La filosofía como arma de la revolución, Althusser planteaba: "¿Por qué razón la filosofía lucha en torno a las palabras? Las realidades de la lucha de clases están "representadas" por medio de ideas que son "representadas" por medio de palabras. En la lucha política, ideológica y filosófica, las palabras también son armas, explosivos, calmantes y venenos".

El lenguaje, especialmente el político, es una herramienta más que efectiva para manipular las mentes de las masas. Incluso, los peores crímenes pueden ser defendidos simplemente cambiando los significados y la intensidad emotiva de las palabras con las cuales se les describe para hacerlos digeribles e incluso atractivos. Resulta esencial entender esa inclinación a la respuesta emocional inmediata que tenemos los seres humanos hacia las palabras, si queremos entender como las ideas socialistas captan la mente de los más jóvenes y llevan a los adultos a convertirse en eternos jóvenes soñadores.

El estadounidense-israelí Daniel Kahneman, psicólogo, profesor emérito en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey) y premio Nobel de Economía en 2002, ha explicado que nuestro cerebro funciona con dos sistemas. El "sistema 1" emite juicios inmediatos e intuitivos, y el "sistema 2" requiere de esfuerzo mental y elaboración para ello. Si leemos, por ejemplo, 15×32, inmediatamente sabemos que se trata de una operación matemática y que podemos resolverla. También sabemos que el resultado se encuentra dentro de cierto rango. Así opera el sistema 1. Sin embargo, el sistema 2 es el que le permitirá determinar el resultado, para lo cual tendrá que concentrarse y consumir más tiempo y energías desarrollando el cálculo.

El sistema 1 desarrolla sistemas de ideas complejos que no requieren de esfuerzo, pero es incapaz de crear pensamientos ordenados y estructurados. Esto último es lo que hace el sistema 2. Pero el sistema 1 es el predominante. Y este, como dice Kahneman, continuamente genera sugerencias para el sistema 2 en la forma de impresiones, sentimientos, intuiciones, intenciones e impulsos, que en dicho sistema 2 se convierten en creencias y acciones voluntarias. El sistema 1, entonces, es el emocional, y el sistema 2, el racional. El sistema 1, según Kahneman, es "rápido, automático, no requiere esfuerzo, es asociativo y difícil de controlar o modificar", mientras que las operaciones del sistema 2 son "lentas, seriales, requieren esfuerzo, son deliberadamente controladas y relativamente flexibles y están gobernadas por reglas".

Envidia y resentimiento.

El discurso socialista "ataca" fundamentalmente el sistema 1 explotando diversas emociones: la esperanza, el resentimiento, el odio, el deseo de surgir, la sensación de justicia, la empatía con el que sufre, etc. Mediante un lenguaje simple y básico, apela a emociones e intuiciones espontáneas. Las palabras nos dan algo por lo que luchar: la igualdad, la injusticia, la fraternidad, la libertad y fundamentalmente, crean un enemigo al que culpar de que dichos ideales no se cumplan: el capitalismo, el imperialismo, neoliberalismo, los ricos, etc.

El socialismo, particularmente convierte en "victima" al sujeto y por consiguiente, le da un nombre al que culpar. El rol de víctima funciona como un mecanismo de protección ante síntomas de miedo o ansiedad. Se trataría de un modelo de evitación donde la persona prefiere no afrontar la responsabilidad de sus acciones ya que no se sienten preparados para el fracaso, y acaban proyectando esa culpa hacia los demás. Constituiría, por tanto, un modo desadaptativo de hacer frente a las dificultades y problemas frecuentes de la vida de una persona. Es mucho más fácil y rápido culpar a un tercero, que analizar detenidamente cada situación y por consiguiente sacar una conclusión concreta respecto al tema. Al eliminar las probabilidades, y enfocarse en un enemigo abstracto común, también vuelve mucho más fácil con quien o que desquitarse. Se alimenta así, el resentimiento. Muchos explican que se trata de envidia, y probablemente en algunos casos así sea, pero no es la regla. Un ejemplo de como explotan estos sentimientos, es la antigua falacia, presente en todos los avatares del ánimo socialista: la convicción de que no existen enriquecimientos lícitos, de manera que la riqueza de un individuo o de una comunidad (nación entera, según la teoría del imperialismo, la explotación y dependencia del marxismo-leninismo) no puede de ninguna manera haber sido generado por su esfuerzo y dedicación, sino tiene que haber sido confiscado a terceros, quienes por lo mismo sufren un empobrecimiento exactamente correlativo a la prosperidad de sus explotadores. Es en definitiva, lo que hoy en día se conoce como dogma de Montaigne según la definición de Ludwig von Mises.

Este es, probablemente uno de los mitos más destructivos y persistentes de la historia. Nos referimos a la idea de que, en este caso, el mercado es un juego de suma cero donde lo que uno gana se debe a que otro lo pierde. Esta idea fue sintetizada y popularizada por el francés Michel de Montaigne en su ensayo titulado "El beneficio de unos es perjuicio de otros": "(…) ningún provecho ni ventaja se alcanza sin el perjuicio de los demás; según aquel dictamen habría que condenar, como ilegítimas, toda suerte de ganancias. El comerciante no logra las suyas sino merced a los desórdenes de la juventud; el labrador se aprovecha de la carestía de los trigos; el arquitecto de la ruina de las construcciones; los auxiliares de la justicia, de los procesos querellas que constantemente tienen lugar entre los hombres; el propio honor y la práctica de los ministros de la religión débase a nuestra muerte y a nuestros vicios; a ningún médico le es grata ni siquiera la salud de sus propios amigos, dice un autor cómico griego, ni a ningún soldado, el sosiego de su ciudad, y así sucesivamente".

Pero quienes encuentran atractiva, verosímil y hasta axiomática la afirmación de que tal es el caso, deben por lo menos reflexionar que se trata del mismo argumento que ha justificado a través de la historia las persecuciones contra los judíos, desde la Edad Media hasta el nazismo; o que, con referencia a esa falacia, los tiranos de varios Estados africanos desataron una vasta represión contra minorías étnicas (sobre todo hindúes) que por su diligencia y capacidad en el comercio y los servicios, habían logrado una relativa prosperidad en comparación con la población indígena. La ruina y expulsión de estas minorías llevada a cabo, por ejemplo en Uganda por Idi Amin Dadá, con el argumento de que vivían del sudor de la población negra, causó sufrimiento y empobrecimiento tanto a estos "judíos de color" como a los ugandeses nativos. Toda África conoce muy bien lo que implica este dogma, pues dicho continente, ha sido azotado, y de hecho, lo sigue siendo ha día de hoy, por guerras civiles y étnicas: Sri Lanka, Burundi, Mali, Nigeria, el Congo, Somalía, Sudan del Sur, son ejemplos de ello. Gran parte de América Latina llegó a tales extremos de violencia, luego de que se desencadenaran focos guerrilleros a través de todo el continente a partir de la década del 50 en adelante. Con la diferencia de que no se trataban de guerras étnicas, sino de "conflictos de clases". Cabe señalar que muchos de los integrantes de estos grupos subversivos eran jóvenes adolescentes y universitarios, peor aún, los grupos se formaban directamente en universidades.

Esto es lo que llevó a Ludwig von Mises a decir que: "Mientras la gente siga creyendo en el dogma de Montaigne y piense que sólo a costa de los demás se puede prosperar económicamente, la paz no será nunca otra cosa que un periodo de preparación para la próxima guerra". Incitando precisamente el enfrentamiento, convierte la envidia y el resentimiento en un poderoso explosivo capaz de detonar las bases de cualquier sociedad.

Complejo de superioridad moral.

Al contrario, el discurso partidario de los mercados libres y la libertad económica que apela a argumentos y a evidencias empíricas o científicas, a veces apoyadas en estadísticas o en cifras, por ejemplo, de la economía, suele conectarse con el sistema 2, que es mucho menos efectivo emocionalmente. Las cifras del PIB, las tasas de crecimiento, las balanzas de pagos, los déficits fiscales y otros datos no conectan fácilmente con las emociones de la gente. En parte, el fracaso de este discurso se debe a que la economía es una ciencia compleja que requiere de la comprensión de dinámicas y fuerzas que operan en el largo plazo y de manera invisible, y que, la gente no considera, ya que se suele regir por el corto plazo. Kahneman lo explica así: "La gente es muy sensible a las presiones y a las consecuencias inmediatas que puedan tener. Los efectos a largo plazo son más abstractos y más difíciles de tener en cuenta (…). Tomarse las cosas en serio implica un elemento emocional. Las emociones se evocan más rápidamente y con mayor intensidad por cosas inmediatas. Las democracias funcionan así, por ejemplo. La gente se ve obligada a pensar a corto plazo. Es uno de los grandes problemas de las democracias (…). Eso explica en parte la situación actual. Es sorprendente que la gente vote y que tenga opiniones políticas sobre cosas de las que no tiene ni idea, como la economía. Pero forma parte de nuestra propia naturaleza. Está relacionado con lo que decía antes: el problema es que no sabemos que no sabemos".

Los socialistas ofrecen, con un lenguaje simple e ideas también simples, soluciones de corto plazo que son bien recibidas por el sistema 1 y que sólo se pueden neutralizar dejando que opere el sistema 2. La clásica fórmula de subir impuestos a los ricos para financiar a los pobres es un ejemplo del juego entre el sistema 1 y el sistema 2. Intuitivamente, todos estarían de acuerdo en gravar a un rico para mejorar las condiciones de un pobre. Pero tal idea puede ser puesta en duda y hasta rechazada si se la analiza en profundidad. Como explica Kahneman, es el sistema 1 el que entrega siempre la respuesta inmediata a cualquier problema relacionado con ricos y pobres. Se trata de intuiciones morales que nos llevan a preferir al pobre sobre el rico sin entender las consecuencias que ello tiene en el problema concreto que se busca resolver. Así, según el profesor de Princeton, nuestros sentimientos morales nos condicionan a equivocarnos, pero no nos determinan necesariamente a ello, ya que todo depende de la forma en que se plantee el problema.

En resumen, no todo lo que se oye bien, funciona. Lo mismo sucede con las intenciones. Sin embargo, el socialismo da por sentado, sin previo análisis muchas causas y efectos, y se enfoca, como expresamos, en un enemigo común. Alimenta el ego de las victimas, por así decirlo, con palabras bonitas que pueden sonar plausibles. Y estas palabras cargadas de emotividad, en definitiva, dan la impresión de superioridad moral y ética, y ese es, en mi opinión, el segundo motivo que lleva a la gente hacia al socialismo, y principalmente, a los adolescentes. En el fondo, se encuentra la autocomplacencia de sentirse mejor que el resto. De elevarse sobre los demás. Los jóvenes vigorosos y llenos de energía, se ven influenciados por palabras e ideas que los convierten en el centro de atención, en los guías de una nueva era ¿quién no caería rendido ante tan grande responsabilidad?

Esta táctica se encuentra presente en muchos movimientos activistas modernos. El actual lobby feminista justifica cualquier intervención política en la sociedad y privilegio legal concedido a la mujer bajo el lema de tener "empatía". Todo aquel que tiene "empatía" está blindado ante las criticas y es dotado de cierta superioridad ética y moral sobre los demás. El hombre "deconstruido" es otro ejemplo de como muchas veces las criticas se vuelven irrelevantes ante el complejo de superioridad moral.

Como explica Sowell "A pesar de lo útil que la economía puede ser para el entendimiento de muchos temas, no es tan emocionalmente gratificante como otras representaciones más personales y melodramáticas de los mismos temas que a menudo se pueden encontrar en la prensa y en la política. Las preguntas estrictamente empíricas muy pocas veces son tan emocionantes como las cruzadas políticas o los categóricos pronunciamientos morales. Pero las preguntas empíricas son preguntas que se deben realizar si realmente estamos preocupados por el bienestar de los demás, y no por la simple emoción o por atribuirnos un sentido de superioridad moral. Ésta es tal vez la distinción más importante entre lo que suena bien y lo que funciona. Lo primero puede ser suficiente para propósitos políticos o para atribuirse superioridad moral, pero no para el mejoramiento económico de la población en general o de los pobres en particular. Para aquellos que están dispuestos a detenerse y analizar las cosas, los principios económicos básicos proveen herramientas para evaluar las políticas y propuestas en términos de sus implicaciones lógicas y consecuencias empíricas".

McCloskey, es mucho más frontal al respecto alegando que "La indignación moral y barata inspirada por la culpa del sobreviviente hacia las presuntas "víctimas" de algo llamado "capitalismo", y la ira envidiosa hacia el consumo despilfarrador de los ricos, no significan invariablemente una mejora para los pobres. Comentarios como "todavía hay gente pobre" o "algunas personas tienen más poder que otras", pueden proclamar el alto estándar moral del emisor, pero no son profundos ni inteligentes. Repetirlos, o asentir con sabiduría cuando alguien los repite, o comprar el libro de Piketty para exhibirlo en la mesa de centro, no lo convierte a usted en una buena persona. Usted es una buena persona si realmente ayuda a los pobres. Abra un negocio. Establezca un sistema de hipotecas al alcance de los pobres. Invente una batería nueva. Vote para que haya mejores escuelas. Adopte a un huérfano paquistaní. Ofrézcase como voluntario para dar de comer a las personas en la Iglesia de la Gracia los sábados por la mañana. Abogue por un ingreso mínimo y en contra del salario mínimo. Ofrecer políticas artificiales contraproducentes cuyo efecto real es la reducción de las oportunidades de empleo, o hacer comentarios indignados al marido después de leer la revista del Sunday New York Times, en realidad no ayuda a los pobres".

La historia de las economías centralmente planificadas, la mayoría de las cuales fueron reemplazadas cada vez más por economías más orientadas al mercado a fines del siglo XX, incluso en países controlados por socialistas y comunistas: sugiere que lo que parece más plausible para los observadores no necesariamente produce resultados finales deseables por la mayoría de las personas. Aunque para un gran número de personas, las consecuencias empíricas muchas veces son menos importantes que las creencias y actitudes profundamente arraigadas. El deseo de ayudar a los menos afortunados puede ser muy fuerte, pero que una medida política determinada tenga ese efecto no es una cosa fácil de lograr, excepto para aquellos que simplemente buscan "hacer algo" para expresar su compasión o solidaridad, sin fijarse en las consecuencias reales que se derivan de ello.

Ese "hacer algo" implica otra cosa muy diferente a la impresión de superioridad moral, más concretamente, se podría relacionarlo con sentimientos de culpa. Y ese es el cuerto condimento para entender porque muchos adolescentes se ven influenciados por ideas socialistas.

Burguesía y socialismo.

Hasta el momento tenemos 3 factores que explicarían porque los jóvenes se ven atraídos por el socialismo: 1) se convierten en victimas del sistema 2) se alimenta el resentimiento, la envidia, etc y 3) un fuerte sentido de superioridad moral. Ciertamente, proclamar ideas bonitas, que se oyen bien para la gran mayoría, sin un previo análisis sistémico sobre sus consecuencias, genera en las personas cierto complejo de superioridad.

Pongamos un ejemplo: la codicia. Las personas deploran el mercado porque según ellos, incentiva la codicia, y mientras repudian la codicia, muchas veces demuestran una actitud negativa hacia la riqueza. Aunque su desdén hacia ésta puede que sea admirado, sólo aquellos que poseen cierto nivel de riqueza pueden darse el lujo de despreciar cualquier intento de poseer más. Los hambrientos no sienten desdén hacia la comida ni los sin techo lo sienten hacia las viviendas. La riqueza es sinónimo de opciones y ¿quién quiere tener menos opciones? Más importante aún, desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto, es el hecho de que la riqueza es lo único que puede prevenir la pobreza a gran escala. Pese a esto, muchas personas que dicen estar preocupadas por la pobreza demuestran muy poco interés en cómo se crea riqueza o qué políticas harán que la creación de la misma se haga más fácil o más difícil. Ha sido precisamente el tremendo aumento en la riqueza en las sociedades industriales modernas que ha traído consigo reducciones dramáticas de la pobreza. Después de que China liberalizara sus mercados y comenzara a industrializarse durante las últimas décadas del siglo XX, se estima que un millón de personas salieron de la pobreza cada mes. Incluso en los lugares en los que las personas de ingresos más bajos han recibido sólo una pequeña parte del ingreso nacional con el paso de los años, como en Estados Unidos durante el mismo período, el ingreso real absoluto de los estadounidenses más pobres terminó aumentando debido a que la producción total creció de forma relevante.

Esto nos lleva al cuarto condimento que impulsa a las personas al socialismo. El cual, probablemente, deriva de la culpa de haber nacido en mejores condiciones que los demás. Usualmente, los jóvenes que se ven atraídos por ideas izquierdistas provienen de familias de clases medias o medias altas. El sentimiento de culpa por haber nacido con "más suerte" que el resto, muchas veces se convierte en un factor crucial para abrazar ideas socialistas. Por ejemplo, durante el auge de las guerrillas comunistas en América Latina, y el mito del Che Guevara, muchos intelectuales europeos y estadounidenses, la prensa y hasta la gente de a pie comenzó a venerar al revolucionario y sus métodos prácticos. Ellos se habían creído la historia que cuenta que nuestro atraso, era producto de su progreso, y tal culpa, hizo que festejaran los intentos de golpe de estado y subversión acontecidos en aquellas décadas.

Son las clases medias y altas del primer mundo, y principalmente sus jóvenes, los primeros en liderar movimientos izquierdistas. Piénselo detenidamente, la gente de ingresos modestos no tiene el tiempo suficiente para organizar protestas, ir a reuniones y todo lo que implica adentrarse en un movimiento político. Está mucho más preocupada en como salir adelante que en lo que haga con su dinero ese "sombrío" 1% que se encuentra en la "cima". Estas ideas, las suelen adoptar en la secundaria, o en la universidad, instituciones que son los mayores promotores de ideas socialistas. Sobre esto: "El hecho más fundamental sobre las ideas de la izquierda es que no funcionan. Así que no debería sorprendernos encontrar a los izquierdistas concentrados en aquellas instituciones donde las ideas no tienen que funcionar para sobrevivir" expresó una vez Thomas Sowell. En otra ocasión mencionó algo que podría considerarse un complemento de aquella idea. Él dijo: "El socialismo en general tiene un historial de fracasos tan evidente que sólo un intelectual podría ignorarlo o eludirlo". En cierto modo, eso explicaría mucho al respecto. Quien más ha hecho por esparcir el dogma socialista, han sido, y no es ninguna sorpresa, profesores universitarios y de secundaria, que enseñan historia, sociología, psicología, y en general, de la gran mayoría de la rama de las ciencias humanas.

El hecho de que muchas organizaciones guerrilleras en América Latina se originaran en universidades también nos brindan ejemplos de cuanta verdad hay detrás. En Argentina por ejemplo, muchos partidos políticos de izquierda tienen su foco de votantes allí, y los captan a través de los centros de estudiantes y demás. En gran parte de occidente, los "social justice warriors" han invadido incluso las universidades más caras y prestigiosas del mundo, como Harvard y demás. Ahí es donde se gestan ideas, y ahí es donde se crean victimas y culpables del sistema.

Finalmente, el quinto y último condimento (más común, ya que pueden haber más). El concepto de "revolucionario". El socialista, no importa la época, siempre cree que propone algo "nuevo", algo "revolucionario" nunca antes visto. Como afirma McClosekey, es la creencia utópica del izquierdista de buen corazón que dice: "Obviamente, esta sociedad miserable, en la cual algunas personas son más ricas y más poderosas que otras se puede mejorar enormemente. ¡Nosotros podemos hacerlo mucho, mucho mejor!". Dicho pensamiento "progresista" se remonta hace aproximadamente 3 siglos atrás. Mejor no lo habrían expresado Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa cuando dijeron: "Los progresistas de este mundo quisieran regresarnos a las comunidades autárquicas del Medievo. El progresismo es ciencia ficción hecha política: turismo hacia el pasado".

Las explicaciones de porqué los experimentos de planificación centralizada terminan fracasando, no se suelen tomar en cuenta. El análisis sistemático, es descartado y se atribuyen dichos fracasos a factores individuales como: "traición a la causa", "poca voluntad", "sabotaje externo", etc, etc. Para la gente que piensa, o más bien, reacciona, de esta manera, la economía es, en el mejor de los casos, una molestia que se interpone en su camino para hacer las cosas de la manera que sus corazones les dictan.

Pero como explicó Sowell: "Nada es más fácil que tener buenas intenciones. Pero cuando no se entiende cómo funciona una economía, las buenas intenciones pueden llevar a consecuencias desastrosas para naciones enteras. Muchos, quizá la mayoría, de los desastres económicos han resultado de políticas que pretendían ser beneficiosas. Todos aquellos desastres podrían haberse evitado si quienes propusieron y apoyaron las políticas que los produjeron hubieran entendido de economía".

Conclusión.

Al menos existen 5 factores que llevan a los adolescentes a ser socialistas:

1) el socialismo los convierte en victimas del sistema.
2) alimenta el resentimiento, la envidia, y el odio.
3) despierta un fuerte sentido de superioridad moral.
4) en aquellos más afortunados aviva un sentimiento de culpa y finalmente...
5) anima el eterno sentimiento de "modernidad", "innovador", "reformista", "progresista", etc.

El socialismo, es la vía fácil, es la negación de la realidad. Existen tanto limitaciones humanas, como materiales. La escasez inherente de recursos limitan nuestro cursos de acción. Puede que todos fuésemos más felices en un mundo donde no tuviésemos que enfrentarnos a estas limitaciones que nos obligan a realizar elecciones y sacrificios, que de otra manera no tendríamos que afrontar. No obstante, ése no es el mundo en el que los seres humanos vivimos, ni en el que han vivido durante los miles de años de la historia conocida.

La política permite a las personas votar por lo imposible, lo que puede ser una de las razones por las que los políticos son más populares que los economistas, que constantemente recuerdan a las personas que nada es gratis en esta vida.

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