martes, 16 de junio de 2020

El "ordoliberalismo", el milagro económico alemán y la nueva economía de mercado dominante.


Con este post, se concluyen los cintos puntos fundamentales a entender con relación a la economía y tercer mundo. Ya hemos analizado por que el socialismo fracasa, cuales son los motivos del subdesarrollo en América Latina y porqué el intervencionismo como programa para el progreso es un error, porque las ayudas exteriores son un camino igual de lamentable, así como desmentido el mito de los países nórdicos. Para finalizar, expondremos el programa por el que pasaron los países desarrollados para alcanzar la prosperidad. El programa del cual Inglaterra y EEUU en el siglo 19 fueron los máximos exponentes, y que sería rescatado del olvido por un grupo de teóricos tras la culminación de la 2da Guerra Mundial.

El "milagro alemán".  

Alemania experimentó entre 1920 y 1966 la hiperinflación de Weimar, los controles de precios y la planificación nacionalsocialista de Hitler, el socialismo marxista de la República Democrática Alemana y, finalmente, la prosperidad, a partir de las reformas del verano de 1948 propiciadas por Ludwig Erhard, el responsable de cuestiones económicas de la parte no comunista de Alemania. La incógnita aquí es ¿Cuál fue el camino que tomó Alemania con Erhard? pues el único que le faltaba recorrer, la liberalización económica.

La escuela de Friburgo y la formación teórica del ordoliberalismo.

Las ideas "ordoliberales", fueron gestadas en lo que se denominó la Escuela de Friburgo por Walter Eucken, Alfred Müller-Armack, Franz Böhm, Alexander Rüstow y Wilhelm Röpke. Sin embargo, quien llevaría a la práctica el paradigma "neoliberal", como algunos teóricos lo llamaron, sería Ludwig Erhard, a quien se le llamó el padre de la "economía social de mercado". Aunque para Erhard, la expresión era una redundancia, ya que él consideraba al mercado como un proceso social sin necesidad de tener que hacerlo "social". Erhard concretizó ese pensamiento todavía más diciendo que, "entre más libre la economía, más social es". Según Erhard la "economía social de mercado" era social en sí porque, "el ciudadano no es dependiente de asignaciones del Estado, de benevolencia de los partidos, de la tutela de organizaciones o de la conformidad desvelada de la comunidad del pueblo". El resultado es que en una economía de mercado bien dirigida en términos de política, cuanto más bienestar existe disminuye la necesidad de política social clásica.

El éxito de la "economía social de mercado", "ordoliberalismo" o "neoliberalismo", fue tan evidente que finalmente fue adoptado en gran parte del mundo. A partir de los años 80, se abandonaría el keynesianismo interventor y se llevaría a la práctica el modelo alemán, al punto de que la actualidad, incluso los países nórdicos poseen este tipo de economía.

Las bases del "ordoliberalismo" o "economía social de mercado".

La "economía social de mercado" desde que fue propuesta como manera de organizar la economía y por consecuencia la sociedad, ha sido expuesta a constantes adaptaciones a las distintas realidades, no obstante, siempre se han destacado cinco componentes predominantes:

• Iniciativa privada: cuyo protagonista es el sector privado como motor de la reproducción de la actividad económica. Por su parte el Estado goza de un espacio reservado en la provisión de servicios públicos y, en general, la responsabilidad de procurar por un ambiente beneficioso para un adecuado desenvolvimiento del sector privado.

• Propiedad privada: como elemento esencial para un adecuado desempeño de las iniciativas de los privados. Como una manera de control, se apela a la responsabilidad social de su uso.

• Competencia: como motor del ejercicio pleno de la libertad económica, pero con limitaciones que permitan su efectiva existencia, por ejemplo: control de concentración.

• Responsabilidad del individuo: orientada al bienestar común y reconociendo la intervención necesaria del Estado sobre los casos en que se presenten desventajas relativas.

• Libertad de realizar contratos: este concepto debe ser abordado de la manera más amplia posible, desde lo económico pasando por lo laboral, cuyo principal factor de eficiencia radica en el respeto a los marcos legales existentes.

A grosso modo, la función del Estado era crear un marco social de orden para que puedan progresar los acontecimientos económicos, así mismo, un marco legal confiable y que imponga respeto por los contratos y las leyes. Tomando en cuenta estos puntos, Ludwig Erhard se tomó el trabajo de implementar este modelo en un contexto para nada alentador.

La situación económica previa a la realización de la reforma.

Después de la guerra, una parte cuantiosa de la población de Alemania vivía en campamentos precarios porque los bombardeos estratégicos habían causado enormes daños materiales. De acuerdo con las estadísticas que recopilaban los gobiernos militares de ocupación, de mantenerse la producción en los niveles alcanzados durante el año 1947 se podía estimar que cada habitante podría adquirir en el mercado legal: un traje cada 40 años, una camisa cada 10 años, un plato cada 7 años, un cepillo de dientes cada 5 años. Según las estimaciones mejor documentadas, la producción industrial alemana en 1947 equivalía aproximadamente al 44 % de la producción industrial alcanzada en 1936. Es decir, la producción industrial en 1947 fue menos de la mitad de la obtenida en 1936.

La oferta de mano de obra se había deteriorado respecto de su composición por estructura de edades y de sexos; sin embargo, era altamente calificada; probablemente había aumentado su calidad durante la guerra, ya que muchas personas empezaron a trabajar en la industria, sobre todo en sectores avanzados.

En Potsdam también se tomó la decisión de expulsar, hacia las cuatro zonas de ocupación, a las minorías alemanas residentes en Checoslovaquia y en Polonia, y a las poblaciones alemanas de las regiones al este de los ríos Oder y Neisse, es decir, Prusia Oriental, Pomerania y Silesia. Esto significaba que a las regiones ocupadas, totalmente destruidas, iban a ingresar alrededor de diez a doce millones de personas. Los expulsados fueron expropiados sin indemnización y transportados a Alemania Occidental llevando sólo un reducido equipaje. Esta masiva inmigración creaba un grave problema adicional a causa de la escasez de alimentos y de viviendas; pero era población altamente calificada, dispuesta a producir cuando se dieran las mínimas condiciones necesarias. Era una parte de la solución en potencia.

La destrucción material ocasionada por los bombardeos de la guerra no era la única causa de la extrema pobreza y de la enorme caída de la producción que sufría Alemania. Señalemos los otros factores que paralizaban la actividad productiva:

a) La economía estaba ahogada por los controles. En efecto, hacia mediados de 1948 se superponían los restos de la planificación económica impuesta por el nacionalsocialismo a partir de 1933, los severos controles de la economía de guerra y las reglamentaciones de los gobiernos de ocupación. Los nazis no sólo impulsaron y desarrollaron la industria de los armamentos sino que establecieron una economía dirigida minuciosamente por el estado para alcanzar sus fines políticos. Estos controles se acentuaron aun más desde la iniciación de la guerra. Finalmente, después del triunfo de los aliados, en marzo de 1946, las fuerzas armadas de ocupación establecieron límites estrictos a la producción industrial alemana. No sólo fue prohibida la producción de material de guerra, de los elementos de la industria naviera y de la aviación, sino que también se incluyó en la prohibición la fabricación de engranajes, máquinas-herramientas, tractores, aluminio, cemento, etcétera. Todo el comercio exterior debía ser realizado exclusivamente por los aliados. Antes de la guerra, aproximadamente el 97% de las exportaciones alemanas estaban compuestas por productos industriales. Después de la guerra, la mayor parte de las importaciones alemanas eran alimentos donados por los aliados occidentales; en especial, por el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.

b) Como consecuencia de los controles de precios y del racionamiento, los precios en los mercados oficiales no subían, pero a esos precios la población no obtenía los bienes que necesitaba. Para adquirir bienes en los mercados legales el consumidor necesitaba tarjetas de racionamiento y Reichsmark, que era la moneda alemana. Obviamente, el factor restrictivo eran las tarjetas, ya que los Reichsmark sobreabundaban. Una parte cuantiosa de la política desarrollista del nazismo y de los gastos de guerra había sido financiada con emisión de moneda. Posteriormente, los ejércitos de ocupación habían emitido su propio dinero, denominado Militaer-Marknoten. Las imprentas de Reichsmark habían quedado en poder de los soviéticos en Berlín y en Leipzig, y emitían sin límite. Consecuentemente, existía una enorme masa monetaria no deseada, cuyo valor disminuía en forma acelerada. El café, los chocolates y especialmente los cigarrillos eran moneda más confiable que los marcos. Los cigarrillos norteamericanos: Chesterfield, Camel, Lucky Strike, Morris, fueron la moneda sustituta más importante. Si se tiene en cuenta la facilidad para transportarlos, las características de su empaque, su peso y tamaño uniforme se comprende por qué se desarrolló un vasto sistema de intercambio basado en los cigarrillos como patrón de cambio.

c) Los impuestos en los mercados legales eran tan elevados que se transformaban en confiscatorios.

d) A pesar de las severas sanciones impuestas, una parte creciente de la producción se negociaba en los mercados clandestinos. Sólo éstos se mantenían activos, pero eran insuficientes para reactivar la economía.

En resumen algunos de los elementos importantes que caracterizaban la situación de Alemania a mediados de 1948 eran los siguientes:

- destrucción material.
- caída de la producción.
- pobreza generalizada.
- inmigración forzada de más de 10 millones de refugiados.
- escasez de viviendas y de alimentos.
- controles y trabas a la producción.
- destrucción de la confianza en la moneda.
- restricciones a la actividad comercial.
- mercados clandestinos perseguidos.
- retroceso económico.
- la pesada carga que para los aliados significaba mantener la inmensa ayuda económica a los territorios alemanes ocupados.
- la imposibilidad de acordar una política común con la U.R.S.S.
- la posibilidad del gobierno de ocupación soviético de emitir moneda sin limitación.
- inflación reprimida en los mercados oficiales e inflación abierta en los mercados clandestinos.

En este escenario se tomó la decisión de realizar la reforma económica.

Las reformas y los resultados. 

Poniendo en práctica los trabajos teóricos de la Escuela de Friburgo, Erhard logró lo que pareció un milagro cuando la Alemania Occidental, un país derrotado y devastado, se convirtió en una de las economías más prosperas y fuertes del continente europeo en menos de una década.

Como previamente señalamos, Alemania tras los bombardeos aliados, quedó reducida a polvo, y un alto porcentaje de las fuerzas laborales había desaparecido con los violentos delirios de grandeza del Tercer Reich. No había para comer, la industria se había desplomado con el hundimiento del régimen nazi, el comercio también se encontraba bajo mínimos, y como la moneda valía cada vez menos, muchas transacciones se hacían por trueque. Los mil años de gloria prometidos por el Führer se habían convertido en siglos de atraso. "El sistema económico", escribió un testigo, se había degradado en la posguerra hasta "una condición primitiva". Otro observador se refería a "las figuras grises, hambrientas, cadavéricas, vagando por las calles en su búsqueda infinita de alimento". Y un destacado político local se lamentaba por los "600.000 niños" que vivían "en establecimientos públicos y otros 500.000" que debían "ser atendidos con fondos del Estado".

Los alemanes habían soportado el auge de una hiperinflación salvaje, controles de precios, racionamientos desde 1939 y la lenta agonía y desaparición de la democracia. Vivieron una economía de guerra con una planificación digna del socialismo más rancio y, al final, la mitad del territorio, una planificación de "paz fría" dirigida precisamente por Moscú. Hasta que en el verano de 1948, las reformas puestas en marcha por Erhard, designado por el canciller Konrad Adenauer.

La crisis de la posguerra estaba tocando fondo en 1948. Moscú, mientras tanto, estaba sovietizando de un modo visible su porción germana. Occidente tendría que aprovechar la suya para montar un dique capitalista contra el otro bloque. De ahí el cambio súbito de política en la trizona de EE.UU., Reino Unido y Francia. Comenzaba a manifestarse la Guerra Fría y, tras dos años de ocupación hostil, convenía atraer a los alemanes a la causa democrática. Dejar de lado la penitencia y pasar a la reconstrucción. Una iniciativa importante fue la inclusión del país en el Plan Marshall para la restauración europea. Sin embargo, los 1.400 millones de dólares, casi 5.000 millones de euros actuales, recibidos de Estados unidos, representaron un simple gesto de buena voluntad, apenas el 5% de los ingresos germanos. La auténtica piedra de toque en el futuro "milagro" serían tres medidas inspiradas y respaldadas por Occidente, pero concebidas y aplicadas por un alemán.

Un domingo, el 20 de junio de 1948, Ludwig, introdujo una nueva divisa, el actual marco alemán, diez veces más caro que el viejo reichsmark, pero también más potente en la misma proporción.
Aunque la población vio desaparecer casi todos los billetes en circulación, comprendió que los pocos Deutsche mark en sus manos eran dinero de verdad. Cuatro días más tarde de ese domingo 20 de junio de 1948, Erhard llevó a la práctica la segunda fase de su reestructuración. Canceló el control de precios que había implantado Hitler para comprar material bélico a bajo coste. Se dice que Lo hizo un domingo porque, como solía decir, las oficinas de las autoridades laborales francesas, americanas y británicas estaban cerradas ese día. Dada su favorable actitud hacia los controles, estaba seguro que si hubiera actuado cuando las oficinas estuvieran abiertas, las autoridades laborales se habrían opuesto a sus órdenes. Sus medidas funcionaron como por encanto. En pocos días las tiendas se llenaron de mercancía. Esa misma semana las tiendas abrieron repletas de todo aquello que había escaseado. Pero no solo se acabaron el racionamiento y el mercado negro. El acusado absentismo laboral que había dominado la posguerra cayó en picado, ya que los trabajadores se liberaron de hacer largas colas para la compra o de visitar granjas lejanas para conseguir lo más básico.

El tercer factor implementado por Erhard fue una remodelación fiscal que unificó el impuesto sobre la renta empresarial y minimizó el de los contribuyentes particulares. El grueso de los alemanes, con un salario medio de 2.400 marcos, pasaron de aportar un 85% de sus ingresos a apenas un 18%. Este trío de medidas fueron la plataforma del “milagro”. La moneda fuerte detuvo la inflación y volvió a dar sentido a los salarios y créditos. La autorregulación de la oferta y la demanda fomentó la competencia que reactivó la productividad y el comercio. La reducción impositiva amplificó estos efectos sin por ello abandonar a su suerte a los sectores más débiles, debidamente protegidos por el Estado. Así, la industria creció como la espuma. Gracias a las reformas y a un firme consenso entre la patronal y los trabajadores,que contemplaba la búsqueda de la excelencia, generosos incentivos y prolongadas jornadas laborales, hubo un apogeo de la química, la mecánica, el textil o la electrónica. La producción llegó a sextuplicar el nivel de la posguerra, en buena medida por el comercio. El progreso redujo el desempleo a menos del 1% y el poder adquisitivo, generalizado, dinamizó el consumo interno.

Las decisiones no fueron fáciles. Iban en contra de la burocracia militar aliada que estaba en el territorio. El periodista Edwin Hartrich recogió una anécdota esclarecedora. En un encuentro entre Clay y Erhard, el general estadounidense, uno de los pocos militares que según el propio Erhard, gracias a dios, lo apoyaba, este señaló que sus asesores económicos le decían que las políticas aperturistas alemanas eran un grave error, a lo que Erhard cargado de ironía, replicó: "No les haga mucho caso, mis asesores también lo piensan". Pero los efectos fueron inmediatos e incontestables. En cuestión de días, e incluso de horas, tras la entrada en vigor de las nuevas disposiciones las tiendas volvieron a ofrecer lo que durante meses había estado disponible solo en el mercado negro. Las empresas volvieron a tener alicientes para vender, las fábricas, para reabrir y los empleados, para trabajar.

Durante los siguientes años, la producción industrial creció a ritmos de dos dígitos, los sueldos a casi el 10% y la renta per cápita al 8% durante el primer lustro. En 1964, el Producto Interno Bruto, pib, triplicaba al de 1948. A principios de la década de los cincuenta, el Times de Londres popularizó la expresión “milagro económico alemán” para intentar ilustrar con palabras lo que los números eran incapaces de hacer. Sus cronistas trataban de plasmar cómo un país destrozado por la guerra, con millones de muertos, ciudades derruidas, el 20% de las casas desaparecidas y en medio de un cambio total había logrado, en apenas un lustro, una proeza económica como pocas antes en la historia. Sin embargo, la palabra milagro no hace justicia a lo ocurrido en la Alemania occidental (y en Austria) de la posguerra. Se trató sin duda de algo extraordinario, pero no hubo intervención sobrenatural de origen divino, sino todo lo contrario. La impresionante recuperación económica de un país destruido se explica por la adopción de las medidas necesarias en el momento más crítico.

En una entrevista realizada por Günter Gaus seis meses antes de la nominación por la Unión Demócrata Cristiana de Ludwig Erhard como sucesor de Konrad Adenauwe, Canciller Federal de Alemania, Erhard explica que se necesitan varias cosas para tener el valor de efectuar tales cambios en contra de toda opinión. La primera, un conocimiento maduro de las relaciones. En segundo lugar, el coraje de asumir la responsabilidad, y como tercer punto, tener muy claras las ideas en relación con la vida social, como debe ser ordenada para que, después de ese colapso sin igual, después de ese desgaste de todos los valores, se origine una nueva vida.

No fue un milagro. 

La espectacular recuperación económica de Alemania Occidental no fue el resultado de medidas “milagrosas” sino la consecuencia de una política que convirtió nuevamente el trabajo productivo, el esfuerzo personal, el ahorro y la inversión en actividades rentables.

En junio de 1948 se inició en Alemania Occidental una política económica que eliminó la economía autoritaria y que asignó al estado las funciones económicas que éste puede y debe desempeñar, tales como:

-reducir el gasto público e impedir su crecimiento excesivo.
- prohibir los déficit oficiales.
-mantener la estabilidad monetaria.
-garantizar los derechos de propiedad y la libertad de trabajo.
-preservar la libertad de mercado y proteger la competencia.

En 1957, Erhard era aún ministro de economía y afirmó en un discurso cuyo texto se puede encontrar en su libro más conocido, Bienestar para todos:

"Precisamente porque atribuyo todos los éxitos conseguidos mediante nuestra política a las actividades de los hombres que en ella han participado, no estoy dispuesto a permitir que siga hablándose del “milagro alemán”. Lo que se ha llevado a cabo en Alemania en estos últimos 9 años es todo lo contrario de un milagro. Es tan sólo la consecuencia del esfuerzo honrado de todo un pueblo que, siguiendo principios liberales, ha conquistado la posibilidad de volver a emplear su iniciativa y sus energías. Por lo tanto, si este ejemplo ha de tener algún sentido más allá de las propias fronteras, éste será hacer presente al mundo entero el triunfo de la libertad humana y del libre funcionamiento de la economía".

El origen del "neoliberalismo".

Como vimos, Alexander Rüstow denominó a su teoría de la "economía social de mercado",  "neoliberalismo". Sin embargo, el término pasaría sin pena ni gloria. Aunque, con el pasar del tiempo, probablemente sería el más grande error que cometería el estudioso, pues, no se habría imaginado que ese término se convertiría en una caricatura de lo que en un principio él propuso.

El exministro de economía argentino y excandidato a la presidencia de ese país, Ricardo López Murphy, bromea que cuando sus nietos se portan mal y no se quieren ir a dormir les dice: "Si no te portas bien, voy a llamar a los neoliberales". La historia no pasaría de ser una anécdota divertida si su trasfondo no formara parte sustancial de la tragedia latinoamericana y su adicción populista y socialista. Si antes, con la CEPAL y la teoría de la dependencia, la culpa de todo era del imperialismo yanqui y del capitalismo internacional que nos condenaba al subdesarrollo, hoy, en todas partes de la región, el "neoliberalismo" es el demonio al que se suele responsabilizar de todos nuestros males.

El demonio "neoliberal".

En 2002, por ejemplo, Chávez diría, con esa inmoderación que lo caracterizaba, que "el neoliberalismo es el camino al infierno"; y en 2015, Evo Morales sostendría que "el neoliberalismo es el responsable de los problemas de Bolivia". En México, por su parte, el actual presidente, filochavista Manuel López Obrador llegó a afirmar en 2014 que el país estaba "podrido" como producto de treinta años de "neoliberalismo", sistema que, según él, generaba "esclavitud" y que, por tanto, debía ser superado de una vez. Mientras tanto, en 2013, Rafael Correa advertiría de que en Ecuador no iba a permitir "ningún tipo de neoliberalismo"; y, en 2014, en Chile, el senador de la coalición gobernante de la presidenta Bachelet, Jaime Quintana, aseguraba que el gobierno iba a poner "una retroexcavadora" porque había "que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura". Cristina Fernández de Kirchner, por supuesto, tampoco perdió su oportunidad para dejar claro en 2014 que todo lo que hacía su gobierno lo hacía porque era antineoliberal. Justificando uno de sus tantos programas asistencialistas, esta vez para estudiantes, dijo: "Estos chicos son los hijos del neoliberalismo. Son los chicos cuyos padres no tenían trabajo o lo perdieron, o no fueron educados en la cultura del trabajo, y necesitan de la presencia del Estado para salir adelante".

Referencias como estas se encuentran por miles a diario en el discurso político y académico de la región. De hecho, el famoso Foro de São Paulo, que, con el patrocinio de Cuba, reunió a prácticamente a todas las organizaciones y movimientos de izquierda de América Latina tras la caída del Muro de Berlín, afirmó que el origen de todos los males era y es el neoliberalismo. Según las conclusiones expuestas en el IV Encuentro de este foro, celebrado en La Habana en 1993, "América Latina y el Caribe, insertos en un mundo unipolar conformado por bloques económicos hegemónicos, que redefinen en función de parámetros tecnológicos los términos de intercambios y la división internacional del trabajom resisten la aplicación del modelo neoliberal…". Esto porque, para ellos, era "evidente que el presente estado de la economía y la política en el continente conduce a una persistente violación de los derechos humanos de nuestros pueblos", provocando "estallidos sociales y acciones desesperadas, así como una amplia movilización popular de rechazo al neoliberalismo".En otras palabras, se venía a decir que todos nuestros males son culpa del neoliberalismo, y nuestra salvación sólo puede ser el socialismo del siglo XXI.

Pero cuando se pregunta a quien utiliza esta palabra, que significa, o que es el tan cacareado "neoliberalismo", nunca se llega a un consenso propiamente dicho de su significado. Muchos suelen asociar el término con la "revolución conservadora" de Ronald Reagan y Margart Thatcher, otros asocian el "neoliberalismo" con las reformas económicas realizadas en Chile bajo Pinochet. Otros con el FMI o el Banco Mundial. Muchos explican que su origen viene de la mano de Milton Friedman y la Escuela de Chicago. Ciertamente Friedman "rescató" del olvido ciertos aspectos del "ordoliberalismo", pero esto se contradice con el hecho de que fuera su fundador. Mientras que algunos afirman que el "neoliberalismo" es producto de las tesis económicas (muy diferente en lo que respecta a los puntos de vista de Friedman y Rüstow) de F. V. Hayek.

Usualmente se clasifica de "neoliberal" ciertas medidas relacionadas a las privatizaciones o liberalización económica, pero esto no puede ser jamás un medio para clasificar a un partido o político como tal. Pues es tan heterogéneo y poco específico, que incluso Lenin, bajo esta metodología sería considerado "neoliberal", ya que la NPE consistió precisamente en liberalizar y privatizar ciertos sectores de la economía soviética.

En definitiva, el término "neoliberal" carece de sentido en la actualidad. Se perdió su significado original. Es más bien un ataque personal cargado de emotividad que un argumento contra determinadas políticas. Al final del día, solo se trata de un ad hominem, una caricatura de lo que realmente se teorizó por Walter Eucken, Alfred Müller-Armack, Franz Böhm, Alexander Rüstow, Wilhelm Röpke y fue llevado a la práctica por Ludwig Erhard.

En definitiva, tal y como expresó el economista y empresario argentino Gustavo Lazzari: "La palabra "neoliberal" cumple un rol social no reconocido. Es un poderoso detector de boludos. Quien menciona la palabra "neoliberal" es un boludo. Quien la menciona como insulto, además es imbécil".

Bibliografia:

-La reforma económica alemana del 48 - Enrique Cerdá Omiste
-Así barrió Alemania la economía de Hitler - Julián Elliot 
-Enigmas de la economía. El milagro económico alemán - José Ignacio del Castillo 
-El milagro alemán - León Lázaro
-Bienestar para todos - Ludwig Erhard
-La economía social de mercado, un referente para el debate contemporáneo entre desarrollo económico y justicia social - Sergio Fernández Riquelme
-Economía social de mercado - Juan Rivadeneira Frisch

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