jueves, 16 de julio de 2020

La ley de la selva y el libre mercado por Murray N. Rothbard.


Segmento del capítulo 6 "La ética antimercado: una crítica praxeológica" del libro Poder y Mercado de Murray N. Rothbard.

¿Vuelta a la selva?

Muchos críticos se quejan de que el libremercado al dejar de lado a los empresarios ineficientes o en otras decisiones, demuestra ser un “monstruo impersonal”. Acusan a la economía del libre mercado de ser “la ley de la selva”, donde la “supervivencia de los más aptos” es la ley. Por ello a los libertarios que defienden un libre mercado se les llama “darwinistas sociales” que desean el exterminio de los débiles en beneficio de los fuertes.

En primer lugar, esos críticos olvidan el hecho de que la operación del libre mercado es enormemente diferente de la acción gubernamental. Cuando un gobierno actúa, los críticos individuales no tienen poder para cambiar el resultado. Solo pueden hacerlo si pueden acabar convenciendo a los dirigentes de que deberían cambiar su decisión, lo que puede tomar mucho tiempo o ser totalmente imposible. Sin embargo, en el libre mercado no hay una decisión final impuesta por la fuerza: cada uno es libre de tomar sus propias decisiones y cambiar así de forma significativa los resultados del “mercado”. En resumen, quien sienta que el mercado ha sido muy cruel con ciertos empresarios o con otros perceptores de rentas es perfectamente libre para fundar un fondo de ayuda con las donaciones y concesiones que reciba. Quienes critican la caridad privada existente como “insuficiente” son perfectamente libres para completarla por sí mismos. Debemos tener cuidado de hipostasiar el “mercado” como una entidad real, que toma decisiones inexorables. El mercado es el resultante de las decisiones de todos los individuos en la sociedad, la gente puede gastar su dinero en lo que quiera y puede tomar cualquier decisión que afecte a su persona o propiedad. No tienen que batallar ni convencer a ninguna entidad conocida como “mercado” antes de poner en efecto sus decisiones.

De hecho, el libre mercado es precisamente lo más opuesto a la sociedad de la “selva”. La selva se caracteriza por la guerra de todos contra todos. Un hombre solo puede obtener ganancias a costa de otro, apropiándose de la propiedad de este último. Con todos en un nivel de subsistencia, hay una verdadera lucha por la supervivencia, donde los más fuertes aplastan a los más débiles. En el libre mercado, por el contrario, un hombre solo obtiene ganancias sirviendo a otro, aunque también puede retirarse a una producción de autosuficiencia en un nivel primitivo, si así lo prefiere. Es precisamente a través de la cooperación pacífica del mercado como ganan todos los hombres mediante el desarrollo de la división del trabajo y la inversión de capital. Aplicar el principio de la “supervivencia de los más aptos” tanto a la jungla como al mercado es ignorar la pregunta básica: ¿Aptitud para qué? Los “aptos” en la selva son los mejores en el ejercicio de la fuerza bruta. Los “aptos” en el libre mercado son los mejores sirviendo a la sociedad. La selva es un lugar bestial donde unos se aprovechan de los otros y todos viven al nivel de inanición, el mercado es un lugar pacífico y productivo donde todos a la vez se sirven a sí mismos y a otros y viven en niveles de consumo infinitamente mayores. En el mercado, la gente caritativa puede ayudar, un lujo que no puede darse en la selva.

Por tanto, el libre mercado transforma la competencia destructiva por una mera subsistencia de la selva en una competencia cooperativa pacífica mediante el servicio a uno mismo y a los otros. En la selva, solo algunos ganan a costa de los otros. En el mercado, todos ganan. Es el mercado, la sociedad contractual, el que da orden al caos, somete a la naturaleza y erradica la selva, el que permite a los “débiles” vivir productivamente o separar las donaciones de la producción, en un estilo regio en comparación con la vida de los “fuertes” en la selva. Además el mercado, al elevar los niveles de vida, permite al hombre el ocio para cultivar sus propias cualidades de civilización que le distinguen de las bestias.

Es precisamente el estatismo el que está haciendo volver la ley de la selva, volviendo el conflicto, la falta de armonía, la lucha de castas, la conquista y la guerra de todos contra todos y la pobreza general. En lugar de la “lucha” pacífica de la competencia en el servicio mutuo, el estatismo instituye el caos en el cálculo y la lucha mortal de la competencia darwinista social por los privilegios políticos y la subsistencia limitada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario