martes, 30 de junio de 2020

Grandes mitos sobre el capitalismo #2: La desigualdad, la distribución y la pobreza.


La desigualdad en el capitalismo. 

Por muchas razones, nada es más simple y fácil de entender que el hecho de que haya algunas personas que ganen más que otras. Por ejemplo, algunas son simplemente más grandes que otras, y sus años de antigüedad les han dado la oportunidad de adquirir mayor experiencia, habilidades, educación formal y capacitación en el trabajo. Estos aspectos les permiten hacer el trabajo más eficientemente o asumir trabajos más complejos que serían abrumadores para un principiante o para alguien con limitada experiencia y capacitación. Es natural que esto lleve a mayores ingresos. Con el paso de los años, las personas mayores estarán mejor informadas sobre oportunidades de trabajo, mientras un número creciente de personas estarán más pendientes de ellos y de sus habilidades individuales, lo que puede llevar a ofertas de nuevos trabajos y ascensos. Esto explica el hecho de que la mayoría de las personas que se encuentran entre el 5 por ciento con mayores ingresos en EEUU, tengan cuarenta y cinco años o más (Annual Report: 1995 - Federal Reserve Bank of Dallas)

Esta y otras razones lógicas que explican las diferencias de ingresos entre individuos suelen perderse de vista en las discusiones abstractas sobre el ambiguo término "distribución del ingreso". A pesar de que las personas en la parte superior y en la parte inferior de la tabla de ingresos, "los ricos" y "los pobres", como suele llamárseles, suelen representarse como si se tratara de diferentes clases de personas, frecuentemente son en realidad las mismas personas en etapas distintas de la vida. Tres cuartos de los estadounidenses que estuvieron dentro del 20 por ciento con ingresos más bajos en 1970 también estuvieron en el 40 por ciento con ingresos más altos durante los siguientes dieciséis años (Years of Poverty, Years of Plenty - Greg Duncan). Esto es muy normal. Después de dieciséis años, las personas por lo general ya tienen dieciséis años más de experiencia, incluyendo tal vez capacitación laboral y educación formal. Aquéllos con negocios o profesiones han tenido dieciséis años para aumentar la clientela. Sería muy raro que las personas no fuesen capaces de ganar más dinero como producto de esos dieciséis años. Teniendo en cuenta un período incluso menor, un estudio realizado por la Oficina del Censo de Estados Unidos, que duró tres años, concluyó que apenas "el 2,4 por ciento de la población vivió en la pobreza durante los treinta y seis meses que duró el estudio" (Income, Poverty, and Health Insurance Coverage in the United States: 2007).

Esto no es algo que ocurra exclusivamente en Estados Unidos. Un estudio de once países europeos encontró patrones muy similares. La mitad de la población de Grecia y dos tercios de las personas en Holanda que estaban por debajo de la línea de la pobreza en un año determinado habían salido de esa situación en los siguientes dos años (Poor Statistics: Getting the Facts Right About Poverty in Australia - Peter Saunders). Un estudio en Gran Bretaña encontró patrones similares después de seguir a miles de individuos durante cinco años. Al final de los cinco años, casi dos tercios de los individuos que habían comenzado dentro del 10 por ciento de los que tenían ingresos más bajos, habían salido de esa franja. Unos estudios en Nueva Zelanda también verificaron que un número considerable de individuos salieron, en apenas un año, del grupo del 20 por ciento con ingresos más bajos, y, por supuesto, incluso un mayor número de personas salió de ese grupo durante los próximos años (Poverty and Benefit Dependency - David Green). Similares patrones pueden observarse en Canadá.

El hecho de que algunas personas nazcan, vivan y se mueran en la pobreza, mientras otras nacen, viven y se mueren en el lujo, es una situación muy distinta a aquella en la que la gente joven aún no ha alcanzado el nivel de ingresos de la gente mayor, como sus padres. Sin embargo, el tipo de estadística citada por lo general en los medios de comunicación, e incluso en las universidades, normalmente no distingue entre estos dos tipos de situaciones muy diferentes. Más aún, aquellos que hacen públicas estas estadísticas lo hacen como si aún estuvieran hablando de diferencias entre clases, más que de diferencias entre personas de edades distintas. Sin embargo, aunque sí es posible que las personas se mantengan en el mismo grupo de ingresos de por vida, algo que ocurre muy rara vez, resulta imposible que se queden en la misma edad de por vida.

Debido al movimiento de personas de un nivel de ingresos a otro, a lo largo de los años, el grado de desigualdad de ingresos a lo largo de una vida no es el mismo que el de un año determinado. Un estudio en Nueva Zelanda concluyó que el grado de desigualdad de ingresos a lo largo de una vida laboral era menor que el grado de desigualdad en cualquier año de todas esas vidas. Gran parte de la discusión sobre "los ricos" y "los pobres", o sobre el 10 o 20 por ciento de arriba o de abajo, olvida aclarar qué tipo de ingreso califica dentro de esas categorías. En 2001, un ingreso de 84.000 dólares por hogar era suficiente para estar entre el 20 por ciento de los estadounidenses más ricos. Para estar dentro del 5 por ciento más rico se necesitaba un ingreso por hogar de poco más de 150.000 dólares, esto es, 75.000 dólares cada uno en caso de ser una pareja que trabaja. Ése es un buen ingreso, pero llegar a ese nivel después de trabajar durante décadas no es una señal de riqueza (The Nation: Top Drawer; Defining the Rich in the World's Wealthiest Nation - David Leonhardt).

Describir a personas con cierto tipo de ingreso como "ricos" es falso por una razón aún más básica: el ingreso y la riqueza son cosas distintas. Independientemente de cuánto ingreso pase por las manos de una persona durante un año determinado, su riqueza depende de cuánto acumula con los años. Quien recibe un millón de dólares al año pero gasta un millón y medio no se está enriqueciendo. Por otro lado, muchas personas austeras con ingresos muy modestos han dejado, después de morir, sorprendentes cantidades de riqueza a sus herederos. Incluso entre los verdaderamente ricos hay movimiento. Cuando la revista Forbes hizo su primera lista de los 400 estadounidenses más ricos en 1982, dicha lista incluía 14 personas de apellido Rockefeller, 28 Du Pont y 11 Hunt. Veinte años después, la lista incluía tres Rockefeller, un Hunt y ningún Du Pont. Un poco más de un quinto de las personas en la lista de los estadounidenses más ricos de Forbes de 1982 heredaron su riqueza. En 2006, sin embargo, sólo el 2 por ciento de las personas en la lista habían heredado su riqueza (The Economist - Spare a Dime? A special report on the rich April 4th 2009).

La movilidad económica en el capitalismo. 

La obsesión de académicos y medios de comunicación por las estadísticas de foto fija crean grandes distorsiones de la realidad económica. "Los ricos" y "los pobres" son actores permanentes en los debates sobre la renta, a pesar de que, como vimos, la mayoría de las personas con mayores o menores ingresos tienden a ser las mismas, pero en diferentes etapas de la vida, al menos en los países occidentales, y no clases fijas de personas que se mantienen en la cima o en el fondo a lo largo de sus vidas. Las grandes fortunas históricas estadounidenses, Carnegie, Ford, Vanderbilt, etc. con frecuencia las hicieron personas que comenzaron en circunstancias modestas e incluso humildes. Tanto Richard Warren Sears como James Cash Penney comenzaron trabajando en empleos de salario bajo, a una edad demasiado temprana como para que se les hubiese permitido trabajar bajo las leyes actuales de trabajo infantil, pero ambos, con el tiempo, llegaron a ser fabulosamente ricos gracias a las cadenas de tiendas minoristas que crearon y que hasta hoy llevan sus nombres respectivos.

Mientras estas historias son reflejo desde hace mucho de lo que se ha denominado el "sueño americano", la gran movilidad social no se ha circunscrito únicamente a Estados Unidos. Incluso en una sociedad tan supuestamente "de clases" como la británica, un estudio de las mil mayores fortunas de Gran Bretaña halló que el 70 por siento fueron ganadas, y no heredadas (The Economist - The super-rich - Always with Us - Oct 19th 2006). A pesar de la reputación de la India como una sociedad rígida y de castas, también ha tenido sus historias de gente que pasó de "mendigo a millonario", especialmente cuando los mercados libres comenzaron a emerger a finales del siglo XX. A comienzos del siglo XXI, incluso las personas de las castas bajas de la India, los Dalit, antes conocidos como los "intocables", estaban ascendiendo en el galopante sector informático. "Nos importan un bledo todas esas diferencias de casta o religión", expresó el jefe de todas las operaciones de Microsoft en la India. Este desarrollo tampoco se ha circunscrito exclusivamente al sector de la alta tecnología. Según informó The Wall Street Journal: Los emprendedores Dalit han ido creciendo aceleradamente, a medida que la India ha ido mutando, en los últimos quince años, de una economía estilo socialista a una de mercado, y una nueva generación comenzó a gastar libremente, a tomar vacaciones y a acumular recibos de compra. Esto ha creado oportunidades para que los Dalit abran hoteles y restaurantes, así como para que encuentren empleo como fontaneros, electricistas, mecánicos de aire acondicionado y trabajadores de la construcción.

En muchos países del mundo, estas historias han sido muchas veces vistas como meros ejemplos de buena suerte individual de personas excepcionales. Pero el aspecto fundamental es la gran ventaja para cualquier sociedad de poder aprovechar los talentos de personas de toda la gama social, para desarrollar su economía y así elevar los estándares de vida de la población en su conjunto. Eso es lo que Carnegie, Ford, Sears y Penny hicieron en Estados Unidos, y lo que personas sencillas o pobres han comenzado a hacer en la India cuando comenzó a avanzar en la dirección de mercados más libres, a finales del siglo XX.

Infosys fue creada por seis ingenieros informáticos indios con un capital total de 600 dólares, y creció hasta que la empresa llegó a valer 15.000 millones de dólares. Otro emprendedor indio nacido en un barrio que no tenía teléfono, electricidad ni agua potable, Sam Pitroda, llegó como pudo a Estados Unidos y allí se convirtió en un millonario de las telecomunicaciones. Posteriormente volvió a la India y comenzó a revolucionar el sistema de telefonía anticuado y burocrático del país que pasó de tener sólo 2,5 millones de teléfonos para 700 millones de personas en 1980 a 5 millones de teléfonos en 1990. Antes del final de la década llegó a tener 20 millones de teléfonos, mientras las larguísimas listas de espera para adquirirlos habían prácticamente desaparecido. El que Pitroda hiciese una fortuna durante este proceso es una nota al pie de la historia. Lo que hizo para millones de otras personas en la India es histórico.

Tanto allí como en Estados Unidos, los consumidores jamás le habrían pagado el dinero con el que construyó su fortuna si no hubieran valorado lo que recibieron de él más de lo que valoraban el dinero que pagaron. Su fortuna no es nada comparada con lo que creó para la sociedad en su conjunto. En suma, la economía de mercado de la India de finales del siglo XX abrió nuevas avenidas para la movilidad social de aquellos que se encontraban en el fondo, y en el proceso incrementó el nivel de vida de millones de otras personas que se beneficiaron de su productividad. Ni la pobreza ni la discriminación de castas se ha terminado en la India, pero el efecto del libre mercado ha sido el de reducir la influencia de ambas, a medida que los talentos de las personas muy humildes han resultado tan valiosos como otros. Al contrario, las décadas anteriores de políticas socialistas en la India ponían el énfasis en ayudar a "los pobres", mientras éstos seguían siendo pobres.

La distribución en el capitalismo.

A veces las presunciones son morales, más que intelectuales. Las observadores que toman la iniciativa de decidir quién "realmente" merece los ingresos que tiene determinada persona, a menudo confunden mérito con productividad. Obviando el simple hecho de que cualquier ser humano sería incapaz de decidir que es meritorio o no, y por consiguiente medir de manera objetiva tal mérito, en ninguna sociedad las personas tienen las mismas probabilidades de alcanzar el mismo nivel de productividad.

Una persona nacida en una familia que le proveyó de buena educación, valores culturales sanos, entre otras cosas, puede lograr un alto nivel de productividad sin ningún esfuerzo que indicara mérito personal. Por el contrario, las personas que han tenido que luchar para superar muchas desventajas, para lograr incluso un nivel modesto de productividad, pueden mostrar gran mérito individual. Pero la economía no es un seminario moral autorizado para entregar insignias de mérito a personas merecedoras. Una economía es un mecanismo para generar la riqueza material sobre la cual el estándar de vida de millones de personas depende. El pago no es una recompensa retrospectiva por el mérito, sino un incentivo prospectivo para seguir contribuyendo a la producción. Dada la enorme variedad de cosas producidas y los complejos procesos por los cuales se producen, es prácticamente inconcebible que cualquier individuo pueda ser capaz de evaluar el valor relativo de las contribuciones de diferentes personas en diferentes industrias o sectores de la economía. Pocos, incluso afirmarían ser capaces de hacer eso. En su lugar, expresan su desconcierto y repugnancia ante la amplia gama de ingresos o disparidades de riqueza que ven e, implícita o explícitamente, demuestran su incredulidad de lo tanto que puede diferir lo que ellos creen que los individuos "merecen".

El principio de la distribución igualitaria, se apoya en el muy viejo postulado del derecho natural, por el que se exige la igualdad para todo aquello que tiene figura humana. Rigurosamente aplicado resultaría un absurdo. No permitiría que se hiciera diferencia alguna entre adultos y niños, sanos y enfermos, entre hombres diligentes y perezosos, entre buenos y malos. Lo cierto es que la desigualdad es inherente al ser humano, y la mejor igualdad que se puede conseguir, y la más realista, es la igualdad ante la ley. Sin embargo, como indicó Thomas Sowell: "Igualdad de oportunidades no significa igualdad de resultados, no importa cuántas leyes se aprueben y cuántas políticas se desarrollen para que así sea o cuánta retórica moderna se use para equipararlas". De ahí, el valor del trabajo difiere también de acuerdo con su calidad, según las aptitudes del obrero, el estado de sus fuerzas, su celo y diligencia, más o menos intensos.

Aunque se habla mucho sobre "distribución del ingreso", la mayor parte del ingreso por supuesto, jamás se distribuye, al menos en el sentido en que se distribuyen los periódicos o los cheques de pensiones desde un lugar central. La mayor parte del ingreso se distribuye tan sólo en un sentido estadístico figurado como en una distribución de estatura entre la población, 1,64 metros de estatura para algunas personas, 1,88 para otras, etc. cuando ninguna de estas estaturas fue enviada desde una ubicación central. Sin embargo, es muy común leer a periodistas y a otras personas hablando sobre cómo la "sociedad" distribuye su ingreso, en vez de decir claramente que algunas personas hacen más dinero que otras.

Existe el supuesto implícito de que la riqueza es colectiva y, por lo tanto, debe dividirse para ser repartida, seguido por el supuesto de que esta división actualmente no tiene ningún principio involucrado pero "simplemente sucede", y finalmente la suposición implícita de que el esfuerzo realizado por parte del receptor de ingresos es un criterio válido para medir el valor de lo que fue producido y la adecuación de la recompensa. En realidad, como la mayoría del ingreso no se distribuye, entonces la metáfora de moda de "la distribución del ingreso" es engañosa. La mayoría de los ingresos se obtienen mediante la producción de bienes y servicios, y la pregunta de cuánto vale realmente esa producción no es algo necesario dejar determinar a observadores, ya que aquellos que reciben directamente los beneficios de esa producción saben mejor que nadie cuánto vale esa producción para ellos y así mismo, tienen la mayor cantidad de incentivos para buscar formas alternativas de obtener esa producción tan barata como sea posible. En definitiva, la riqueza no se distribuye, se crea. No existe una decisión colectiva de la "sociedad" en relación a cuánto vale el trabajo de cada individuo. En una economía de mercado, aquellos que obtienen el beneficio directo del trabajo o la producción de un individuo deciden cuánto están dispuestos a pagar por lo que reciben.

La riqueza total de los ricos, por otro lado, no es simplemente sustraída del total de la producción de un país, dejando menos para el resto de la sociedad. Eso sería así si la actividad económica fuera un juego de suma cero, donde los ganadores se beneficiarían de lo que perdieron los perdedores. Sin embargo, el resto de los estadounidenses no son más pobres a causa de la fortuna de Bill Gates. Por el contrario, éstos han ganado económicamente usando los sistemas operativos para ordenador con los que Gates hizo su fortuna. En efecto, Gates jamás habría amasado su fortuna si los individuos y las empresas no hubiesen valorado lo que recibieron de su sistema operativo más de lo que valoraban el dinero que pagaron por dicho sistema. El tamaño de la fortuna de Bill Gates representa el límite más bajo al incremento neto del valor de la riqueza del mundo, dado que las personas voluntariamente compraron los productos que él creó, sólo en la medida en que los precios que se les cobraron eran menores al valor de esos productos para los compradores.

En 1994, la mayoría de los hogares estadounidenses que estaban por debajo de la línea oficial de pobreza tenían un horno microondas y vídeo, cosas que menos del 1 por ciento de los estadounidenses tenían en 1971. Para la población en su conjunto, las casas eran mucho más grandes, los coches mucho mejores, y había más estadounidenses conectados a internet, a finales del siglo XX, que conectados al servicio de agua potable a inicios de ese siglo. La economía, está claro, no es una actividad de suma cero, en la que lo que unos ganan es lo que otros pierden, a pesar de que muchos piensan y hablan como si así fuera.

La desigualdad y la pobreza en el capitalismo. 

Dentro del imaginario colectivo, los conceptos de "pobreza" y de "desigualdad" han terminado por fusionarse: si hay pobres, es porque somos desiguales; si la desigualdad aumenta, es porque también lo ha hecho la pobreza.

La economía de mercado ha sido capaz, a lo largo de los últimos 200 años, de incrementar las rentas de todos los ciudadanos. Según las estadísticas de Angus Maddison, hemos pasado de una renta per cápita mundial de 1.130 dólares anuales (en 1820) a una de 12.400 (en 2010), todo ello mientras la población global aumentaba desde los 1.050 millones de personas hasta rebasar los 7.000. Si la riqueza verdaderamente estuviera dada y solo cupiera redistribuirla, sería del todo imposible que la renta per cápita y la población mundial aumentaran simultáneamente: solo cabría que unas personas expandieran sus ingresos a costa del resto, manteniéndose en todo caso la renta per cápita constante (o decreciendo, si el número de individuos se expande).

Por el contrario, que hayamos conseguido multiplicar por 11 la renta per cápita del conjunto del planeta (e incluso por 20 en algunos países occidentales, como EEUU) ilustra claramente que la economía no es un juego de suma cero y que desigualdad no es lo mismo que pobreza. Una sociedad puede ser muy igualitaria y muy pobre o bastante desigualitaria y rica: Albania, Bielorrusia, Irak, Kazajistán, Kosovo, Moldavia, Tayikistán o Ucrania son sociedades con una distribución de la renta bastante más igualitaria que la de España, pero en cambio son mucho más pobres. En cambio, Singapur es una sociedad mucho más desigual que España, pero con una renta per cápita mayor. La desigualdad no tiene porque ser mala, ni luchar en contra de ella implica luchar contra la pobreza, de hecho, muchas veces la lucha contra la desigualdad agrava el problema de la pobreza.

Frecuentemente, aquellos que se preocupan por el alivio de la pobreza también lo están por la desigualdad salarial. Rara vez se reconoce que reducir la pobreza puede, a veces, entrar en conflicto con reducir las desigualdades. Al final, la única cosa que puede curar la pobreza es la riqueza. Mientras la riqueza existente puede ser transferida a los pobres, existen límites de hasta dónde eso puede ir y de cuánto bien causará, especialmente en países donde hay muchos pobres y pocos ricos. Lo que ha reducido la pobreza en gran medida, a lo largo del tiempo, ha sido un aumento radical de la riqueza total disponible. Esto se ha debido no sólo a los avances tecnológicos, sino también a una mejor asignación de recursos escasos con usos alternativos. Sería difícil explicar el rápido crecimiento económico en países como la India y China en la década de 1990 en términos simplemente de un correspondiente cambio radical en la tecnología. La realidad es que ambos países comenzaron a usar más los mercados libres para asignar sus recursos, y éstos, por lo general, producen mayores estándares de vida, al mismo tiempo que recompensan desigualmente a los individuos, las industrias y las regiones.

Cuando el líder chino Deng Xiaoping dijo: "Dejemos que ciertas personas se hagan ricas primero", estaba reconociendo una solución de compromiso entre la reducción de la pobreza y la de las desigualdades. La India se mantuvo fiel al igualitarismo de sus líderes originales durante más tiempo; y en la India más pobres se mantuvieron pobres durante más tiempo. No obstante, finalmente ambos países terminaron aprovechando los mercados libres tanto internamente como en el comercio internacional. Otros países, ricos y pobres, hicieron lo mismo. Como resultado, la revista The Economist explicó: "Rápidas e históricamente sin precedentes caídas de la pobreza durante las décadas de 1980 y 1990, la nueva era dorada del capitalismo global". El número de personas pobres en el mundo que viven con un dólar o menos al día cayó en términos absolutos, a pesar de que la población total del mundo se estaba incrementando.

Cuando la Organización de las Naciones Unidas anunció en el año 2000 el objetivo de reducir, desde ese momento hasta el año 2015, el número de personas que vivían en la pobreza a la mitad del nivel existente en 1990, resultó que este objetivo ya había sido alcanzado, aparentemente, sin que los funcionarios de la organización lo supieran. La efectividad del mercado no depende de que los funcionarios la entiendan. La reducción de la pobreza en el mundo ha continuado en el siglo XXI. Según cifras del Banco Mundial, el porcentaje de la población mundial que vive en la extrema pobreza cayó del 42 por ciento, en 1990, al 25 por ciento, en 2005.

China es uno de los pocos países con más desigualdad económica que Estados Unidos, mientras que la India tiene menor desigualdad que ambos. Sin embargo, esto no significa que los pobres en China estén peor que los pobres en la India. Como subrayó la revista The Economist: En efecto, la pobreza ha caído mucho más en algunos países, con una desigualdad alta y creciente, que en países más igualitarios. La proporción de la población india que vive con menos de un dólar por día cayó del 42 por ciento, en 1993, al 35 por ciento, en 2004. China experimentó una caída más drástica, del 28 por ciento al 11 por ciento, en gran medida gracias a un crecimiento más rápido.

La pobreza como problema relativo. 

Uno de los problemas que con frecuencia se ignora cuando se habla sobre pobreza es que su definición es, en definitiva, subjetiva. Si nos circunscribiéramos a una definición dada de "pobreza" o "extrema pobreza", como la de la Organización de las Naciones Unidas, podríamos realizar comparaciones significativas de lo que está ocurriendo en el tiempo. Lo mismo ocurriría si nos circunscribiéramos a una definición dada dentro de un país. Sin embargo, las definiciones pueden diferir ampliamente de un país a otro. Según la definición de pobreza en Estados Unidos, Italia y Países Bajos tienen un índice de pobreza dos veces mayor al de Estados Unidos. Por otra parte, si seguimos una definición relativa de pobreza, como por ejemplo las personas cuya renta está por debajo del 50 por ciento del promedio de su propio país, Estados Unidos tiene más "pobreza" que otros países, a pesar de que los estadounidenses "pobres" tienen un mayor nivel de vida que las personas pobres en esos otros países. La mayoría de los estadounidenses que viven oficialmente en la pobreza tienen aire acondicionado, televisores a color y hornos microondas, además de ser propietarios de un coche. Una persona "pobre" en Alemania, Inglaterra, Suecia y demás países desarrollados, bien podría clasificar como de clase alta o media en Argentina y otros países latinos.

Las peleas en relación con qué individuos y grupos obtienen un pedazo, y cómo de grande, del pastel nacional genera el tipo de sentimientos y controversias de las que los medios de comunicación, los políticos y los intelectuales suelen aprovecharse. Pero la realidad económica es que la principal razón por la que la mayoría de las personas, en Estados Unidos y en China, han prosperado es porque el pastel es lo que se ha vuelto mucho más grande, y no porque este o aquel grupo haya cambiado algunos puntos porcentuales de su porción en la renta nacional.

La asignación cambiante de recursos escasos, que hace posible la continuidad de la prosperidad, puede cambiar dichos porcentajes para arriba y para abajo con el tiempo, a medida que los salarios cambiantes y las perspectivas de empleos van guiando a los individuos hacia donde su productividad sería mayor y lejos de donde ésta sería menor. Pero son los cambios en la productividad y en la asignación de recursos los cruciales para el bienestar económico de la población en su conjunto, y no los cambios de pequeños puntos porcentuales en porciones relativas (que, sin embargo, son los que atraen la atención de los medios de comunicación, los políticos y otros). Además, es dudoso que la mayoría de las personas estén tan preocupadas con las diferencias de renta como lo están los intelectuales y los medios de comunicación. 

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