lunes, 22 de junio de 2020

Grandes mitos sobre el capitalismo #1: La meritocracia.


La meritocracia y el capitalismo.

Para los izquierdistas el capitalismo de mercado, o la economía de mercado es un sistema meritocratico, de competencia salvaje e individualismo extremo. No existe lugar para la fraternidad, la solidaridad o la cooperación social. Se trata de un sistema que enaltece la ley de la selva, pues, según ellos, prevalece el más fuerte. No hay lugar para los débiles, los desvalidos de la sociedad, se trata de las teorías darwinianas de la evolución aplicadas al ámbito social. En realidad, todo esto es falso. Un mito.

Von Mises explicaba que "Dentro de la estructura de la cooperación social cada ciudadano depende de los servicios prestados por todos sus conciudadanos. El gran cirujano y el músico eminente jamás habrían sido capaces de concentrar todos sus esfuerzos en la cirugía y en la música, si la división del trabajo no les hubiese liberado de la necesidad de preocuparse de muchas bagatelas que les habrían impedido llegar a ser especialistas eminentes (Socialismo)". La sociedad capitalista se funda en la división del trabajo, y la ventaja de la división del trabajo es siempre recíproca: no se limita a los casos en que el trabajo en común no hubiese podido ser realizado igualmente por el individuo aislado. Por eso Mises indicaba que "El ascenso del rendimiento, que se debe a la división del trabajo, conduce a los hombres a no considerarse ya como adversarios en la lucha por la vida, sino, como asociados en una pugna sostenida en común para bien de todos. La división del trabajo transforma a los enemigos en amigos, hace surgir la paz de la guerra y convierte a los individuos en sociedad (Socialismo)".

Por ello para Mises "La sociedad comienza cuando aparece en el individuo la voluntad de obrar en conjunto. Proseguir en común fines que ninguno podría realizar solo o que realizaría menos bien; cooperar, he aquí la esencia de la sociedad (Socialismo)".

De esta manera la sociedad no es un fin, sino un medio, un medio al servicio de cada uno de los asociados para alcanzar sus propios objetivos. La sociedad es posible porque las voluntades de individuos diferentes pueden unirse en una aspiración común, puesto que la comunidad de la voluntad entraña la comunidad de la acción. Si no puedo obtener lo que deseo sino a condición de que mi compañero obtenga igualmente lo que él quiere, su voluntad y su acción se convierten para mí en un medio al servicio de mis propias finalidades. De esta manera, al convertirse mi voluntad en inseparable de la suya, no puedo querer ya frustrar su voluntad. Tal es el hecho fundamental sobre el que reposa toda la vida social.

Rothbard, en "Poder Y mercado" escribía que "el libre mercado es precisamente lo más opuesto a la sociedad de la "selva". La selva se caracteriza por la guerra de todos contra todos. Un hombre solo puede obtener ganancias a costa de otro, apropiándose de la propiedad de este último. Con todos en un nivel de subsistencia, hay una verdadera lucha por la supervivencia, donde los más fuertes aplastan a los más débiles. En el libre mercado, por el contrario, un hombre solo obtiene ganancias sirviendo a otro (...)" y agregaba "Es precisamente a través de la cooperación pacífica del mercado como ganan todos los hombres mediante el desarrollo de la división del trabajo y la inversión de capital. Aplicar el principio de la "supervivencia de los más aptos" tanto a la jungla como al mercado es ignorar la pregunta básica: ¿Aptitud para qué? Los "aptos" en la selva son los mejores en el ejercicio de la fuerza bruta. Los "aptos" en el libre mercado son los mejores sirviendo a la sociedad".

El mercado se funda en la cooperación voluntaria, "La lucha, en el sentido propio y original de la palabra, es antisocial; hace imposible la cooperación entre los distintos actores, elemento que es fundamental para la unión social. Destruye la comunidad de trabajo en donde ya existe. La competencia, al contrario, es un elemento de la cooperación social. Constituye el principio ordenador de la sociedad. Desde el punto de vista social, la lucha y la competencia son diametralmente opuestas (Socialismo)" explicaba Mises, y era contundente respecto a que "La lucha de clases, la lucha de razas, la lucha de las nacionalidades, no pueden ser el principio constructor de la sociedad. La destrucción y el aniquilamiento son incapaces de construir algo (Socialismo)".

Ahora, todo sistema de división del trabajo necesita un principio para coordinar las actividades de los diversos especialistas. El esfuerzo del especialista quedaría sin meta y carecería de sentido, si no encontrase una guía en la supremacía del público. El único fin de la producción consiste, desde luego, en servir a los consumidores. En una sociedad de mercado, el principio directivo es la motivación del beneficio.

Las perdidas y ganancias, en el mercado cumplen un rol social importante que hacen al sistema más eficiente. Quien quiere obtener beneficios tiene que estar siempre alerta ante las nuevas oportunidades. Y al buscar el beneficio, ajusta la producción a la demanda del público consumidor. Tomando como guía el beneficio, la libre empresa ajusta su actividad a los deseos del público. La búsqueda del beneficio es la que incita a los empresarios a prestar los servicios que los consumidores estiman más urgentes. La estructura de los precios del mercado les indica en qué medida pueden invertir en las diversas ramas de la producción. Por ello Mises dijo una gran verdad cuando mencionó que "En el fondo de toda esta fanática apelación a la planificación y al socialismo a menudo no existe otra cosa que el íntimo reconocimiento de la propia inferioridad e ineficacia. El hombre que sabe de su incapacidad para sostener la competencia desdeña este loco sistema competitivo. Quien es incapaz de servir a sus conciudadanos quiere gobernarlos (Burocracia)".

En una economía de mercado no manipulada la apreciación del esfuerzo de cada individuo no tiene nada que ver con las consideraciones de índole personal, por lo que es posible dejar a un lado las antipatías y los prejuicios. El mercado juzga los productos, no a los productores. La apreciación del productor deriva automáticamente del aprecio de su producto. Cada cooperador es valorado de acuerdo con el valor de su contribución al proceso de producción de bienes y servicios. Los salarios y jornales no dependen de decisiones arbitrarias. En el mercado de trabajo, la cantidad y calidad de la obra se aprecia en relación con el importe que los consumidores están dispuestos a pagar por los productos. El pago de jornales y salarios no es un favor del patrono, sino una transacción comercial: la adquisición de un factor de la producción. El precio del trabajo es un fenómeno de mercado determinado por la demanda de los consumidores de bienes y servicios. Virtualmente, cada empleador está siempre buscando trabajo más barato y cada empleado busca un empleo con la más alta remuneración por su trabajo.

En este sentido el pago, el salario que uno recibe, como explica Thomas Sowell "no es una recompensa retrospectiva por el mérito, sino un incentivo prospectivo para seguir contribuyendo a la producción (Economía: Hechos y falacias)". Von Mises iba más allá, y declaraba que: "Es absolutamente imposible hacer del "mérito" del individuo un principio general de distribución. ¿Quién decidiría de ese mérito? Los hombres en el poder a menudo han tenido opiniones muy singulares sobre el valer o la falta de valer de sus contemporáneos. Y la voz del pueblo tampoco es la voz de Dios. ¿Quién de los contemporáneos sería escogido en nuestros días por el pueblo como el mejor? Quién sabe, quizás una estrella del cine, o un campeón de boxeo en otros países. En nuestros días, el pueblo inglés señalaría a Shakespeare como el más grande entre todos los ingleses. ¿Lo habrían hecho acaso sus coetáneos? ¿Y qué valer reconocerían los ingleses a un segundo Shakespeare que viviese actualmente entre ellos? ¿Y deben ser por eso castigados aquellos a quienes la naturaleza no ha dotado de juicio ni de talento? Tener en cuenta el mérito del individuo para la distribución de los bienes de consumo sería como abrir de par en par la puerta a la arbitrariedad, y abandonar al individuo sin defensa a los caprichos de la mayoría. De este modo la situación que se creara haría insoportable la vida (Socialismo)".

Usualmente ciertos círculos de derecha hablan de la meritocracia, y esto ha contribuido a relacionar el sistema de mercado libre con esta utopía. El esfuerzo y la auto-superación, solo es concebible en su función individual y personal, no como un método de ordenamiento social. La superación personal, siempre es bienvenida y debe ser promovida claramente. Pero cuando se habla de fundar una sociedad basada en el mérito, lo cierto es que existen miles de factores por los que sería imposible tal cosa. El sistema de mercado conoce muy bien que los hombres por naturaleza son desiguales, pero no solo físicamente, también mental y culturalmente, por eso, la cooperación social entre los hombres menos y más inteligentes, menos y más fuertes, es el pilar fundamental de esta organización.

La meritocracia, llega consecutivamente al principio de distribución que es aquel que se rige de acuerdo con las necesidades del individuo. La fórmula "de a cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades" que constituye una vieja divisa de los comunistas más ingenuos. Todo esto nos lleva a la conclusión que el mérito es un concepto tan subjetivo como el trabajo.

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